Una fascinaci¨®n brit¨¢nica
Los microprocesadores -los chips- est¨¢n rompiendo la tradicional vida brit¨¢nica. Los habitantes de estas islas miran con cierta envidia a ese Jap¨®n de la era tecnotr¨®nica, a su industria y a sus relaciones laborales. El debate sobre la productividad est¨¢ a la orden del d¨ªa. Desde el pasado 24 de octubre, cuando se inaugur¨® la primera parte de esta exposici¨®n, miles de londinenses han hecho cola para poder echar una mirada hist¨®rica sobre los or¨ªgenes del milagro nip¨®n.La acogida a esta exposici¨®n no pod¨ªa haber sido mejor, apoyada adem¨¢s por el ¨¦xito, a¨²n reciente, de Kagemusha la pel¨ªcula de Akira Kurosawa que, aparte de su gran belleza art¨ªstica y humana, vino a mostrar el triunfo de la ciencia y de la t¨¦cnica en el campo de las artes marciales.
Los brit¨¢nicos descubren ahora -o redescubren- el Jap¨®n del per¨ªodo Edo, y con ¨¦l, su literatura original, la gran desconocida en el mundo de las letras occidentales. Es ¨¦ste un choque cultural para un pueblo brit¨¢nico cuyos conservadores han dejado de conservar.
Una idea de estas diferencias culturales puede verse en las dificultades que ocasion¨® la organizaci¨®n de esta exposici¨®n, s¨®lo superadas tras seis a?os de negociaciones. Los japoneses quer¨ªan s¨®lo objetos de arte, y no objetos de la vida cotidiana, como los magn¨ªficos cofres taqueados o el rico ajuar de una novia, que, por su belleza, son arte en Occidente.
Tampoco entend¨ªan los organizadores japoneses la insistencia europea en la importancia de las clases sociales en la historia del arte. Estas dificultades quedan ahora atr¨¢s con esta exposici¨®n, que muestra obras provenientes de m¨¢s de dos centenares de museos y colecciones privadas.
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