La situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola
La aton¨ªa y actitud de espera de la econom¨ªa espa?ola es objeto de preocupaci¨®n por un amplio sector de los economistas, que creen ver. en el Gobierno gran parte de responsabilidad. Una gesti¨®n desafortunada, junto a la ca¨ªda del ritmo de crecimiento, el paro, la falta de ahorro y otros factores, son repasados en este an¨¢lisis de coyuntura.La econom¨ªa espa?ola, en estos momentos, aparece caracterizada por un proceso de aton¨ªa y actitud de espera, consecuencia de una gesti¨®n desafortunada.
Los efectos m¨¢s significativos de nuestra crisis econ¨®mica, escandalosa en sus manifestaciones y duradera en el tiempo, son:
1. Ca¨ªda vertical del ritmo de crecimiento del producto interior bruto. El hecho cierto es que acaba de concluir la d¨¦cada de los setenta en plena fase de estancamiento y sin que apunten, por el momento, s¨ªntomas de una mejora en la situaci¨®n. De esta manera, una econom¨ªa que hab¨ªa venido reduciendo sensiblemente sus distancias respecto de los dem¨¢s pa¨ªses industriales de Europa prepara su integraci¨®n en ella en plena fase de estancamiento.
2. Aumento espectacular del paro. En 1975 la econom¨ªa espa?ola proporcionaba empleo a 12,5 millones de personas. En 1980, s¨®lo a 11,2 millones. S¨®lo en 1980, la reducci¨®n fue superior al medio mill¨®n, y el porcentaje de parados, en este momento, supera el 13% de la poblaci¨®n activa.
Dicho en otras palabras: los planteamientos econ¨®micos de los ¨²ltimos a?os muestran una notable incapacidad, no s¨®lo para absorber los aumentos vegetativos de la poblaci¨®n sino tambi¨¦n, lo que es m¨¢s grave, para mantener la poblaci¨®n ocupada. Y el desempleo es una de las manifestaciones m¨¢s hirientes y palpables de nuestra recesi¨®n porque, no s¨®lo representa un gran derroche de medios, sino que est¨¢ sumiendo en una grave crisis moral a la sociedad.
3. Ca¨ªda del ahorro. No solamente de los particulares y de las empresas, sino muy especialmente de las administraciones p¨²blicas. No es preciso insistir en lo evidente: la tasa de ahorro de los particulares ha ca¨ªdo en vertical; lo mismo ocurre con los beneficios y reservas de las empresas. Pero resulta especialmente significativo que, a pesar de la reforma fiscal y del feroz incremento de los impuestos, el Estado, que hasta 1978 era un sujeto ahorrador, a partir de 1979 liquida sus presupuestos con unos d¨¦ficit crecientes. La tradicional apelaci¨®n circunstancial del Tesoro al Banco de Espa?a se ha convertido en un descubierto de un bill¨®n trescientos mil millones sin intereses y sin plazo de reembolso lo que, de hecho, equivale a decir que el Estado est¨¢ en suspensi¨®n de pagos. Para colmo, los presupuestos generales para 1982 prev¨¦n un d¨¦ficit de 800.000 millones que paralizan toda posible recuperaci¨®n de la econom¨ªa.
4. Grave y creciente d¨¦ficit de nuestra balanza exterior. Nuestro d¨¦ficit Comercial, de 900.000 millones en 1980, demuestra que Espa?a est¨¢ consumiendo mucho m¨¢s de lo que produce, y ning¨²n pa¨ªs puede permitirse el lujo de vivir por encima de sus posibilidades.
5. Graves deficiencias de nuestra estructura productiva. La falta de flexibilidad de nuestro sistema socioecon¨®mico, por una parte, y las importantes variaciones experimentadas en el mercado como consecuencia de la crisis energ¨¦tica, por otra, se han traducido en una p¨¦rdida de competitividad de nuestra estructura industrial, que precisa adaptarse con urgencia a las nuevas circunstancias acometiendo, en algunos sectores, una profunda reconversi¨®n industrial.
Abandonar la pol¨ªtica' del "d¨ªa a d¨ªa"
Esta y no otra es la situaci¨®n que urge afrontar, abandonando de una vez la pol¨ªtica del "d¨ªa a d¨ªa", plagada de bandazos. Es preciso elaborar una pol¨ªtica flexible y coherente a medio y largo plazo que se encare con las. causas de la crisis y no simplemente con los s¨ªntomas. Porque el paro es el eslab¨®n final de una cadena de errores y, por lo mismo, de poco servir¨¢n los planes de acci¨®n directa contra el mismo si no se atacan de ra¨ªz las causas determinantes del deterioro econ¨®mico.
A la vista de lo expuesto, parece oportuno exponer sucintamente la filosof¨ªa que anima las recomendaciones que sobre el estado econ¨®mico de la naci¨®n ha formulado la comisi¨®n de econom¨ªa de AP, que presido.
Actualmente en Espa?a estamos padeciendo una pol¨ªtica econ¨®mica caracterizada por su preocupaci¨®n casi exclusiva' por las corrientes de redistribuci¨®n de la renta, en perjuicio de aquellas corrientes tendentes a crear y multiplicar la riqueza. Este clima redistributivo extiende la desmoralizaci¨®n en el esfuerzo y la disciplina de trabajo y, a la larga, origina una querella social amarga y est¨¦ril por el reparto de una riqueza que s¨®lo llega a crecer en t¨¦rminos nominales, pero que de hecho se reduce en t¨¦rminos reales.
Lo que pretendemos es el cambio de esta pol¨ªtica de redistribuci¨®n a una pol¨ªtica creadora de producci¨®n, renta y empleo, impulsando el crecimiento del producto interior bruto. Toda formulaci¨®n de una pol¨ªtica econ¨®mica implica un establecimiento de prioridades. Y esta prioridad que hay que dar al crecimiento no se basa tanto en criterios de car¨¢cter desarrollista cuanto en razones tendentes a evitar- las m¨¢s duras consecuencias de la crisis. Porque con ello se cumplen cuatro objetivos fundamentales: la creaci¨®n de empleo, la satisfacci¨®n de las necesidades p¨²blicas sin tener que elevar la presi¨®n fiscal, la disminuci¨®n de tensiones en la querella por el reparto de las rentas y, finalmente, la de ofrecer una mayor viabilidad a los procesos de reconversi¨®n industrial, ya que en un ambiente de crecimiento las dificultades inherentes al cumplimiento de los cuatro objetivos anteriores se dulcifican.
Para que esta pol¨ªtica de crecimiento sea eficaz y duradera en el tiempo se han de cumplir tres condiciones, necesarias y suficientes a la vez:
a. Aumento del ahorro y la inversi¨®n.
b. Mejora de la balanza exterior y, muy en especial, aumento de las exportaciones.
c. Contenci¨®n de la inflaci¨®n.
Cae fuera de los l¨ªmites de este art¨ªculo el detalle de las recomendaciones sectoriales que van a permitir cubrir estos objetivos, pero, a t¨ªtulo enunciativo, mencionar¨¦ las m¨¢s importantes:
Contenci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico y en particular del gasto p¨²blico consecutivo, acabando con la dualidad injusta de una pol¨ªtica expansionista para el sector p¨²blico y restrictiva para el sector privado.
Devolver la confianza
Pol¨ªtica fiscal eficaz, con aut¨¦nticos est¨ªmulos a la inversi¨®n, impidiendo que el Estado se beneficie de la inflaci¨®n que con su pol¨ªtica provoca.
Una mayor eficacia en la gesti¨®n de la Seguridad Social y cambio radical en la forma de financiarla.
Liberalizaci¨®n en profundidad del sistema socio-econ¨®mico.
Pol¨ªtica energ¨¦tica realista y la reconversi¨®n y reestructuraci¨®n de algunos sectores.
La potenciaci¨®n de los sectores locomotora (vivienda y construcci¨®n, obras p¨²blicas) por sus efectos multiplicadores sobre la actividad de los dem¨¢s sectores.
Finalmente, s¨®lo me resta comentar lo que le dec¨ªa un ministro franc¨¦s de Finanzas a su colega alem¨¢n: "Deme usted sus sindicatos y qu¨¦dese con su pol¨ªtica monetaria".
Y es que la mejor pol¨ªtica econ¨®mica resulta ineficaz si no se da en un adecuado clima de moderaci¨®n social y responsabilidad colectiva, y si no va presidida por un conjunto de grandes decisiones pol¨ªticas que, situadas por encima de las leyes puramente econ¨®micas, configuren un modelo de sociedad n¨ªtidamente definido, que restaure la confianza a aquellos que la han perdido.
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