La gran victoria de la CEE ha sido desterrar el fantasma de una guerra entre europeos
El 25 de marzo de 1957, ocho hombres, en representaci¨®n de Italia, la Rep¨²blica Federal de Alemania, Francia, B¨¦lgica, Holanda y Luxemburgo, estampaban sus firmas en los tratados que creaban la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE). La ceremonia se celebr¨® en el palacio del Capitolio de Roma. Un cuarto de siglo despu¨¦s, la Comunidad se ha visto ampliada a diez miembros. Dinamarca, Irlanda y Reino Unido entraron en 1973 y Grecia lo hizo en 1980. La idea pol¨ªtica germinal de la uni¨®n europea se ha ido diluyendo y la CEE se ha convertido, con el transcurso de los a?os, en un vasto mercado de 270 millones de consumidores, acosado por el paro y una grave crisis econ¨®mica que afecta a sus estructuras internas. En este contexto, la Comunidad debe afrontar su "segunda ampliaci¨®n" que permitir¨¢ el ingreso de Portugal y Espa?a en los pr¨®ximos a?os.
"De algo muy importante podemos estar orgullosos: nuestros hijos se encogen de hombros y miran incr¨¦dulos a cualquiera que les hable de una guerra entre europeos". Gaston Thorn, luxemburgu¨¦s, de 54 a?os, presidente de la Comisi¨®n Europea, tiene raz¨®n. Una de las victorias m¨¢s importantes de los padres de la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) no se puede valorar en unidades de cuenta Ha sido la de desterrar para siempre el fantasma de las guerras franco-alemanas, algo que a la nueva generaci¨®n de europeos les parece muy lejano en la historia, y que, sin embargo, estaba presente hace s¨®lo 37 a?os. Adem¨¢s, se trata de una victoria permanente: la EE puede atravesar crisis muy graves -atraviesa hoy d¨ªa, precisamente, la m¨¢s grave de su historia-, pero ni en las cabezas m¨¢s calenturientas abriga la idea de enfrentamientos violentos.La satisfacci¨®n por esta magn¨ªfica consecuci¨®n no oculta, sin embargo, otra realidad: las cosas han marchado bien, o al menos relativamente bien, para la idea de una Europa unida mientras que el boom econ¨®mico ha estado presente en todo Occidente. Ha bastado el primer embate serio, la crisis del petr¨®leo, para que en me nos de ocho a?os muchas cosas quedaran paralizadas y para que, peor a¨²n, se hable del peligro del retroceso.
El embate ha sido, ciertamente, duro. Los diez soportan hoy d¨ªa casi once millones de parados, y el ¨ªndice de desempleo no para de crecer, las inversiones han disminuido vertiginosamente y los sectores industriales m¨¢s tradicionales -siderurgia, construcci¨®n, astilleros y manufacturas- han entrado en un declive espectacular.
Competir con Estados Unidos
Frente a esta situaci¨®n, cada pa¨ªs siente la imperiosa tentaci¨®n de "mirar hacia dentro" y se han olvidado completamente, pese a las peri¨®dicas llamadas en sentido contrario, los prop¨®sitos iniciales de lograr una cierta convergencia de econom¨ªas y, menos a¨²n, de ir hacia una unidad pol¨ªtica.
Las dos bases sobre las que se construy¨® la Comunidad, la desaparici¨®n de fronteras comerciales y la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n, que permite ser autosuficientes desde el punto de vista de la alimentaci¨®n, dos bases que lograron un desarrolo sin precedentes de los intercambios comerciales y la aparici¨®n en el foro internacional de Europa como una potencia econ¨®mica capaz de competir tranquilamente con Estados Unidos y con todo el mundo, est¨¢n en crisis.
La piedra de toque ha sido la ampliaci¨®n del Mercado Com¨²n, precisamente cuando la embestida del petr¨®leo comenzaba a sentirse. El Reino Unido ha desencadenado la lucha entre los diez y ha puesto de relieve algo inevitable: hay que adaptarse a los nuevos vientos, modificar la reglamentaci¨®n agr¨ªcola (que absorbe m¨¢s del 70% de los fondos comunitarios) y buscar una salida hacia delante, intentando unir fuerzas frente a enemigos comunes. La lucha se desarrolla desde 1979, sin que se vea su fin. La pr¨®xima cumbre de jefes de Gobierno y de Estado de los diez que se re¨²nen el 29 de este mes en Bruselas, no ser¨¢, seguramente, la definitiva.
Se puede seguir afirmando, pese a todo, que los intereses econ¨®micos europeos tienen una base com¨²n, sobre todo frente a terceros. Los diez s¨®lo podr¨¢n hacer frente a los nuevos problemas que plantea la pol¨ªtica econ¨®mica norteamericana si acuden juntos frente a Washington en la cumbre industrial del pr¨®ximo mes de junio. Tampoco podr¨¢n resistir la pujante presencia japonesa en sus propios mercados si no act¨²an coordinadamente. Todos los expertos lo dicen as¨ª desde hace meses, pero las dificultades internas son, hasta el momento, irremontables.En el plano Pol¨ªtico, las dificultades son a¨²n mayores. Nadie habla de "los Estados unidos de Europa", una idea que acariciaron los fundadores y que no ha pasado nunca de ser un sue?o imposible.
Pero algunos objetivos m¨¢s realistas se cumplen, no sin gran esfuerzo y discusiones. Europa tiene ya una imagen pol¨ªtica.
La Prensa habla de "lo que piensan los europeos", "la posici¨®n europea... " frente a problemas como la distensi¨®n, las relaciones Este-Oeste o la crisis m¨¢s urgente del momento.
No puede decirse que los diez sean un bloque sin fisuras a la hora de actuar en la crisis de Oriente Medio o en Am¨¦rica Central, pero s¨ª que se realizan esfuerzos conjuntos y que, al menos frente a problemas que le ata?en muy directamente y de forma inmediata, los diez han sido capaces de presentar una posici¨®n europea, capaz, por otra parte, de atraer incluso a pa¨ªses que no forman parte de la Comunidad. Falta a¨²n un gran camino por recorrer -afirma Thorn-, pero se han dado los primeros pasos.
Desacuerdos internos
Los desacuerdos internos son, sin embargo, demasiado evidentes todav¨ªa. "Su calidad es tal", dice el presidente de la Comisi¨®n, "que impiden un relanzamiento global de la Comunidad". Basta para comprobarlo acudir un d¨ªa al Parlamento Europeo -elegido por primera vez por sufragio universal directo en 1979- para darse cuenta de c¨®mo en un plano exclusivamente verbal -sus decisiones no tienen poder vinculante para los ministros- las actitudes de los distintos grupos pol¨ªticos est¨¢n lejos de aproximarse. La crisis mundial que deb¨ªa acercarlos act¨²a precisamente en sentido opuesto, y en lo econ¨®mico surge el fantasma del proteccionismo, y en lo pol¨ªtico, la defensa estricta de los propios intereses, tanto ideol¨®gicos como nacionales.
"La Comunidad atraviesa la crisis m¨¢s grave de su historia", afirma Thorn. "Europa est¨¢ en pleno marasmo", dice uno de los personajes pol¨ªticos europeos m¨¢s destacados de los ¨²ltimos a?os, Willy Brandt. La primera potencia comercial del mundo se encuentra a mitad de un camino y la erosi¨®n es ya muy fuerte, comentan los funcionarios de Bruselas. La hora es grave, explica Gaston Thorn, y si no somos capaces de conservar lo que nuestros predecesores han construido, las j¨®venes generaciones entrar¨¢n en el siglo XXI reculando. Hay que decidir ahora mismo.
A la hora de la verdad, todo se toma con m¨¢s calma. Los jefes de Gobierno y de Estado que se re¨²nen el d¨ªa 29 en Bruselas no dejar¨¢n pasar la ocasi¨®n del veinticinco aniversario para realizar nuevas profesiones de fe en Europa y de denunciar la gravedad de la situaci¨®n. Otra cosa ser¨¢ el comunicado final a la hora de analizar las decisiones que han adoptado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.