No, nunca, nadie, jam¨¢s
Con la conclusi¨®n del interrogatorio del comandante Pardo Zancada y el inicio del referido al tambi¨¦n comandante Cortina, se reanud¨® ayer la vista del juicio contra los 33 procesados por el intento de golpe de Estado, que hace ya la decimanovena sesi¨®n. El primero de ellos insisti¨® en que Milans le dijo en Valencia que habr¨ªa una operaci¨®n, respaldada por el Rey, que le colocar¨ªa a ¨¦l al frente de la JUJEM y al general Armada en la presidencia del Gobierno. Dijo ayer Pardo que Juste no conoc¨ªa con antelaci¨®n lo que iba a pasar, pero que de haberlo sabido por sus superiores, habr¨ªa parado la operaci¨®n. Por su parte el comandante Cortina neg¨® de forma insistente que fuera un agente del CESID quien condujo el 23-F hasta el Congreso a uno de los grupos de la Guardia Civil que lo ocuparon. Neg¨® tambi¨¦n, como ya lo hiciera ante el juez instructor, cualquier participaci¨®n en la preparaci¨®n de la rebeli¨®n militar y muy concretamente que ¨¦l interviniera en el encuentro entre Armada y Tejero.
Interrogar, a¨²n mediando tortura, al comandante Cortina tiene que ser un sufrimiento superior a las limitadas capacidades humanas de resistencia. La imagen de un feroz interrogador de Cortina acabando sudoroso y exhausto por confesar sus propias fechor¨ªas ante su indefenso interrogado no es del todo una historieta jocosa. Ayer el propio Presidente del Tribunal reconvino al comandante por su afici¨®n a contestar por el m¨¦todo Ollendorf y, a continuaci¨®n al p¨²blico -por sus risas-, puntualizando en¨¦rgico, enfadado y acaso irritado, que no estaba haciendo ning¨²n chiste. Y dec¨ªa la verdad. Las risas embozadas de familiares y observadores puntearon durante la tarde toda la deposici¨®n de este agente secreto, no por la gracia intr¨ªnseca de sus respuestas al fiscal o a los defensores sino por su inimiaginable capacidad para hablar, hablar, hablar y no llegar a ninguna conclusi¨®n, a ninguna aseveraci¨®n concreta, al reconocimiento de alguno de los hechos que se le pretenden imputar.En los pupitres de los periodistas numerosos bol¨ªgrafos regresan a los bolsillos en una rendici¨®n incondicional ante la facundia -y adem¨¢s r¨¢pida- de este comandante; hay momentos en que lo que dice carece sencillamente de sentido l¨®gico, hilaci¨®n, sujeto, verbo y predicado. Ni siquiera puede en su caso escribirse de metalenguaje: el comandante Cortina abusa del pre-lenguaje, balbuciendo oraciones como el que traduce a un idioma mal aprendido. Los periodistas de agencias informativas habr¨¢n tenido ayer que echar el resto para traducir coherentemente el interrogatorio de este hombre que todo lo niega y, si queda algo, lo embarulla.
Prematuramente calvo, nariz prominente, aspecto fuertemente talar, complexi¨®n fuerte en una estatura media, este comandante de la promoci¨®n del Rey, que siempre ha servido en destinos de espionaje y contraespionaje, habla con una voz nasal e irritante. El mismo se irrita en ocasiones y convierte el interrogatorio del fiscal en un di¨¢logo atropellado y superpuesto que tuvo que ser reconducido (esa palabra de moda en Campamento) por el Presidente en m¨¢s de una ocasi¨®n. Consulta sus notas con asiduidad y es un prodigio para las construcciones verbales derivativas y subordinadas; abre canales, acequias, desagues, ramales laterales a medida que progresa su pensamiento, hasta perder a su auditorio en frondosidades tales como la utilidad del Vip's madrile?o de Vel¨¢zquez, las cafeter¨ªas de los hoteles Cuzco y Eurobuilding o el restaurante La Jenara de la urbanizaci¨®n Monte Escorial.
Algo hemos sacado en claro: nuestros servicios secretos son -m¨¢s bien eran- asiduos del Cuzco y el Eurobuilding. Tejero dijo de ¨¦l que en la entrevista que mantuvieron en casa del comandante -que este niega- lo encontr¨® "borracho de verborrea". Por una vez Tejero resulta cre¨ªble y hasta puede decirse que se qued¨® corto en la calificaci¨®n. Sea como fuere es obvio que el comandante Cortina est¨¢ excelentemente entrenado; quienes le conocen se hacen lenguas de su habilidad y talentos y, obviamente, el jefe de operaciones especiales del CESID (inteligencia de la Defensa) no puede ser el hombre confuso y simple que parece hacer creer el interrogado.
El fiscal se emple¨® a fondo con ¨¦l. Estuvo m¨¢s duro y cortante que con cualquier otro interrogado. Cortina, junto con el capit¨¢n G¨®mez Iglesias (subordinado de aqu¨¦l en el CESID) es la pieza de este rompecabezas que amarra en la conspiraci¨®n al general Armada con Tejero y con Milans y sus subordinados de Valencia. Si no puede probarse la culpabilidad de estos dos agentes secretos, indefectiblemente bascular¨¢ a mayor o menor la responsabilidad de Armada o la del grupo de Milans. Pero si Cortina es culpable el fiscal podr¨¢ pasar un rasero compresor -y demoledor- por las dos bancas de los acusados. Como un martillo pil¨®n el general togado Claver ha acumulado evidencias y testimonios sobre los hombros de este oficial de aspecto ignaciano, comenzando por recordarle su inagotable capacidad para decir que no, ya evidenciada ante el juez instructor. Vano empe?o. No, nada, nunca, jam¨¢s... y el reventamiento de una presa verbal que aneg¨® la Sala. De tal inundaci¨®n cabe rescatar restos de naufragio, interesantes acaso antes para el anecdotario que para el esclarecimiento de los hechos:
Se le recuerda a este alto responsable del CESID como uno de sus hombres (el sargento Rando Parra, de la Guardia Civil) denunci¨® la vanagloria que hac¨ªa en p¨²blico el cabo del mismo Cuerpo, Monge, de haber guiado hasta el Congreso a la columna de guardias del capit¨¢n Mu?ecas. Ambos, Parra y Monge, est¨¢n a las ¨®rdenes de Cortina, pero, curiosamente, el sargento se encuentra a las ¨®rdenes del cabo. Cortina aduce que el sargento Parra cometi¨® una difamaci¨®n, pero que en cualquier caso era habitual en el servicio atribuirse falsam.ente la comisi¨®n de un hecho cierto para emboscar as¨ª la aut¨¦ntica naturaleza de una misi¨®n. A tenor de este razonamiento no es de extra?ar que el cabo Monge (quien efectivamente se encontraba en la ruta y en el horario de la columna de guardias asaltantes procedente de Valdemoro y, seg¨²n Cortina, siguiendo "a un objetivo que iba en un taxi") alardeara de hiber ayudado al asalto del Congreso con su radiotel¨¦fono. De esta manera -a lo que parece- distra¨ªa la atenci¨®n sobre lo del taxi. Llega a recordar Cortina que alg¨²n servicio de inteligencia que estaba trabajando en algo en los alrrededores fisicos y temporales del magnicidio de Carrero se atribuy¨® el atentado para cubrirse. Estupef¨¢cci¨®n en la Sala ante esta narraci¨®n de espionaje en la que el ladrillo de un hurto, valga el ejemplo, es h¨¢bilmente ocultado tras la monta?a de un asesinato o un golpe de Estado.
Cortina presume de haber mandado por navidades 350 felicitaciones. Ello no obsta para que despierte odios africanos y hasta miedo fisico. Tejero no parece amarle.
La raz¨®n puede haber que haya quedado apuntada ayer, cuando Cortina admiti¨® que 72 horas antes de que la Operaci¨®n Galaxia diera sus pasos hacia el palacio de La Moncloa ¨¦l y su servicio coadyudaron a investigar y abortar aquella intentona. El sargento Parra, por su parte, tras haber denunciado las alegr¨ªas reivindicativas del cabo Monge, es citado a las nueve de la ma?ana en la cafeter¨ªa del Hotel Cuzco por el comandante Cortina. En vez de acudir, recela y lo pone en conocimiento de otro comandante del CESID al que expresa dudas sobre su seguridad si acude a la entrevista.
La cafeter¨ªa del Cuzco parece en esta historia centro habitual de operaciones de nuestro agente secreto. Seg¨²n ¨¦l por cuanto es "equidistante" de sus "instalaciones", y cuenta con espacio para estacionar su veh¨ªculo, un quiosco de prensa y puede almorzarse o cenar m¨®dicamente. Estima el comandante que nunca hubiera citado a Tejero precisamente en esta cafeter¨ªa porque en ella es conocido. El fiscal pierde la paciencia: "?Qu¨¦ es eso de equidistante?. Puede ser usted equidistante de un hemisferio a otro. Si usted me dice que en esta cafeter¨ªa es conocido por que est¨¢ equidistante de otros sitios, no me est¨¢ diciendo nada". Lo m¨¢s que puede obtenerse de nuestro agente secreto es que el Cuzco equidista en unos treinta minutos de otros puntos en los que pueden situarse su domicilio, la central del CESID y otras instalaciones.
-? Pero, el Cuzco no est¨¢ muy pr¨®ximo a la calle Juan Gr¨ªs.? (Presunta entrevista entre Tejero y Armada organizada por Cortina).
-S¨ª, a unos 150 metros.
-?Acompafl¨® usted a Tejero a esta entrevista?.
-Mi general, no.
-?Estuvo usted en la entrevista Armada-Tejero de la calle Juan Gr¨ªs?.
-No.
-?Se entrevist¨® usted con Tejero
en la propia casa de usted?.
-No.
Fin de trayecto. No, nunca, nada y jam¨¢s del comandante que seg¨²n Milans "estaba empujando" el golpe de febrero. La memoria fotogr¨¢fica de Tejero para retratar su casa (la de sus padres, es soltero y vive con ellos) la rebate: que a Tejero se le olvida un ¨®leo que ocupa toda una pared, que hay cuatro l¨¢mparas y no una, un tresillo y no un sof¨¢ con dos sillones (sic), el retrato dedicado del Rey y el hecho de que para Tejero escuchara "por la derecha" la voz de su padre este tendr¨ªa que pernoctar en la cocina, cosa que no acostumbra. Resulta m¨¢s convincente la afirmaci¨®n de Cortina de que su subordinado G¨®mez Iglesias en cinco a?os de trabajo com¨²n no ha pisado la casa de sus padres. Y el sentido com¨²n sobre el que insiste el defensor de Cortina: ¨¦ste dispone de al menos diez ¨® quince pisos francos en Madrid por mor de su destino. ?Por qu¨¦ citar a Tejero para una conspiraci¨®n de alto bordo en el domicilio propio donde adem¨¢s est¨¢n los progenitores?.
El teniente coronel Tejero asiste impert¨¦rrito al interrogatorio de su v¨ªctima sumarial. Su coartada para la entrevista entre Tejero y Armada (presuntamente organizada por ¨¦l) hace aguas ante la escasez de kil¨®metros que separan Madrid de su apartamento escurialense. Es obvio que pudo ir con sus padres, ver all¨ª al amigo que le habla de negocios caballares de los que nada entiende Cortina, volver para la entrevista conspirativa y regresar al domicilio paterno de fin de semana. Pero el mecanicismo de los detalles no es buen sendero para enderezar este caos en el que misteriosos agentes secretos, odiados y temidos, procuran no despertar a pap¨¢ con sus reuniones nocturnas y van y vienen de El Escorial a Madrid para tejer y destejer golpes de Estado sin que los viejos les echen en falta. No es sarcasmo; es decucci¨®n autodefensiva ante el testimonio aparentemente banal de un hombre que ya hab¨ªa sido detectado por la CIA como presunto oficial golpista ante sus superiores. Es cierta la tentaci¨®n de que en esta causa declaren Kafka o Freud, pero hay que resistirse a la inteligencia de este comandante que podr¨ªa tentarnos de llamar a declarar a los hermanos Marx.
Addenda.-El Presidente de la
Sala, teniente general Alvarez Rodr¨ªguez, est¨¢ haciendo un esfuerzo notable y advertiblemente doloroso porque el proceso no desborde los cauces de la sensatez y la juricidad. Ser¨ªa mezquino no darle el reconocimiento p¨²blico que se est¨¢ ganando.
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