Ni permanentes ni vitalicios
En medio de las ambiguas interpretaciones sobre el ser y el querer de los profesores no numerarios, la autora recuerda la antigua y m¨¢s precisa reivindicaci¨®n de este cuerpo docente. Su aspiraci¨®n no es el estatuto vitalicio, sino simplemente un contrato laboral y estabilidad -que no permanencia- en el empleo. Derecho, en definitiva, a no tener que hacer carrera de funcionarios y ser profesores.
Hay modismos que con el uso se desecan, se agotan, se convierten en estereotipo y remiten a una determinada imagen ya cosificada La utilizaci¨®n intencionada de un t¨¦rmino, carg¨¢ndole de connotaciones peyorativas, es un modo de control, de manipulaci¨®n, de intento de dirigir la opini¨®n p¨²blica, ya que dicho t¨¦rmino pasa a ser se?al o signo de algo que no necesita analizarse. Y un proceso similar es el que ha venido produci¨¦ndose en los ¨²ltimos a?os con unas siglas espec¨ªficas que designan a un tipo de profesor universitario: el PNN PNN es hoy un t¨¦rmino desprestigiado, una expresi¨®n que parece connotar inexperiencia (cuando no ignorancia), falta de madurez ingenuidad, algo as¨ª como "enfermedad infantil" de rom¨¢nticos trasnochados. El PNN ser¨ªa as¨ª el resto de un pasado (que ni siquiera fue grandioso), el ut¨®pico irredento que se crey¨® lo del 68 o simplemente el vago o el inepto que se ha negado a someterse al proceso de "maduraci¨®n" necesario para hacer carrera.Porque, en ¨²ltimo t¨¦rmino, de "hacer carrera" se trata, y la expresi¨®n tiene aqu¨ª un sentido jer¨¢rquico. No es caminar al modo machadiano, no es construcci¨®n de senda, sino ir hacia, y este hacia implica direcci¨®n ascendente. Hacer carrera es as¨ª escalada, trepa, ir hacia arriba, de modo que carrera acad¨¦mica ser¨ªa entonces remonte, subida a un s¨¦ptimo o noveno cielo a trav¨¦s de sucesivos escalones o escalafones que culminar¨ªan en ese sue?o dorado de todo PN (que no PNN) que es el rectorado. Y es aqu¨ª donde se enfrentan dos concepciones distintas de la universidad. Para unos, carrera, y para otros, profesi¨®n docente. Una, la que cre¨ªan defender los PNNs, que no ha sido en modo alguna recogida en el proyecto de la LAU (esa pobre LAU que por razones y presiones muy distintas no parece que vaya a entrar en el Pleno de las Cortes); otra, la que defienden los que piensan que toda la ense?anza universitaria debe estar en manos de funcionarios.
La primera concepci¨®n (aquella que postulaba un contrato laboral) concibe al profesor como individuo capaz de impartir una determinada ense?anza, capacidad que ha de demostrar d¨ªa a d¨ªa en su lugar de trabajo: la universidad, el aula, la clase, el laboratorio, el seminario, y no mediante una serie sucesiva de pruebas ante tribunales "debida y oportunamente constituidos". Pero esta alternativa suena a demagogia. "Tambi¨¦n yo, tambi¨¦n yo", gritar¨ªa inmediatamente el PN, "demuestro d¨ªa a d¨ªa...". Pero todos sabemos que eso es mentira (aunque en algunos casos sea verdad). La funci¨®n crea al ¨®rgano -es una vieja creencia-, pero por lo general el funcionario -que por definici¨®n deber¨ªa ser aquel que funcionatiende m¨¢s bien a la atrofia, y a la inmovilidad, ya que parte de una bendici¨®n previa santificadora que, en un "de hoy y para siempre", legitim¨® su puesto, su cargo y su pertenencia de por vida a un determinado estamento.
La muerte o la asfixia de la universidad espa?ola, el aburrimiento y desinter¨¦s de sus aulas, la falta de est¨ªmulo para las nuevas generaciones de estudiantes, es consecuencia de esa concepci¨®n funcionaria] de la ense?anza, ya que se considera profesor apto no al que ense?a adecuadamente, investiga, publica, transmite informaci¨®n y sobre todo despierta y aviva la curiosidad intelectual del alumno y le prepara para que le sustituya, sino aquel que pertenece a un cuerpo (el de los PNs) que, como el cuerpo m¨ªstico de la Iglesia, imprime car¨¢cter. El catedr¨¢tico, el agregado o el adjunto numerario lo es ya por esencia, vitalicio y a perpetuidad, sea cual sea la ineptitud que demuestre, el absentismo que practique o los cargos p¨²blicos o pol¨ªticos que detente (bufetes, consultas m¨¦dicas, secretar¨ªas de partido, alcald¨ªas, etc.) y su capacidad para la labor docente, por mucho que sea puesta en duda e impugnada por el alumnado (?aquellos juicios cr¨ªticos de hace algunos a?os!) est¨¢ garantizada por aquel espaldarazo inter pares que recibi¨® en las oposiciones. El PN (hay, insisto, honrosas excepciones) puede as¨ª dormitar sin inquietudes, y lo ¨²nico que le vuelve a despertar es el desaf¨ªo que le plantea su carrera: el seguir trepando puestos en la escala, el alcanzar jefaturas de departamento, repartirse tribunales, decanatos o rectorados. Adem¨¢s, est¨¢ tranquilo porque el sistema le garantiza asignatura y puede imponer que su asignatura entre en el plan de estudios y sea obligatoria. Si se da la duplicidad (a veces ocurre) el cuerpo se defiende o, mejor dicho, defiende a sus miembros, y la asignatura se duplica.
Pero la universidad diferente, aquella por la que luchaban los profesores no numerarios y, por tanto, no funcionarios, part¨ªa de presupuestos muy diferentes: n¨²mero reducido de alumnos por aula, control de la docencia, asignaturas optativas, para que fuera el alumno, con su presencia o su abstenci¨®n, el que fuera eligiendo a aquellos que realmente le ense?an, control democr¨¢tico de los claustros, autonom¨ªa financiera y de gesti¨®n y un interminable etc¨¦tera que hubiera configurado otro tipo de ense?anza. El profesor ser¨ªa tal en la medida en que supiera atraer d¨ªa a d¨ªa el inter¨¦s del alumnado; dispuesto siempre a no dormirse, a estudiar, a renovarse, investigar. Porque no se sustentar¨ªa en ning¨²n cuerpo gen¨¦rico y neutralizador, en ning¨²n espaldarazo previo, sino en su propia e intransferible labor creadora, tarea docente que de hecho ya en muchos casos (o, por lo menos, en algunos) el PNN de universidad lleva a cabo desde hace varios a?os.
Y ah¨ª est¨¢ uno de los fallos de la LAU que, sin embargo, ha complacido a muchos PNNs. La LAU habla de permanencia, que es un modo encubierto de funcionariado, y convierte al profesor no numerario en PN de segunda, y de esta forma -hay que dar la raz¨®n a los que atacan las transitorias- no hace sino perpetuar los vicios del cuerpo: todos vitalicios de una u otra manera, para que nada cambie de hecho.
Y ahora que parece que la LAU sufre del mismo mal del inmovilismo que caracteriza al cuerpo de numerarios, recojan los PNNs su vieja reivindicaci¨®n: contrato laboral y estabilidad en el empleo (que no permanencia). Los PNNs reivindican una universidad donde se les exija trabajar, pensar, escribir e investigar, donde se les someta a controles, pero donde se les d¨¦ tambi¨¦n la posibilidad de renunciar a hacer carrera y conformarse con ser simplemente profesores.
es novelista y PNN de Historia en la UNED.
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