Consecuencias de la guerra civil que perduran
En 1981 han pesado todav¨ªa en la convivencia nacional consecuencias de la guerra civil que termin¨® hace 42 a?os. La guerra civil fue considerada base del r¨¦gimen hasta 1975; la beligerancia se mantuvo hasta la muerte del que reclam¨® en su plenitud el papel de vencedor sin haber aspirado ni por un momento a ser el integrador de lo que tom¨® dividido.Los largos, largu¨ªsimos a?os no han bastado para barrer todos los recuerdos, y queda pendiente todav¨ªa, en algunos aspectos importantes, que se alcance, con el olvido, la pacificaci¨®n definitiva.
Desde la proclamaci¨®n de la Monarqu¨ªa constitucional el tema del Ej¨¦rcito republicano, el que fue vencido y sufri¨® el mayor rigor de la represi¨®n, ha aparecido varias veces en la Prensa y dem¨¢s medios de comunicaci¨®n, e incluso en el Parlamento. Hace pocos d¨ªas Miguel Angel Aguilar hablaba en este mismo diario de la Fraternidad Democr¨¢tica de Militares del Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica, en espera de que los derechos de los combatientes que representan sean reconocidos por el Estado.
Desde el principio, solucionar el problema de estos espa?oles ha sido considerado por pol¨ªticos y simples ciudadanos como "un importante factor de reconciliaci¨®n". De una reconciliaci¨®n basada en la Constituci¨®n misma, que en su art¨ªculo 14, al establecer la igualdad de todos los espa?oles ante la ley, deroga los privilegios de la victoria y las injusticias de la derrota.
Quienes nos resistiremos siempre a una demagogia antimilitarista y respetamos la profesi¨®n militar y, mientras no se llegue a la paz perpetua, consideramos necesario al Ej¨¦rcito, sabemos estimar la lealtad militar que sirve al poder del Estado y que sabe sacrificar, si es necesario, las convicciones en aras de la disciplina. Por lo mismo sabemos tambi¨¦n respetar a quienes como mando militar arrostraron en el momento dif¨ªcil de la derrota la suprema responsabilidad, sin hurtarse de ella.
Es evidente que la misma transici¨®n sin ruptura nos ha llevado por fin lejos de los supuestos de la victoria. Los espa?oles han vuelto al ideal del imperio de la ley y han fundamentado su Estado, mediante la Constituci¨®n, en la libertad y la igualdad. La legalidad no se basa ya en la victoria de una guerra entre hermanos. La guerra no sirve ya de fundamento a nada, y la superaci¨®n de todas sus consecuencias es obligaci¨®n de las generaciones nuevas, que, felizmente, no necesitan fundamentar el poder pol¨ªtico en ella.
Los militares que fueron leales al Gobierno y los que entraron a servir durante la guerra misma no siguen siendo los que el vencedor ante s¨ª declar¨® "vencidos y desarmados". Si reconocemos que, la guerra civil fue una desgracia para todos, y que en buena parte se produjo porque por aqu¨ª pas¨® entonces, como "sombra de Ca¨ªn", una de esas divisorias terribles de la pol¨ªtica mundial que luego han pasado por Corea, por Vietnam y por otros pa¨ªses, entenderemos lo que hubo en ella de fatalidad. El antiguo Ej¨¦rcito republicano, reducido cruelmente por las sentencias en juicio sumar¨ªsimo en que se aplicaba ins¨®litamente la figura de delito de "rebeli¨®n militar" a quienes se opusieron a los iniciadores de ella, castigado adem¨¢s por el paso de largos a?os, representa puras virtudes militares: valor y lealtad, y espera ese abrazo de Vergara" que no se ha producido todav¨ªa.
Y la verdad es que nadie se atrevi¨®, ni aun en la primera euforia de la victoria, a dar una ley que anulara formalmente todos los actos de Gobiernos que, hasta 1939, fueron ante casi todas las naciones reconocidos como leg¨ªtimos sujetos. de derecho. Y entre sus actos y disposiciones est¨¢n los nombramientos y grados de los militares republicanos.
Ya hace a?os, en 1978, se plante¨® en el Ministerio de Defensa un proyecto para reparar esta situaci¨®n, sobre la que pesa a¨²n todo el rigor de la guerra civil. Seguramente el proyecto aquel no era del todo satisfactorio, al limitar con la fecha del 18 de julio el concepto de carrera militar. Como hizo patente entonces el se?or Ballar¨ªn, presidente de la Comisi¨®n de Defensa del Senado, lo importante de este,paso es que signifique la definitiva "reconciliaci¨®n de los dos EJ¨¦rcitos" que supieron enfrentarse con comparable valor y dignidad, y con respeto como militares a las leyes de la guerra.
En realidad, el Ej¨¦rcito espa?ol actual y futuro, que se recluta, mediante el servicio obligatorio, entre todos los espa?oles, es el Ej¨¦rcito de todos, igual de los hijos o nietos de los vencedores que de los vencidos de ayer.
En relaci¨®n con ello est¨¢ tambi¨¦n que los monumentos a los muertos, a los ca¨ªdos por la patria en un per¨ªodo de embriaguez, de locura y de error, si han de ser, como deben, respetados por todos, han de convertirse, sin s¨ªmbolos de lucha, en recuerdo conjunto de todos.
Quienes a nuestra edad queremos que aquello que vivimos y experimentamos, a veces, no lo negaremos, con apasionamiento, pase definitivamente al pasado, sentimos la impaciencia de que se corrijan todas las consecuencias de la guerra civil, especialmente una tan simb¨®lica como la que afecta a quienes en vanguardia, en batallas decorosas para vencedores y vencidos, se enfrentaron con honor.
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