Las bayonetas polacas no borran la memoria
Esta guerra no fue declarada. En el curso de una noche de s¨¢bado de diciembre, funcionarios del servicio de seguridad aporrearon nuestras casas, rompieron las puertas con barras de hierro, golpearon, nos pusieron esposas y nos llevaron, en calidad de internados, a las c¨¢rceles.Eramos los primeros prisioneros en esta guerra del r¨¦gimen comunista contra su propio pueblo. Aquella acci¨®n nocturna fue la primera batalla victoriosa del general.
As¨ª se cumpli¨® sobre todo el acuerdo del IX Congreso del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP, comunista) sobre la incompatibilidad de puestos: Jaruzelski, simult¨¢neamente ministro de Defensa, primer ministro y primer secretario del partido, se convirti¨® tambi¨¦n en el jefe del Consejo Militar para la Salvaci¨®n Nacional (WRONA, en abreviatura). Wrona significa tambi¨¦n las cornejas. A partir de ahora, los polacos asociar¨¢n para siempre la palabra con el horrible p¨¢jaro, con la caricatura del ¨¢guila que aparece en el escudo polaco.
Los historiadores del futuro sabr¨¢n rendir los honores a la precisi¨®n del golpe, a la perfecta elecci¨®n del momento, la excelente ejecuci¨®n de la acci¨®n. El historiador describir¨¢ la firmeza con que rompi¨® toda la resistencia del enemigo, y el poeta cantar¨¢ los grandiosos triunfos militares de este Ej¨¦rcito en las calles de Gdansk, en las f¨¢bricas de Varsovia, en las siderurgias, las delinas y los astilleros. El general Jaruzelski increment¨® la gloria de las armas polacas conquistando con una h¨¢bil maniobra la radio de Varsovia, el edificio de la televisi¨®n y la central telef¨®nica. Realmente, desde la batalla del rey Sobieski, en las puertas de Viena, en 1683, ni uno solo de nuestros dirigentes puede apuntarse tales ¨¦xitos. Ahora, los m¨²sicos compondr¨¢n sinfon¨ªas, los pintores inmortalizar¨¢n los ataques victoriosos, los directores escenificar¨¢n pel¨ªculas patri¨®ticas, y todo eso en honor de la noche de diciembre. El Consejo de Estado crear¨¢ sin duda una nueva condecoraci¨®n para los participantes en la campa?a de diciembre de 1981.
Vamos a dejarnos de bromas. Aunque la propaganda gubernamental lanza estos acordes, vamos a dedicarnos, todav¨ªa anestesiados y aturdidos, a interrogarnos sobre el significado de lo ocurrido.
Triunfa la contrarrevoluci¨®n
En la noche del 12 al 13 de diciembre, la minor¨ªa dirigente comunista empez¨® a defender desesperadamente su posici¨®n de clase dominante, su poder y sus privilegios. El estado de la minor¨ªa dirigente -no es necesario dar m¨¢s razones- estaba, de hecho, amenazado, y no s¨®lo en Polonia, sino en la totalidad del bloque comunista.
El golpe de diciembre no ten¨ªa como objetivo la realizaci¨®n de utop¨ªa comunista, fue m¨¢s bien una contrarrevoluci¨®n cl¨¢sica dirigida contra los trabajadores en nombre de la defensa de los intereses conservadores del antiguo r¨¦gimen. En contra de las afirmaciones de la propaganda oficial, no fue de ninguna manera la respuesta a un intento de tomar el poder pol¨ªtico. Solidaridad no dispon¨ªa ni de un "Gabinete en la sombra" ni de un programa para el golpe de Estado.
La historia del origen del caos de diciembre empieza con el con flicto fundamentalmente insoluble entre un movimiento social de mi llones de personas, organizadas en Solidaridad, y las estructuras totalitarias de un Estado comunista. El simple hecho de la existencia de una instituci¨®n independiente y autogestionada, apoyada por el pueblo, era inaceptable.
No se trataba del poder en s¨ª, sino del poder absoluto, es decir, las fronteras de la nomenklatura del partido, del estilo en el ejercicio del poder. Se trataba del Esta do de Derecho, del contenido del compromiso acordado entrego bernantes y gobernados, es decir, del pluralismo en la vida social, la configuraci¨®n de la autogesti¨®n en las empresas y a nivel territorial.
La realizaci¨®n del programa de reformas, que comprend¨ªa todos esos ¨¢mbitos vitales, pon¨ªa en tela de juicio el principio fundamental de la dominaci¨®n comunista sobre el Estado y la sociedad. Era evidente que el aparato no renuncia r¨ªa voluntariamente ni a un ¨¢pice de poder, y que por eso los conflictos fueron inevitables. Nosotros cre¨ªmos, sin embargo, que las cosas discurrir¨ªan de otra forma, no cre¨ªmos que el aparato de poder intentar¨ªa solucionar los conflictos sociales con la violencia militar, empleando, en vez de la fuerza de los argumentos, los argumentos de la fuerza.
Esta no es la primera crisis en la historia de los Estados comunistas. Sin embargo, cualquiera que compare los doce meses preceden tes a los acontecimientos de 1956, la primavera de Praga y los quince meses polacos advierte las caracter¨ªsticas espec¨ªficas y las diferencias significativas a pesar de algu os puntos comunes.
Com¨²n fue el deseo de ampliar los derechos civiles y nacionales. Las diferencias se basaban en la din¨¢mica de las transformaciones sociales. En 1956, el impulso reformista vino de Mosc¨², de las salas del 20? Congreso del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en el que la burocracia del partido liquid¨® la todav¨ªa presente sombra de Stalin y prescindi¨® del hacha que el aparato de seguridad blan d¨ªa sobre sus cabezas.
Los movimientos dentro del partido que sacudieron a Polonia y Hungr¨ªa en 1956 tuvieron aqu¨ª su origen. En Polonia, la autoridad del reci¨¦n salido de la c¨¢rcel Gomulka supon¨ªa una garant¨ªa suficiente para el Kremlin y la sociedad polaca. Para el Kremlin, Gomulka era un comunista recalcitrante, con el que, a pesar de todo, era posible entenderse. Para los polacos, ¨¦l era un portavoz de sus deseos nacionales y democr¨¢ticos.
Hungr¨ªa y Checoslovaquia
En Hungr¨ªa, la resistencia del ala estalinista del aparato condujo a una situaci¨®n en la que la calle en rebeld¨ªa empez¨® a dictar el ritmo de los cambios. El aparato de poder se vino abajo como un castillo de naipes. La intervenci¨®n sovi¨¦tica fue una consecuencia directa de este hecho.
En Checoslovaquia, el a?o 1968 fueron sectores del aparato dentro del partido quienes se dieron cuenta de que la ineficiencia del sistema comunista y su propensi¨®n para el despilfarro y el atraso aumentar¨ªan sin reformas profundas.La esencia del conflicto en Checoslovaquia estaba en el deseo de la fracci¨®n liberal victoriosa de Dubcek -en esto apoyada por el conjunto de la sociedad- en llevar a cabo unas reformas democr¨¢ticas planeadas desde arriba unido a una suavizaci¨®n de la dependencia respecto a la central sovi¨¦tica.
El "socialismo de rostro humano" checoslovaco ten¨ªa muchas caras: desde un reformismo moderado de gentes del aparato hasta la visi¨®n pluralista de la sociedad, existente en los escritos publicistas inconformistas. El factor decisivo fue la rebeli¨®n de los l¨ªderes checoslovacos contra el dictado sovi¨¦tico y el deseo de legitimar su poder en el apoyo de su propia sociedad y no en las oficinas del Kremlin.
Comunismo de dientes rotos
En Polonia, la situaci¨®n era diferente. Aqu¨ª es dif¨ªcil hablar de un "socialismo de rostro humano" era m¨¢s bien un "comunismo con los dientes rotos", un comunismo que ya no puede morder m¨¢s y que no se pod¨ªa defender contra el ataque de la sociedad organizada Esta represi¨®n no ten¨ªa nada que ver con el empleo de la violencia.
En contra de las declaraciones hist¨¦ricas sobre la contrarrevoluci¨®n abierta y el terror fascista en las f¨¢bricas, durante la revoluci¨®n polaca no se mat¨® a nadie ni se de rram¨® una gota de sangre. Muchos observadores se planteaban la pregunta: ?C¨®mo se explica esto?
La historia del proceso del movimiento reformista polaco -o tambi¨¦n de la revoluci¨®n polaca autolimitada- tiene su origen fue ra de las instituciones de la vida p¨²blica oficial. Desde hace muchos a?os existen y trabajan en Polonia grupos de la oposici¨®n de mocr¨¢tica apoyados con simpat¨ªa por amplios c¨ªrculos de la opini¨®n p¨²blica y protegidos por el para guas eficaz de la Iglesia.
Bajo la l¨ªnea relativamente tole rante del equ¨ªpo de Gierek -tolerancia surgida de las conexiones con Occidente y de la debilidad pol¨ªtica, no de un liberalismo pol¨ªtico- se realizaron intentos de autoayuda y autodefensa social. Se organiz¨® una vida intelectual independiente y se crearon escenarios no censurados de una lucha por la libertad.
El n¨²cleo central del programa de esos c¨ªrculos opositores -el m¨¢s popular fue el Comit¨¦ de De fensa de los Trabajadores (KOR), fundado despu¨¦s de las huelgas de junio de 1976- se basaba en el de seo de transformar la sociedad y reconstruir las conexiones sociales fuera de las estructuras oficiales.
La cuesti¨®n central no era "?C¨®mo se puede reformar el ejercicio del poder?", sino, "?c¨®mo es posible defenderse de este sistema?".
Este esquema mental repercuti¨® sobre el desarrollo de la huelga de agosto, sobre la forma de las exigencias de la huelga, sobre el programa, la estrategia y la t¨¢ctica de la actuaci¨®n de Solidaridad.
La fuerte lucha por la reforma de las estructuras totalitarias dur¨® quince meses. El punto culminante de las luchas fue tan at¨ªpico como su proceso. La declaraci¨®n oficial de guerra a la sociedad surgi¨® de la naturaleza de los conflictos precedentes. La guerra, dijo Clausewitz, es la continuaci¨®n de la pol¨ªtica seguida en tiempos de paz, pero con otros m¨¦todos. Esta vez fue tina guerra contra la sociedad organizada, emprendida por un Estado que es un instrumento de las fuerzas pol¨ªticas organizadas en el Pacto de Varsovia.
El an¨¢lisis de los errores cometidos por Solidaridad ser¨¢ durante largo tiempo motivo de discusi¨®n en Polonia. A un pueblo y a una mujer -por citar la acertada formulaci¨®n de Karl Marx- nunca se les perdonar¨¢ el momento de descuido en que permitieron fue un sinverg¨¹enza les sometiese.
El sindicato, que era realmente un frente de solidaridad nacional, encarnaba todas las partes buenas y malas de la sociedad que lo Pari¨®; una sociedad que ha vivido 37 a?os alejada de todas las instituciones democr¨¢ticas, fuera de las esferas de cultura pol¨ªtica; una sociedad, al mismo tiempo rebelde y medrosa, en la que el honor, libertad y solidaridad est¨¢n considerados los valores supremos y, con mucha frecuencia, el compromiso se equipara con reniego y capitulaci¨®n.
Polonia no olvida Yalta
Solidaridad era un movimiento democr¨¢tico del mundo del trabajo, que funciona en un entorno antidemocr¨¢tico, dentro de las estructuras totalitarias de un sistema, cuya ¨²nica legitimaci¨®n comprensible para la mayor¨ªa se basaba en el contenido de los acuerdos de la conferencia de Yalta.
Los polacos no necesitan que les recuerden el contenido de esos acuerdos, como hacen los que parecen opinar que los derechos humanos s¨®lo corresponden a las personas que viven al oeste del Elba, mientras que para los salvajes del Este les quedan reservados el l¨¢tigo y el alambre de espinos, como instrumentos adecuados para regular ordenadamente el mecanismo de la vida p¨²blica.
Los polacos no han olvidado Yalta. El problema consist¨ªa en traducir las realidades de Yalta a un lenguaje contempor¨¢neo. Esto no era f¨¢cil.
El movimiento social, potente y espont¨¢neo, que se constituy¨® sin modelos, de un d¨ªa para otro, en medio de un conflicto permanente con el aparato de poder, no ten¨ªa ninguna etapa n¨ªtidamente definida y ninguna definici¨®n clara sobre una coexistencia con el r¨¦gimen comunista. Se dejaron provocar f¨¢cilmente cayendo en enfrentamientos por cuestiones sin importancia, hab¨ªa dentro muchos sustitutivos de conflictos, mucho desorden, incapacidad, desconocimiento del enemigo y sus m¨¦todos de acci¨®n.
Solidaridad pod¨ªa ir a la huelga, pero no pod¨ªa esperar; dominaba la t¨¦cnica del ataque frontal, pero no la de la retirada; ten¨ªa ideas b¨¢sicas, pero ning¨²n programa para una actuaci¨®n paso a paso.
Solidaridad era un coloso con pies de acero, pero manos de barro; era poderosa en las f¨¢bricas, entre los trabajadores, pero impotente en la mesa de negociaciones.
Solidaridad ten¨ªa un contrario ante s¨ª que no era capaz de decir la verdad, de mantener en marcha la econom¨ªa o de cumplir sus obligaciones propias, pero que pod¨ªa tina cosa: destrozar la solidaridad social. Ese arte lo hab¨ªa aprendido hasta la perfecci¨®n en los 37 a?os de su poder.
Ese socio -la minor¨ªa del poder- estaba en bancarrota, moral y financieramente, y, por su debilidad pol¨ªtica, era incapaz de realizar cualquier tipo de pol¨ªtica.
La debilidad pol¨ªtica fue interpretada por Solidaridad como debilidad general, y as¨ª se olvid¨® que
(1) El "octubre polaco", se situa en 1956, cuando Gomulka, que hab¨ªa sido perseguido bajo el estalinismo, lleg¨® al poder tras la rebeli¨®n obrera de Poznan.
Las bayonetas polacas no borran la memoria
un aparato represivo, intocado por la corrosi¨®n democr¨¢tica, puede ser un instrumento ¨²til en las manos de un poder dictatorial, sobre todo en manos de una dictadura que siente arder el suelo bajo los pies. El sistema comunista en Polonia era un coloso con pies de barro, pero con manos de acero Cuando exigieron elecciones al Parlamento y los ayuntamientos, los funcionarios de Solidaridad parecieron olvidar que esas palabras para los dominantes significaban una se?al de alarma y el anuncio de su pr¨®ximo fin. Repit¨¢moslo: Solidaridad no exigi¨® nunca arrojar a los comunistas del pode y sustituir el Estado por el aparato sindical. Sin embargo, si es un problema que las personas del aparato gobernante hayan deducido esto de las declaraciones de Solidaridad y carece de importancia hasta qu¨¦ punto las cosas eran as¨ªEllos advirtieron la presi¨®n de la base, que disolv¨ªa los comit¨¦s del partido en las f¨¢bricas; el fantasma de las elecciones para los ayuntamientos les aterrorizaba, ten¨ªan pesadillas ante un refer¨¦ndum nacional sobre la forma de una auto gesti¨®n y vieron que estaba pendiente una subida dr¨¢stica de precios. Su respuesta fue el golpe de Estado de diciembre, la ¨²ltima respuesta que ten¨ªan al alcance.
Solidaridad no esperaba un golpe de Estado y fue sorprendida. La responsabilidad no recae sobre los trabajadores, sino sobre todos aquellos -como el autor- que por su actividad intelectual estaban llamados para dar forma a una visi¨®n pol¨ªtica del sindicato.
Cr¨ªtica a Solidaridad
La reflexi¨®n te¨®rica -dicho entre par¨¦ntesis- sobre el tema de la transformaci¨®n del sistema iba a la pata coja detr¨¢s de los acontecimientos. Salvo f¨®rmulas triviales, apenas hab¨ªa ninguna reflexi¨®n pol¨ªtica. Finalmente, la praxis rebas¨® a la teor¨ªa, lo que no es nuevo en la historia polaca.
La disputa fundamental -aunque nunca precisada claramente- dentro de Solidaridad se refer¨ªa al ritmo de los cambios y su amplitud. Al principio, los partidarios de soluciones de compromiso ten¨ªan mayor¨ªa; sin embargo, con el tiempo se hizo evidente que el aparato del poder interpretaba como debilidad toda tendencia al acuerdo. Todas las concesiones tuvieron que ser impuestas por medio de huelgas o amenazas de huelga.
Las huelgas permanentes, h¨¢bilmente provocadas por el aparato de poder, agotaban a la sociedad, que estaba ya exhausta por las dificultades de la vida cotidiana. La falta de resultados positivos, en forma de mejoras palpables de la calidad de vida, provoc¨® una polarizaci¨®n y puso en tela de juicio el sentido de la t¨¢ctica huelguista.
Unos dec¨ªan: "Basta de huelgas que no conducen a nada". Otros dec¨ªan: "Ninguna huelga inconsecuente m¨¢s, necesitamos una huelga general que obligue al Gobierno a concesiones esenciales". Resulta dif¨ªcil decir qui¨¦n ten¨ªa la mayor¨ªa, pero con seguridad se o¨ªa m¨¢s a los segundos.
Precisamente ellos, en su mayor¨ªa j¨®venes trabajadores de grandes empresas, exig¨ªan de la direcci¨®n de Solidaridad una actuaci¨®n radical. Impedir esto result¨® cada vez m¨¢s dif¨ªcil, aunque tanto Walesa como Kuron lo intentaron.
El aparato del poder fue cada vez m¨¢s despreciado y cada vez fue tomado menos en serio. Casi nadie cre¨ªa que pudiese conseguir emplear a los soldados polacos para atacar a los trabajadores polacos. Casi nadie cre¨ªa en la posibilidad de un golpe militar.
La causa de ello fueron la ingenuidad y la ilusi¨®n -y tambi¨¦n la tradici¨®n de muchos a?os de la historia polaca-. Por esto parec¨ªa dif¨ªcilmente imaginable el intento de aterrorizar a la sociedad polaca con ayuda del Ej¨¦rcito polaco. Los meses precedentes hab¨ªan afirmado en la conciencia social una imagen del desarrollo de los conflictos entre el Estado y la sociedad, en el que no hab¨ªa espacio para victorias claras. Los planes de pat¨ªbulos y listas de proscritos s¨®lo exist¨ªan en las imaginaciones enfermizas de los notables del partido. El sindicato s¨®lo conoc¨ªa una respuesta al ataque del Gobierno: la huelga de ocupaci¨®n. El ataque del Ej¨¦rcito a las f¨¢bricas hizo ineficaz esta t¨¢ctica. Realmente, la conciencia de la falta de sentido de las formas pac¨ªficas de resistencia puede tener consecuencias catastr¨®ficas. La sangre derramada de los mineros del pozo Wujek puede ser una lecci¨®n constructiva sobre el lenguaje que se debe hablar con el Gobierno si se quiere conseguir algo.
Evitar un enfrentamiento
?Qu¨¦ pensaban los comunistas de Solidaridad? La crisis de agosto no fue una sorpresa para ellos, aunque el desarrollo de la huelga, la madurez de las exigencias, la disciplina y solidaridad de los trabajadores les caus¨® impacto.
Para el equipo de Gierek, que lleg¨® al poder sobre la ola de una rebeli¨®n sangrienta de los trabajadores de los astilleros, en diciembre de 1970, era un dogma evitar un choque armado con la clase trabajadora.
La autorizaci¨®n de un sindicato independiente en 1980 fue un acto de desesperaci¨®n, unido a la creencia de que el movimiento se limitar¨ªa a la costa del B¨¢ltico y, con el tiempo, se podr¨ªa manipularle y destruirle desde dentro. Cuando la ola de las huelgas de agosto oblig¨® al reconocimiento de un sindicato unitario a escala nacional, al aparato s¨®lo le quedaba la esperanza de desmoralizarlo a base de provocaciones y escindirlo desde dentro. Solidaridad supon¨ªa una amenaza mortal: liquidaba el principio de la ideolog¨ªa comunista de que el partido comunista representa a la clase trabajadora.
El plan de destruir con medios pol¨ªticos al sindicato fracas¨®. Sin embargo, los conflictos permanentes -como los de los presos pol¨ªticos, los s¨¢bados libres, el registro del sindicato agrario- y tambi¨¦n las querellas personales inspiradas desde fuera debilitaron al sindicato. Esto no mejor¨® en absoluto la situaci¨®n del aparato. Enfrentado y envenenado por la lucha por el poder, hab¨ªa surgido un problema de rango superior: el partido.
Un partido inexistente
El partido, entendido como comunidad organizada de sus miembros, no existi¨® por ninguna parte durante las huelgas de agosto. Ese instrumento, ¨²til en ¨¦pocas anteriores para la destrucci¨®n de la solidaridad social por medio del aparato, hab¨ªa fracasado esta vez. En su intento de resucitar de nuevo al partido, el aparato abri¨® literalmente la caja de Pandora. Por una parte, se buscaron chivos expiatorios, y as¨ª se publicaron pruebas cada vez m¨¢s chocantes de la corrupci¨®n del equipo Gierek. Por otra parte, las masas del partido empezaron a devolver sus carn¨¦s o, mucho peor, a organizarse en estructuras de base, que exig¨ªan una reforma democr¨¢tica del partido, una supresi¨®n del modelo estalinista, que se basa sobre la omnipotencia del aparato.
Aqu¨ª resid¨ªa la diferencia funda mental entre los recientes acontecimientos en Polonia y las crisis de los a?os 1956 y 1968. Entonces lo dirigentes comunistas (Nagy, Gomulka, Dubcek) estaban en condiciones de conquistar la confianza de la sociedad. El campo de los partidarios de una reforma desde arriba dispon¨ªa de un apoyo social.
En Polonia, el conjunto del partido se arrastraba detr¨¢s de los cambios. No era el partido quien estimulaba los cambios en la sociedad, sino un movimiento social fuera del POUP quien provoc¨® los cambios en las filas del partido.
Los programas de reforma del partido eran un completo anacronismo ante los objetivos de Solidaridad.
Los reformistas del partido en Polonia no formaban un bloque unitario. Entre la gente definida como tales hab¨ªa personalidades tan diversas como Andrezj Werblan, uno de los dictadores ideol¨®gicos en la era de Gomulka y de Gierek; Stefan Bratkowski, uno de los organizadores del grupo de discusi¨®n Experiencia y Futuro y presidente de la Asociaci¨®n de Periodistas; Wojciech Lamentowicz, un profesor de ciencia pol¨ªtica que ense?¨® durante 36 a?os en la escuela del partido; Zbigniew Iwanow secretario del partido y l¨ªder de la huelga de agosto en una f¨¢brica en Torun.
A pesar de sus diferencias, todos ellos fueron v¨ªctimas de una paradoja que forma parte del destino de los comunistas reformistas en todo el mundo.
Ellos reclaman la reforma de un partido totalitario, en nombre de la libertad humana y de la justicia social, contra el aparato burocr¨¢tico, que oprime la libertad de pensamiento y la creatividad y da preferencia a la mediocridad y la corrupci¨®n.
Por eso solamente pod¨ªan atacar eficazmente al aparato si se organizaban como un movimiento que recoge a todos, pero no como una fracci¨®n que lucha por el poder. Como fracci¨®n se exclu¨ªan autom¨¢ticamente del partido y, adem¨¢s, en una lucha pol¨ªtica cotidiana fueron obligados a emplear los mismos m¨¦todos que criticaban fuertemente en sus contrarios.
Las "estructuras de base" de algunas c¨¦lulas del partido fueron un intento de resolver la cuadratura del c¨ªrculo. Eran demasiado d¨¦biles para ganar y completamente inaceptables para el aparato. No pudieron resistir el contraataque masivo de las estructuras conservadoras del partido.
Los reformadores del partido polaco de la ¨²ltima era se mostraron como una caricatura de sus padres espirituales y sus hermanos mayores del octubre polaco y de la primavera de Praga. Aparentemente, su reformismo era menos abstracto, m¨¢s enraizado en la vida cotidiana, no inclu¨ªa los duros debates sobre la filosof¨ªa del j¨®ven Marx. En vez de esto, ellos discut¨ªan sobre la reforma econ¨®mica.Todo qued¨® en los comienzos. Este movimiento no encontr¨® ning¨²n tipo de apoyo en el patrimonio ideol¨®gico del mundo intelectual, era un ep¨ªgono y, al mismo tiempo, la etapa final del proceso de destrucci¨®n del comunismo real.
La sociedad manejaba ya un lenguaje normal, mientras que las ideas de los reformadores hab¨ªan permanecido prendidas en la tenaza del "nuevo lenguaje" marxista-leninista. Para los reformadores del partido, la cuesti¨®n central era:"?C¨®mo se puede democratizar el partido?", lo que deber¨ªa ser la clave de la democratizaci¨®n de la sociedad. Para la sociedad, por el contrario, la cuesti¨®n central era: "?C¨®mo se puede arrancar el m¨¢ximo posible de campos de la vida social del dictado de la nomenklatura del partido?".
El aparato del partido acus¨® a Solidaridad de ser un partido pol¨ªtico y no un sindicato. Solidaridad suger¨ªa al POUP que se desarrollase como un partido pol¨ªtico, que lucha por la credibilidad de la sociedad, en vez le aferrarse a la posici¨®n de un "sindicato de colaboradores del aparato de poder". Esta era la definici¨®n m¨¢s precisa del car¨¢cter social del partido comunista gobernante. Y esto fue decisivo.
El procedimiento democr¨¢tico del IX Congreso del POUP cambi¨® muy poco. En los puestos m¨¢s altos se eligieron, por v¨ªa democr¨¢tica, a gentes comprometidas definitivamente, entre ellos Albin Siwak, del que, en su d¨ªa, hab¨ªan querido crear tina especie de Stajanov polaco, un trabajador modelo con el carn¨¦ de funcionario del servicio de seguridad en el bolsillo. Con gente como Siwak en el Politbur¨®, el POUP no pod¨ªa contar con credibilidad social. La nueva direcci¨®n y el programa aprobado en el congreso eran abortos. La ¨²ltima esperanza del aparato era una escisi¨®n interna de Solidaridad y el papel mediador de la Iglesia.
Entendimiento nacional
Sobre esta base se edific¨®. La idea era un frente de entendimiento nacional cuyas flechas ser¨ªan el aparato de poder, la Iglesia y Solidaridad, simbolizado por el encuentro entre Jaruzelski, el primado Glemp y Walesa. Este fue el ¨²ltimo intento de anular al sindicato de forma no sangrienta. La Iglesia cat¨®lica, la m¨¢xima autoridad moral en Polonia, todav¨ªa m¨¢s fortalecida por el Papa polaco, tiende, sin lugar a dudas, a soluciones de compromiso. La Iglesia intent¨® tender puentes de entendimiento, suavizar las tensiones, influir moderadoramente, tanto sobre el aparato de poder como sobre Solidaridad.
Esto deber¨ªa ser un compromiso y no una renuncia del sindicato a sus propios principios y sus objetivos. Una forma de renuncia era la lista conjunta para las elecciones municipales, propuestas por el aparato de poder. Tales soluciones ni las pod¨ªa ni las quer¨ªa apoyar la Iglesia. Ese fue el punto de inflexi¨®n. Para el sindicato qued¨® claro que el conflicto era inevitable. Al poder estatal le pareci¨® completamente claro que la posibilidad de compromiso hab¨ªa llegado al ¨²ltimo l¨ªmite.
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