Una noche en el "tren fantasma", el expreso Berl¨ªn Este-Leningrado
En la taquilla de billetes de la estaci¨®n del Este, en Berl¨ªn Oriental, el empleado pone cara de asombro. "?A Varsovia?", pregunta, al mismo tiempo que saca un papel con unas notas, garrapateadas a bol¨ªgrafo, en las que se "advierte a los extranjeros que, a la vista de la situaci¨®n en Polonia, se abstengan de viajar al pa¨ªs". El expreso D-247, de Berl¨ªn Este a Leningrado, v¨ªa Varsovia, tiene la salida a las 22.01, y los vagones con destino a Polonia parecen un tren fantasma: s¨®lo en segunda clase viaja un matrimonio joven con dos ni?os. En coches-cama s¨®lo viene un colega holand¨¦s, que se anim¨® a probar suerte y trata de entrar en Polonia.El tren fantasma no acaba de salir; ya ha pasado m¨¢s de media hora y s¨®lo hubo dos movimientos, que el colega holand¨¦s comenta: "Ya nos desengancharon y nos quedamos aqu¨ª toda la noche". Trato de imaginarme la cara de risa del mozo con sus cien marcos, tres meses de salario al cambio del mercado negro en Polonia.
Al fin se mueve el tren y el colega holand¨¦s pregunta c¨®mo se llama "la f¨¢brica esa de tractores al lado de Varsovia". Se trata de Ursus. La pregunta me desvela ya, porque en la revuelta de Ursus, en 1976, los huelguistas arrancaron las v¨ªas por las que pasa este mismo tren. Lo de descarrilar no tendr¨ªa gracia.
En el insomnio empiezo a pensar c¨®mo me las arreglar¨¦ para transmitir desde Varsovia. El tren se para en una estaci¨®n y casi contenemos la respiraci¨®n mi colega holand¨¦s y yo hasta que se pone de nuevo en marcha. Ya pas¨® la medianoche y, te¨®ricamente al menos, el tren deber¨ªa estar ya en territorio polaco cuando una nueva parada y la exclamaci¨®n de mi colega, en la litera del medio, me devuelven a la dura realidad: "Francfort del Oder", la ¨²ltima ciudad de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana.
Los golpes en la puerta despiertan a cualquiera, pero me acurruco debajo de las s¨¢banas y respiro aliviado cuando el funcionario s¨®lo se da cuenta de la presencia de mi colega, que se apresura a cerrar la puerta. Segundos despu¨¦s, nuevos golpes, y esta vez llegan hermanados: un polic¨ªa popular (vopo) de la RDA, un militar polaco, una funcionaria polaca y un polic¨ªa polaco.
Di¨¢logo surrealista
El vopo pregunta si hay alguien m¨¢s en el departamento, y yo quisiera desaparecer bajo las s¨¢banas, pero mi colega no tiene m¨¢s remedio que se?alarme. El polic¨ªa alem¨¢n me pone el sello de salida del pa¨ªs. Te¨®ricamente estoy ya casi en Polonia, pero el militar polaco dice que no hay nada que hacer.
En pa?os menores, el di¨¢logo resulta superrealista. El holand¨¦s explica una historia de la embajada, que le inform¨® mal, y yo pregunto por qu¨¦ hay que abandonar el tren. El militar polaco responde a mis preguntas "?huelga?" o "?cat¨¢strofe?" con un firme "d¨¦se prisa, fuera". Su colega alem¨¢n le dice "achtung (atenci¨®n), que los periodistas preguntan mucho". Para eso me molest¨¦ yo en esconder la m¨¢quina de escribir y en quitar todas las etiquetas de las bolsas de viaje...
En una casamata, en el and¨¦n de la estaci¨®n de Francfort del Oder, sufrimos el "suplicio de T¨¢ntalo" aplicado a un periodista. All¨ª, a unos metros, estaba Polonia, la primera p¨¢gina de todos los peri¨®dicos del mundo, y el expreso D-247 se march¨® con vagones que dec¨ªan "Par¨ªs-Varsovia", "Berl¨ªn-Riga", "Berl¨ªn-Leningrado". Los vopos de Francfort del Oder no se parecen a los robots que act¨²an en el muro de Berl¨ªn. Con'siete bajo cero de temperatura, se preocupan de que la estufa tenga carb¨®n y no pasemos fr¨ªo hasta las 3.26 de la ma?ana, en que saldr¨¢ un tren hacia Berl¨ªn Este.
En la barraca hay un mantel de pl¨¢stico horroroso, con flores de color azul, y un empapelado no menos horrible, con flores amarillentas. Un joven polic¨ªa de fronteras me empieza a hablar de "la horrible sequ¨ªa espa?ola" y de que "a los campesinos no les har¨¢ ninguna gracia". Luego seguimos con el Mundial-82; recordamos el gol de Sparwasser en Hamburgo, en 1974, contra la selecci¨®n de la RFA. El holand¨¦s habla de que Cruyff acaba de fichar por el Ajax de nuevo.
En la casamata no hay agua corriente y el polic¨ªa se disculpa con que "todo esto es muy viejo". Las ¨®rdenes son de no salir de la caseta hasta que salga nuestro tren. "Esta es una zona fronteriza y no pueden moverse por los andenes". Polonia est¨¢ all¨ª, a un tiro de piedra, al otro lado del r¨ªo Oder... La radio ayuda a matar las horas; se escucha algo as¨ª como "a Manolo, de Madrid, que quiere saludar a sus padres, que est¨¢n en Sevilla".
A las 3.26 sale el tren hacia Berl¨ªn Este, con un fr¨ªo tan grande que el hielo se mete hasta por dentro de las ventanillas. A las 4.30 de la madrugada transbordo al suburbano de Berl¨ªn Este. En el hotel llegamos a desayunar a las 5.30, cuando un colega alem¨¢n llega de pasar la noche fuera y se r¨ªe de nosotros con un "Ya os lo dec¨ªa yo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.