Los misterios de la memor¨ªa personal de Georges Simenon
JOSE MARIA DE AREILZAA principios del pasado a?o el escritor belga Georges Simenon anunci¨® que dejaba de escribir novelas para dedicarse a escribir sus memorias. "Mis memorias ser¨¢n", afirm¨® Simenon, "totalmente verdaderas, c¨¢ndidas y verdaderas. Por tanto, resultar¨¢n estremecedoras". El hombre de la pipa, que vive en Suiza alejado de la fama que le ha procurado su literatura de masas, tiene ya 78 a?os. Cree haberlo dicho todo, excepto aquello que m¨¢s le importaba a ¨¦l. Lo logr¨® en esas memorias, que hace tres semanas fueron publicadas por la editorial Presse de la Cit¨¦, de Par¨ªs. En este art¨ªculo se hace un recorrido por ese libro.
Confieso mis predilecciones, por tres escritores de habla francesa de muy diversa condici¨®n y estilo. Uno de ellos, franc¨¦s; otro, norteamericano; otro, de nacionalidad belga. Marcel Proust me cautiva por el volumen que supo dar al examen en profundidad de su memoria psicol¨®gica, estirando su contenido hasta limites entonces desconocidos. Fue, como dice Mauriac, un hombre que se sumergi¨® en el pasado de sus vivencias, buceando en ellas durante largas horas y apareciendo un d¨ªa en la superficie con un sorprendente tesoro recogido en las oscuras e interminables galer¨ªas, de las que pocos hab¨ªan sabido encontrar el itinerario adecuado.De Julian Green cabe decir que su obra entera es un interminable mon¨®logo. Escribe un diario de su conciencia, turbada a veces, proclive al pecado, arrepentida siempre. En su intimidad se dan cita el puritanismo de la Nueva Inglaterra, el rastro de Pascal y el fervor del converso. Se ha se?alado con frecuencia el rigor implacable de la moral protestante en cotejo con la generosidad de la pastoral cat¨®lica para ciertos desv¨ªos. En los textos de Green se refleja esa alternativa con obstinada reiteraci¨®n. Pero el escritor franco-americano posee en grado supremo el don de ilumiar, con leve retoque literario, un episodio cualquiera de su quehacer cotidiano, de sus lecturas, de sus visitas, elevando el comentario banal a reflexi¨®n profunda en un cambiante calidoscopio de im¨¢genes y met¨¢foras.
Entrar en otro mundo
Con Simenon se entra en otro mundo. Es un narrador de capacidad patol¨®gica. Su biograf¨ªa es una larga aventura de viajes y residencias distintas en Europa y en Am¨¦rica. Mientras vive y traslada su casa de un lugar a otro, escribe sin cesar novela tras novela. La caracter¨ªstica de esos trabajos es la velocidad inveros¨ªmil que imprime a su redacci¨®n. Hay ¨¦pocas en que publica cinco novelas al mes. Durante la agitada y angustiosa ocupaci¨®n de Francia por los nazis se encuentra el escritor en un rinc¨®n de la Vend¨¦e, aislado en una granja cuyas tierras cultiva con esmero. Lo sorprendente es comprobar c¨®mo, en medio del estr¨¦pito de la terrible contienda mundial, acierta a seguir componiendo relatos de aventuras y novelas policiacas absolutamente ajenas al conflicto que le rodeaba.
Simenon es autor pr¨®digo e inacabable. Su obra, como su vida, es un cont¨ªnuo derroche. Gana fortunas y las gasta en alquilar castillos en Francia; en poseer coches de lujo y caballos de pura sangre; edifica residencias suntuosas; recorre el mundo entero; alterna con el todo Par¨ªs durante varios a?os y se divorcia dos veces; y protagoniza centenares de lances amorosos; miles, seg¨²n su jactanciosa e improbable afirmaci¨®n. Y se vuelve finalmente al retiro peque?o, reducido, de Lausanne, acompa?ado de una mujer italiana, mientras su anterior compa?era, canadiense, le lleva a los tribunales y publica un libro atroz, denunciante y apasionado, que trata de ser un esc¨¢ndalo, pero que tiene, en realidad, escaso eco publicitario.
Enfundar la m¨¢quina
A los setenta a?os decide colgar la pluma y enfundar la m¨¢quina. Dice que es por prescripci¨®n facultativa. Pero al cabo de unos meses aparece el primero de sus vol¨²menes que contienen las dict¨¦es. Una serie de cerca de veinte tomos que son dictados al magnet¨®fono y transcritos luego. Tienen menos consistencia que su obra escrita y caen inevitablemente en la reiteraci¨®n y en la minucia dom¨¦stica. Y cuando ya parec¨ªa clausurado el ciclo, he aqu¨ª que surge un nuevo volumen escrito, de m¨¢s de seiscientas p¨¢ginas. Son las Memorias ¨ªntimas.
El escritor nos ofrece su pasado en forma de relato dirigido a sus hijos. El hilo de la narraci¨®n es largu¨ªsimo y desigual. El tono es, a ratos, de un insolente desenfado, y en ocasiones, de un nost¨¢lgico lirismo entreverado de sensualidad., A Sommerset Maugham, otro narrador soberano del habla inglesa, que ocultaba cuidadosamente sus recovecos ¨ªntimos, lo desnud¨® despu¨¦s de su muerte Ted Morgan, en un exhaustivo y documentado inventario de sus amores que produjo cierta estupefacci¨®n. Simenon ha preferido desnudarse a s¨ª mismo, en un strip-tease integral, en que tambi¨¦n incluye a los suyos. Su ¨²nica hija, Mari-Jo, que era la preferida, se suicid¨® en Par¨ªs hace cuatro a?os, no sin dejar una serie de notas, canciones y diarios que permiten reconstruir el pat¨¦tico itinerario de una muchacha joven, llena de talento y ambici¨®n creativa, hacia el nihilismo, la desesperaci¨®n, el desequilibrio ps¨ªquico y la aniquilaci¨®n voluntaria. Las Memorias ¨ªntimas contienen esa documentaci¨®n in¨¦dita como un anejo desgarrador y sombr¨ªo que cierra la biograria del novelista bajo el signo del escepticismo y de la amargura.
Gente corriente
?Cu¨¢l es el secreto del escritor Simenon, que le ha dado tantos millones de lectores en el mundo entero? Pienso que, junto al insuperable talento expositivo que pone en pie el perfil de los personajes en pocos momentos de iniciarse la narraci¨®n, hay en ¨¦l un profundo instinto psicol¨®gico que conecta con los resortes m¨¢s veros¨ªmiles en la motivaci¨®n de los actos humanos. Los miles de seres de ficci¨®n inventados por la fantas¨ªa del escritor no s¨®lo act¨²an de modo coherente, sino que reflejan los h¨¢bitos y las reacciones del hombre de la calle, del common man, del uomo qualunque de nuestro tiempo. La mayor¨ªa son personas corrientes, incluso vulgares,a quienes las circunstancias confieren un protagonismo efimero. El ¨¦xito de sus novelas viene dado en gran parte por la inequ¨ªvoca sensaci¨®n del lector de hallarse inserto en el mundo literario inventado como un espectador m¨¢s de los que pululan en el escenario descrito por el autor. Quiz¨¢ fuera esa una ra¨ªz an¨¢loga a la que diera en su d¨ªa la fama a Balzac y la popularidad a Dickens. Tambi¨¦n es posible que el trasfondo nihilista, agn¨®stico y negativo que encierra gran parte de la obra de Simenon responda a la oscura necesidad del hombre moderno de saborear en la ficci¨®n la hondura del abismo metaf¨ªsico que contiene la sociedad desarrollada, para tratar de compensarla en la vida real con otros valores de afirmaci¨®n y de esperanza.
Las Memorias ¨ªntimas, escritas desde febrero a noviembre de 1980 y revisadas en febrero de 1981, constituyen en todo caso un exponente de vitalidad y lucidez asombrosos.
Simenon describe en un pasaje del texto c¨®mo funciona su memoria de los sentidos: "Conservo del pasado un n¨²mero de im¨¢genes que me sorprende. Im¨¢genes coloreadas, movientes, como si un filme de color se proyectase a voluntad en mi cerebro. Con la ventaja que se acompa?a de olores, de fr¨ªos, de calor, de la tibieza o dulzura del ambiente de cada instante evocado".
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