Los pesticidas est¨¢n provocando graves alteraciones del equilibrio ecol¨®gico
Los t¨®xicos empleados en agricultura para combatir las plagas no s¨®lo est¨¢n envenenando lentamente a la poblaci¨®n humana, sino que, adem¨¢s, est¨¢n provocando graves alteraciones entre todos los seres vivos del planeta. Los primeros animales en acusar el impacto de los insecticidas han sido las aves de presa, que, al ocupar uno de los ¨²ltimos eslabones de la cadena tr¨®fica, reciben las dosis acumuladas a trav¨¦s de todo el ciclo alimenticio. Lo que en un principio s¨®lo es capaz de matar un mosquito puede acabar matando a un ¨¢guila imperial desde el mismo momento en que le impide nacer. El hombre, consumidor por excelencia, est¨¢ en el peligroso final de la cadena y recibe el efecto acumulativo de todos estos pesticidas.
El halc¨®n peregrino, el p¨¢jaro m¨¢s veloz de la naturaleza, capaz de alcanzar los 300 kil¨®metros por hora cuando se lanza en picado para cazar a sus presas, est¨¢ a punto de extinguirse, entre otras causas, por la contaminaci¨®n de los pesticidas. A esta conclusi¨®n llegaron los ornit¨®logos a mediados de los a?os sesenta, despu¨¦s de que el investigador brit¨¢nico Ratcliffe demostrara la existencia de correlaci¨®n entre la cantidad de insecticidas organoclorados presentes en los huevos de esta ave y la frecuencia de fracasos observados en la reproducci¨®n de esta especie.La peligrosidad de los pesticidas para las aves de presa reside en que estos productos, especialmente los organoclorados, y sobre todo el DDT, reducen la cantidad de hormonas estr¨®genas que controlan los fen¨®menos fisiol¨®gicos de la reproducci¨®n y entre ellos el almacenamiento en la m¨¦dula ¨®sea de calcio para la elaboraci¨®n de la c¨¢scara del huevo. Otros pesticidas, como el Dieldr¨ªn, no interfieren, a diferencia del DDT, en el metabolismo del calcio, pero retrasan el comienzo de la puesta y reducen el n¨²mero de huevos.
El investigador franc¨¦s Fran?ois Ramade considera que los problemas comienzan a originarse a partir de peque?as concentraciones de estos productos en los tejidos de los animales, e incluso se ha detectado que las concentraciones inferiores a 25 ppm (partes por mill¨®n) tienen un efecto sobre la fragilizaci¨®n de la c¨¢scara mucho m¨¢s acentuado que las concentraciones superiores. Los ¨²nicos estudios que se han realizado en Espa?a sobre la contaminaci¨®n de las aves por pesticidas han sido realizados por el joven qu¨ªmico Luis Hern¨¢ndez, miembro del equipo del Departamento de Contaminaci¨®n Ambiental del Instituto de Qu¨ªmica del CSIC.
Seg¨²n estos estudios, los huevos de las ¨¢guilas imperiales espa?olas est¨¢n fuertemente contaminados por pesticidas. Las ¨¢guilas del Monte de El Pardo, en Madrid, ten¨ªan, en el a?o 1979, un 2,426 ppm de DDT, mientras que las de Do?ana estaban contaminadas, en 1980, con 4,293 ppm. El r¨¦cord de estas investigaciones lo ostentaban las ¨¢guilas imperiales de Sierra Morena, con 19,419 ppm de DDT, en el a?o 1980.
Pero los pesticidas no s¨®lo est¨¢n afectando a las aves de presa. Los huevos del pato malvas¨ªa, una especie tan en peligro de extinci¨®n como las ¨¢guilas imperiales, conten¨ªan en 1979 un 1,235 ppm de DDT, mientras que el h¨ªgado de esta misma ave conten¨ªa 15,285
Otras alteraciones del equilibrio ecol¨®gico provocadas por los pesticidas, como es la reducci¨®n de alimento tanto vegetal como animal disponible para la fauna en los agrosistemas o en cualquier otro medio contaminado son mucho menos conocidas. As¨ª, los insectos que viv¨ªan sobre la amapola est¨¢n despareciendo como consecuencia de la erradicaci¨®n casi completa de esta planta de las zonas de cultivos intensivos. La eliminaci¨®n de la vegetaci¨®n espontanea sin utilidad econ¨®mica est¨¢ creando graves problemas a la fauna, ya que, como indica Ramade, estas plantas eran las ¨²nicas que permanec¨ªan en las tierras cultivadas durante las estaciones desfavorables.
Los efectos de un tratamiento con pesticidas son siempre insospechados. As¨ª, en 1961 se realiz¨® un tratamiento en el Estado norteamericano de Montana para erradicar los saltamontes. Esto produjo una regresi¨®n del 83% en las aves, aunque no muri¨® ninguna de ellas. El insecticida no era t¨®xico para los p¨¢jaros, pero, al morir los saltamontes, ¨¦stas se quedaron sin alimento y tuvieron que emigrar.
Los t¨®xicos se concentran al pasar de un animal a otro
Los ec¨®logos tambi¨¦n denuncian la influencia catastr¨®fica que tiene en la fauna de los r¨ªos y los mares la utilizaci¨®n de pesticidas. Recientemente, la Delegaci¨®n de Contaminaci¨®n y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Castell¨®n denunci¨® que las pulverizaciones que est¨¢ llevando a cabo la Delegaci¨®n de Sanidad de esta provincia para combatir los mosquitos est¨¢n provocando la extinci¨®n de un pez que s¨®lo se encuentra en el Pa¨ªs Valenciano, el Valentia hispanica, conocido en catal¨¢n por el nombre de Samaruc, as¨ª como la muerte de muchas otras especies t¨ªpicas de la Marjaler¨ªa, zona costera del municipio de Castell¨®n de la Plana, y la contaminaci¨®n de las huertas. La persecuci¨®n de los mosquitos que molestan a los veraneantes de las costas espa?olas es tambi¨¦n el motivo de que la leche de vaca de la provincia de Huelva, analizada en 1977 por el equipo del doctor Rodrigo Pozo Lora, presentara un alto nivel de contaminaci¨®n por DDT.
Uno de los ejemplos m¨¢s c¨¦lebres de cat¨¢strofes ecol¨®gicas originadas por la contaminaci¨®n de las aguas con insecticidas organoclorados es el de Clear Lake, en California, denunciado en 1960 por los bi¨®logos norteamericanos Hunt y Bishoff. Este lago fue tratado con TDE (compuesto vecino del DDT) en 1949, 1954 y 1957, para eliminar un insecto de la zona que, aunque no picaba ni transmit¨ªa ninguna enfermedad, ten¨ªa el inconveniente de que formaba grandes nubes que molestaban a los paseantes y a los ba?istas. Las campa?as de erradicaci¨®n de este diptero originaron una poluci¨®n de las aguas aparentemente d¨¦bil, ya que no superaban las 0,014 ppm de TDE.
Sin embargo, al analizar el plancton que viv¨ªa en ese agua, se comprob¨® que estos microorganismos hab¨ªan concentrado los t¨®xicos a un nivel de 5 ppm. El an¨¢lisis de los peces gato capturados en el lago di¨® como resultado que estos peces, que se alimentan de plancton, ya hab¨ªan concentrado los t¨®xicos hasta contener en sus tejidos de 1.700 a 2.350 ppm. En el a?o 1958 se produjo una muerte masiva de somormujos; en el lago. De la colonia de mil parejas nidificantes de este ave que viv¨ªan en la zona s¨®lo quedaron vivas 30, y estas ¨²ltimas parec¨ªan est¨¦riles. Los somormujos, aves de r¨¦gimen exclusivamente pisc¨ªcola, hab¨ªan muerto v¨ªctimas de la concentraci¨®n progresiva de pesticidas en su cadena tr¨®fica. Los cuerpos de los somormujos encontrados muertos encerraban hasta 2.500 ppm de TDE.
Estos procesos de concentraci¨®n, que se producen con casi todos los tipos de contaminantes, demuestran la falacia de las dosis admisibles de contaminaci¨®n por parte de un r¨ªo, la tierra, el mar o el aire, que se aplican oficialmente. La complejidad de los ciclos biol¨®gicos, que, por otra parte, apenas han sido estudiados, convierten en simple conjetura los niveles de contaminaci¨®n que se pueden admitir para un producto que no ha sido experimentado m¨¢s que en laboratorio y sobre cortos per¨ªodos de tiempo. El mismo autor ya citado, Fran?ois Ramade, advierte de este peligro e ilustra el problema con el ejemplo de la trucha arco iris, un pez que se vende en todas las pescader¨ªas espa?olas.
La trucha arco iris no es capaz de sobrevivir catorce d¨ªas bajouna concentraci¨®n de 1 ppb de toxafeno en el agua; sin embargo, puede ser criada sin problemas en un estanque cuya agua contenga la mitad de esta dosis y acumular en 280 d¨ªas 13,5 ppm de esta sustancia en sus tejidos. Es decir, que un animal puede concentrar en su cuerpo hasta trece veces la dosis que le provocar¨ªa la muerte.
El hombre suele ser, al final, el receptor de la mayor¨ªa de los venenos que reparte por todas partes. A veces los t¨®xicos llegan por la v¨ªa m¨¢s insospechada. As¨ª, en muchos pueblos de Andaluc¨ªa, las numerosas personas que se dedican a la caza de peque?as aves, para comerlas fritas o con arroz, observan que en determinadas ¨¦pocas los p¨¢jaros est¨¢n medio atontados y son un blanco f¨¢cil. Lo que ignoran es que lo que les sucede a estas aves es que han sido v¨ªctimas de una fumigaci¨®n y est¨¢n tan intoxicadas que apenas pueden volar.
Es de suponer que las fumigaciones que el Ministerio de Agricultura realiza todos los a?os en Espa?a sobre medio mill¨®n de hect¨¢reas de bosques producir¨¢n efectos secundarios similares. Sin embargo, esto es imposible de comprobar, ya que en nuestro pa¨ªs nunca se ha efectuado un estudio sobre el impacto ecol¨®gico del uso masivo de pesticidas.
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