Reflexiones sobre la entrevista de Mallorca
La gran mayor¨ªa de los comentaristas pol¨ªticos espa?oles -dice el autor- manifestaron su sorpresa ante la convocatoria, unilateralmente decidida con urgencia por el Rey de Marruecos, de una entrevista a nivel de jefes de Estado en Mallorca. Extra?eza que se extendi¨® despu¨¦s, al convertirse lo que parec¨ªa un contacto personal entre monarcas en una sesi¨®n de trabajo de ministros de los dos pa¨ªses. Fernando Mor¨¢n revela aqu¨ª lo que considera son las claves fundamentales para entender la supuesta ambig¨¹edad de este encuentro.
El proceder de Hassan II de Marruecos es cualquier cosa salvo una innovaci¨®n. Se inscribe en la t¨¢ctica y estrategia tradicionales de su diplomacia; corresponde fielmente a su estilo, como persona y como gobernante. Ahora bien, el proceder habitual se inscribe en una coyuntura que le otorga unas caracter¨ªsticas espec¨ªficas. Coyuntura caracterizada por: a) la dif¨ªcil situaci¨®n en que se encuentra Marruecos en la cuesti¨®n del Sahara; b) el intento de Rabat de inscribir ¨¦ste tema en el marco del enfrentamiento entre Occidente y el Este, y la admisi¨®n inicial por Washington de este planteamiento; c) un momento en que tanto Marruecos como Espa?a est¨¢n definiendo su relaci¨®n defensiva y militar con Estados Unidos.La estrategia usa de dos instrumentos: a) convocar a Espa?a a una colaboraci¨®n general -si bien, formulada sin precisi¨®n- definida irreversiblemente por la historia, la geograf¨ªa, la tradici¨®n de amistad ("estamos condenados a entendernos"); b) en este marco de destino hist¨®rico com¨²n, presentar las diferencias territoriales como una secuela entorpecedora de magnos proyectos. La consecuencia del d¨ªptico, bajo la luz de nacionalismo marroqu¨ª, presentado en su dimensi¨®n irredentista, es que la colaboraci¨®n se esfuma, la tensi¨®n amenaza si no se admite el principio de la soluci¨®n de las diferencias territoriales en los t¨¦rminos de quien define el proyecto com¨²n.
El proyecto debe ser presentado al nivel adecuado. Que es, sin duda, el m¨¢s alto. Por quien representa y encarna la naci¨®n independiente marroqu¨ª, el rey. La oferta cobra uno u otro tono dependiendo de las circunstancias que imperan en los dos pa¨ªses. Cabe la pausa, la mesura, la irritaci¨®n, la presi¨®n. Dependiendo del juicio que de las circunstancias se haga el soberano, el cual, naturalmente, no siempre acert¨® en sus juicios.
Esta estrategia se encarna en un estilo. Espectacular, audaz, majestuoso, como de quien posee una doble legitimidad, tradicional -din¨¢stica y religiosa- y la legitimidad carism¨¢tica de un dirigente de un pa¨ªs hasta hace poco protegido y sometido a dominaciones. El estilo de Hassan Il en pol¨ªtica exterior no nace solamente de su personalidad -por tantos conceptos relevantes-, sino de su car¨¢cter de dirigente de un pa¨ªs reivindicador.
El estilo del rey corresponde a una realidad, pero a la vez la magnifica, creando una disparidad entre estilo y medios que conduce inevitablemente a crisis peri¨®dicas.
Tenemos los espa?oles antecedentes durante el largo proceso de la reivindicaci¨®n del Sahara: entrevista de Barajas (verano de 1963), aperturas a trav¨¦s de enviados especiales (Balafrech, Ibrahim, Garc¨ªa Vali?o, Mu?oz Grandes), visita impromptu (haci¨¦ndose invitar desde un hotel de Madrid) a El Pardo en julio de 1969, cacer¨ªas en Sierra Morena, etc¨¦tera. En cada entrevista, el d¨ªptico: la cooperaci¨®n ofrecida, la presi¨®n expl¨ªcita o insinuada.
El riesgo de las ignorancias y de las simplificaciones
Hay riesgos. Para los espa?oles, el de no entender que Marruecos se mueve por un impulso nacionalista que corresponde a su estructura hist¨®rica, y que este nacionalismo, originariamente nacido frente a Francia, se ha desviado, en buena parte, hacia nosotros. Nacionalismo que es un dato y que, controlado y encauzado, puede ser incluso positivo. Nacionalismo en las causas del nuevo orden econ¨®mico mundial: en la regulaci¨®n de las inversiones, en la protecci¨®n a las industrias de despegue, en la reserva de sus riquezas pesqueras. Para el rey de Marruecos, grave error ser¨ªa pensar que el apoyo de ciertos c¨ªrculos y las dobles y triples diplomacias que le condujeron al ¨¦xito de 1975 -fuente hoy de tantos duelos e incertidumbres- en el Sahara puedan tener la misma eficacia en una situaci¨®n pluralista como la espa?ola en la que se es consciente de las consecuencias de pasadas vacilaciones, ambig¨¹edades y cesiones.
Los malentendidos son nocivos para ambos pa¨ªses. Pero lo cierto es que el Gobierno marroqu¨ª ha sabido explotarlos durante a?os. En primer lugar, frente a su propio pueblo, haci¨¦ndole creer que hab¨ªa una admisi¨®n espa?ola en momentos en que esto no era cierto, incluso en los c¨ªrculos m¨¢s imbuidos de la idea de que "hab¨ªa que sostener por todos los medios al rey de Marruecos" y cuando, evidentemente, no lo era respecto a la opini¨®n general de nuestro pa¨ªs. El malentendido hac¨ªa necesario la clarificaci¨®n; pero, a medida que se le permit¨ªa continuar su curso, la clarificaci¨®n amenazaba con convertirse en crisis y el miedo a declararla hac¨ªa sobrevivir el equ¨ªvoco.
Marruecos, hemos dicho, se esfuerza en inscribir la estabilidad de su r¨¦gimen en el c¨®mputo de la tensi¨®n Este-Oeste. Ha logrado que la Administraci¨®n Reagan-Haig acepte este planteamiento. El norte de Africa entra en un proceso de globalizaci¨®n: las situaciones concretas ser¨¢n juzgadas en virtud del efecto que se les supone -desde una visi¨®n esencialmente militar- en el equilibrio.
La imagen que se desea transmitir -tal vez con la visita a Mallorca- responde a la misma finalidad. He aqu¨ª reunidos dos soberanos de dos pa¨ªses importantes para la posici¨®n Occidental, ambois vinculados a Estados Unidos por relaciones defensivas.
Globalmente, tom¨¦moslo como un todo estrat¨¦gico. Si la realidad de las debilidades del r¨¦gimen marroqu¨ª se extrapolase en la imagen -aunque solamente fuese en la imagen- al espa?ol, la relaci¨®n defensiva propia espa?ola tomar¨ªa el aspecto de una necesidad tal, que conducir¨ªa a mayor dependencia.
La espectacularidad buscada por Hassan II en Mallorca es, probablemente, debida a su estilo y estrategia. Pero es bueno que se sepa que, con toda simpat¨ªa y solidaridad con su pa¨ªs, el nuestro no se halla en callej¨®n tan obturado como el suyo.
Espa?a ha iniciado el proceso de negociaci¨®n de su relaci¨®n defensiva con Estados Unidos y la adhesi¨®n al Tratado del Atl¨¢ntico Norte (OTAN). M¨¢s tarde, si el tiempo y las elecciones no lo remedian, el de su forma de integraci¨®n en la OTAN. En dichos procesos, la parte espa?ola se esforzar¨¢ en colocar entre los supuestos - escenarios- defensivos y pol¨ªticos los que le son propios y que en ciertas circunstancias -que nadie desea y que nos esforzamos en evitar- pueden crear situaciones de tensi¨®n, incluso de conflicto. La defensa de un pa¨ªs se compone de su capacidad militar (defensa propiamente dicha) y de su capacidad de disuadir a un posible oponente. El Gobierno, al no admitir las enmiendas de la oposici¨®n en el momento de discutirse la autorizaci¨®n de adhesi¨®n a la OTAN, tendentes a que Ceuta y Melilla se inscribiesen en el ¨¢mbito de aplicacion del Tratado (art¨ªculo 6?), ha debilitado la disuasi¨®n, que, al fin y al cabo, depende de c¨®mo se la perciba. Sincera o interesadamente, ante su pueblo o ante terceros, Rabat puede hacer ver que hay dos niveles de garant¨ªa de defensa: uno, para Ceuta y Melilla; otro, para el resto (art¨ªculo 5? de la OTAN).
Si esto no es as¨ª, como no debe serlo, hay que decirlo claramente, y decirlo es no dejar prosperar malentendidos. Uno de ellos ser¨ªa que la relaci¨®n es global: EE UU-Espa?a-Marruecos. Que Marruecos y Espa?a es un conjunto estrat¨¦gico ¨²nico y que a esa unidad estrat¨¦gica sigue una coordinaci¨®n pol¨ªtica definida, principalmente, desde lo estrat¨¦gico, por un tercero.
Porque este tercero se erige as¨ª en ¨¢rbitro de la conjunci¨®n de los intereses de las dos partes y puede decidir no en virtud de los intereses de ellas, sino desde la globalidad. Todo equ¨ªvoco, pues, entre nuestro propio proceso, y debate, de definici¨®n respecto a Estados Unidos y los intereses de la unidad global debe ser, pues, ahogado en, el huevo.
No cabe duda de que -dentro de la cortes¨ªa y amistad que han. presidido las reuniones del m¨¢ximo nivel en Mallorca- el soberano espa?ol ha sido consciente de la necesidad de evitar ambig¨¹edades.
Quienes, guiados por un ferviente deseo de cooperaci¨®n y entendimiento con el pueblo marroqu¨ª, no deseamos que malentendidos de hoy conduzcan ma?ana a desenga?os, debemos exigir, una y otral vez, la clarificaci¨®n.
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