Las varias crisis de las Malvinas
LA CRISIS de las Malvinas est¨¢ teniendo ya repercusiones pol¨ªticas y diplom¨¢ticas muy importantes: van a seguir desarroll¨¢ndose. La dimisi¨®n aceptada de lord Carrington como secretario del Exterior del Gobierno brit¨¢nico tiende a conjurar las amenazas que pueden desplomarse sobre todo el Gabinete de Margaret Thatcher. Carrington no s¨®lo ha fallado en proporcionar la informaci¨®n suficiente como para advertir del riesgo de la invasi¨®n argentina, sino en mantener al Gobierno -y al pa¨ªs- en la creencia de que el asunto se estaba conduciendo con toda seguridad por las v¨ªas de negociaci¨®n. Una explicaci¨®n que no basta a los brit¨¢nicos, que no acaban de comprender c¨®mo una amenaza que se viene produciendo desde hace tiempo, y muy concretamente desde mediados de marzo, ha sorprendido de tal forma al Gobierno y al Estado Mayor, con la flota a distancias inmensas del lugar del riesgo. El secretario de Defensa ha presentado tambi¨¦n su dimisi¨®n, pero no le ha sido aceptada: la crisis ya alcanzar¨ªa al coraz¨®n mismo del Gobierno. Pero antes o despu¨¦s este se ver¨¢ seriamente afectado, mucho m¨¢s tras la revelaci¨®n de los Servicios Secretos brit¨¢nicos de que ellos hab¨ªan informado al gabinete de la posibilidad de invasi¨®n m¨¢s de una semana antes de que esta se produjera.El partido laborista ha hecho, como es tradicional en la pol¨ªtica brit¨¢nica en casos graves, profesi¨®n de fe de su cooperaci¨®n con el partido gobernante para atajar el problema; pero eso no le impide pedir cuentas y exigir respuestas. El problema est¨¢ en la calle: los miles de personas que han acudido a despedir a la flota que zarpaba hacia las Malvinas, sin saber exactamente cu¨¢ndo van a llegar y qu¨¦ tienen que hacer -hay un problema de repostar los barcos: parece que el Gobierno portugu¨¦s no ha negado la base de las Azores- ten¨ªan las l¨¢grimas, los gritos y las banderas adecuadas a las v¨ªsperas de combate. El nacionalismo no es una exclusiva de las dictaduras, y los brit¨¢nicos pueden no saber d¨®nde est¨¢n exactamente las Malvinas y la raz¨®n de la presencia brit¨¢nica all¨ª, pero est¨¢n sintiendo una humillaci¨®n que viene detr¨¢s de otras muchas, y pretenden una cierta acci¨®n decidida y clara. No se sabe si el Gobierno est¨¢ en condiciones de darla, y si la medida de congelaci¨®n de los fondos argentinos est¨¢ en el Reino Unido y la expulsi¨®n de los diplom¨¢ticos del pa¨ªs rival pueden ser suficientes.
El desarrollo de todo esto puede interferir seriamente en las relaciones con Estados Unidos. Washington se est¨¢ esforzando en divagar sin aclarar, y en escudarse en la Organizaci¨®n de Estados Americanos, cuyo an¨¢lisis puede ser favorable al acto argentino, porque tambi¨¦n hay un nacionalismo americano y un sentido anticolonialista, aunque repruebe el acto de fuerza y solicite negociaciones urgentes. Pero los brit¨¢nicos no est¨¢n nada contentos de que la OTAN no sea un seguro suficiente para cubrir el Atl¨¢ntico Sur y se limite en esta ocasi¨®n a lo que sus siglas indican, el Atl¨¢ntico Norte, cuando en otras se extiende hasta el fondo del Este del Mediterr¨¢neo. Washington tiene en Londres su mejor aliado europeo y ni puede ni quiere enemistarse con ¨¦l, pero tampoco le interesa de ninguna manera desautorizar al Gobierno argentino dentro de la pol¨ªtica de Reagan de considerar el comunismo como la verdadera amenaza en el subcontinente: Argentina, con Chile, forman una fortaleza importante contra las revoluciones en el Cono Sur. Y tiene que mantener adem¨¢s como pueda su doctrina de "Am¨¦rica para los americanos"': Las Malvinas son Am¨¦rica, el Reino Unido es Europa... Ciertas tendencias aislacionistas -frente al Mercado Com¨²n, pero tambi¨¦n frente a la OTAN- pueden aparecer como consecuencia de todo esto reforzadas en el Reino Unido de Gran Breta?a.
Mientras el escenario de la despedida a la flota -tan habitual en la historia inglesa- se desarrolla en los puertos, en la plaza de Mayo de Buenos Aires hay otro escenario. El general -presidente, despu¨¦s de haber obtenido la adhesi¨®n de todos -incluso de sus v¨ªctimas, de quienes unos d¨ªas atr¨¢s se manifestaban en el mismo lugar pidiendo "paz, pan y trabajo"; en el escenario mismo de "las madres de Mayo"-, est¨¢ ahora forzando la situaci¨®n, hablando del riesgo de ataque directo al pa¨ªs; los comentarios oficiosos no excluyen siquiera la posibilidad de un bombardeo de Buenos Aires o de un desembarco de infantes de marina brit¨¢nicos en sus costas. Una polibilidad evidentemente exagerada y fuera de lugar, a menos que los hechos se envenenasen demasiado. Pero todo ello tiende a afianzar la unidad nacional y llevar la pasi¨®n patri¨®tica a un extremo. Los militares argentinos han llevado el tema a un punto sin regreso posible: una retirada de las Malvinas, por imperativos internacionales o por hecho de guerra, podr¨ªa hacer caer al Gobierno y al r¨¦gimen. No hay alternativas. Mientras, la dictadura cae ya sobre las Malvinas: al intento de huelga de los habitantes sojuzgados responde ya el nuevo gobernador anunciando la apertura de campos de internamiento para los rebeldes. Que, en realidad, sea cual sea la noci¨®n de justicia que se quiera dar a la posesi¨®n de las islas son ciudadanos brit¨¢nicos con pasaporte de pleno derecho.
Un punto a considerar seriamente en toda esta cuesti¨®n es la posici¨®n de nuestro pa¨ªs y las dubitaciones de la diplomacia espa?ola, a las que ya est¨¢bamos acostumbrados. Por una parte, distante y distinto si se quiere, el hecho real es que Gibraltar supone una cuesti¨®n de descolonizaci¨®n en mucho parecida a las Malvinas con el peculiar acento de que el pa¨ªs colonizador es el mismo y los colonizados somos primos hermanos. Un menguado apoyo a la posici¨®n de Buenos Aires -por no hablar de una simpat¨ªa hacia Londres- se vuelve en ese sentido contra nosotros en la cuesti¨®n gibraltare?a, y har¨¢ desvanecerse algunas posibilidades de penetraci¨®n cultural, pol¨ªtica y econ¨®mica en Am¨¦rica del Sur. Pero un alineamiento con el r¨¦gimen argentino y su posici¨®n de fuerza nos alejar¨ªa de los pa¨ªses del Mercado Com¨²n y situar¨ªa la cuesti¨®n de Ceuta y Melilla y las fantas¨ªas del nacionalismo marroqu¨ª sobre Canarias en muy dificiles interrogantes de futuro. La ¨²nica lecci¨®n segura de todo esto es que la fuerza y la violencia son un mal sistema de resolver los conflictos entre los hombres, y suele ser el ¨²nico adem¨¢s que tienen en su mano las dictaduras militares de todas las latitudes. Y hay tambi¨¦n un aprendizaje menor pero interesante a incorporar en el acerbo de nuestra clase pol¨ªtica: la fulminante dimisi¨®n del ministro brit¨¢nico de Asuntos Exteriores, tan de contrastar con el aferrarse a los cargos de los ministros de este pa¨ªs, sea la colza o lo que fuere lo que les estaba echando de ellos a voces.
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