El final de otro secuestro
JOSE LIPPERHEIDE ha sido puesto en libertad, sano y salvo, por los terroristas de ETAm, que le reten¨ªan en su poder desde hace un mes. Desde el punto de vista humano, al fin y al cabo el decisivo en estos atroces atentados, s¨®lo cabe alegrarse ante el desenlace del suceso. Pero, a diferencia del caso del doctor Iglesias, este secuestro no ha llegado a feliz t¨¦rmino como consecuencia de una operaci¨®n policial. Dado que no parece que los terroristas se sintieran acosados o cercados, y descartando por absurda la idea de que se hayan apiadado gratuitamente de su v¨ªctima, lo m¨¢s sensato es suponer que ha existido una negociaci¨®n -cuyo contenido s¨®lo se adivina y en torno a la cual el silencio de las autoridades es completa- entre los secuestradores y la familia del reh¨¦n. El excesivo triunfalismo que rode¨® el brillante ¨¦xito de Trasmoz tal vez suscite ahora, como reacci¨®n, cr¨ªticas injustificadas o excesivas contra unos cuerpos de seguridad alabados hasta la adulaci¨®n hace s¨®lo dos semanas por cumplir, con eficacia y acierto, su deber. Tan absurdo ser¨ªa afirmar que nuestra polic¨ªa es "la mejor del mundo", calificaci¨®n que recuerda los acomplejados a?os de nuestra forzosa autarqu¨ªa, como infravalorar las enormes dificultades inherentes a la liberaci¨®n por los cuerpos de seguridad de un secuestrado. La comparaci¨®n entre los casos del doctor Iglesias, secuestrado por ETApm, y Jos¨¦ Lipperheide, apresado por la banda terrorista rival, obliga, por lo dem¨¢s, a recordar que ETAm todav¨ªa puede jactarse de no haber perdido la partida en ninguno de los secuestros por ella perpetrados.El desenlace de este suceso, que crea una fuerte presunci¨®n a favor de la hip¨®tesis del pago de un fuerte rescate, comprensible actitud de la familia Lipperheide a falta de suficientes garant¨ªas del Estado sobre una liberaci¨®n policial r¨¢pida y segura de la v¨ªctima, dar¨¢, desgraciadamente, nuevos ¨¢nimos a los terroristas para proseguir sus actividades extorsionistas, y tal vez debilite la voluntad de algunos industriales, comerciantes y profesionales a quienes ETAm exige peri¨®dicamente dinero, con la amenaza de muerte o el secuestro, y que hab¨ªan resuelto recientemente no ceder ante el chantaje. La campa?a emprendida por el Gobierno de Vitoria y secundada por las fuerzas democr¨¢ticas del Pa¨ªs Vasco para que los ciudadanos no doblen las rodillas ante los terroristas deber¨¢, as¨ª, elevar todav¨ªa m¨¢s su tono y prolongarse, de a?adidura, en planes de seguridad ciudadana y de protecci¨®n que permitan a los amenazados confiar en que nuestras autoridades velar¨¢n por sus vidas como contrapartida de los sufragios y de los impuestos que reciben de la sociedad. La negativa a pagar las exacciones mafiosas nace en muchos casos del valor ¨¦tico y del coraje c¨ªvico de los desafiados por el chantaje, pero el aparato del Estado -de la Administraci¨®n central y de las instituciones de autogobierno- debe dar un respaldo pol¨ªtico y una cobertura policial a esas decisiones morales.
Finalmente, la plausible hip¨®tesis del pago de un rescate sit¨²a otra vez en primer plano el crucial tema del santuario que el Gobierno de Par¨ªs ofrece a los terroristas en el departamento de los Pirineos Atl¨¢nticos para descansar de sus cr¨ªmenes, adquirir armamento, cobrar las exacciones mafiosas, blanquear el dinero negro de esos pagos en negocios legales franceses y planear nuevos golpes. El fen¨®meno de ETA, ciertamente, no es un invento fabricado allende nuestras fronteras, sino que tiene sus or¨ªgenes en la pol¨ªtica represora del franquismo y hunde sus ra¨ªces en la la complejidad de la sociedad vasca. Ahora bien, el presidente de la Rep¨²blica, su primer ministro, el ministro del Interior y los partidos que integran la mayor¨ªa parlamentaria en Francia no pueden ser ni tan ingenuos ni tan c¨ªnicos como para negar la evidencia de que el terrorismo nunca podr¨¢ ser suprimido -por muy eficaz que sea la combinaci¨®n de soluciones pol¨ªticas y medidas policiales aplicadas por las instituciones democr¨¢ticas espa?olas- mientras las autoridades de Par¨ªs permitan a las diferentes ramas de ETA recomponer sus fuerzas, comprar y conservar armas, cobrar el fruto de sus chantajes y disponer de una casi completa libertad de movimientos a pocos kil¨®metros de la frontera de Ir¨²n.
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