Buda
Juan Rof Carballo, viejo maestro y amigo a quien reencuentro de tarde en tarde (nuestra amistad naci¨® de mis enfermedades y sus sabidur¨ªas), me dice que un fantasma recorre Europa: Buda.-Yo tengo alg¨²n art¨ªculo por publicar sobre el tema, Umbral, pero procuro no tomar a los budistas todo lo en serio que se merecen, ya que el folklore y la comercializaci¨®n les ha perjudicado mucho en Occidente.
Hay budismo serio en Francia, libros y grupos, como lo hay en Madrid, aunque muy restringido. Uno, personalmente, siempre ha bostezado mucho con el orientalismo, el budismo, la ¨®pera, el exotismo y las casas regionales, pero uno comprende que Buda se, pasee entre las mocedades (y no s¨®lo mocedades) europeas, como se pasea el papa WojtyIa, ya que la misi¨®n de uno y otro es pasearse. Hay una cosa que Lezama Lima llama "el cansancio cl¨¢sico" y que Spengler, desde su prefascismo, llam¨® "la decadencia de Occidente". Buda y el Papa se pasean por ese cansancio aprovechando la incultura del personal, porque aqu¨ª hemos tenido unos cuantos Budas sin harelhare que sirven lo mismo: S¨¦neca, los sofistas, los c¨ªnicos, Nietzsche (primera ¨¦poca), Montaigne, Goethe y hasta Andr¨¦ Gide, de quien acabo de comprar en viejo el Journal completo, para releerlo (1.500 p¨¢ginas). Buda es un poco ocioso en Occidente porque Occidente, desde la revoluci¨®n agraria del Neol¨ªtico y desde el famoso siglo VI antes de Cristo, del, que viene todo (incluido Cristo), Occidente tiene descubierta su manera de no hacer nada, de papar moscas, de matar la ara?a, de tocarse las narices del alma, de passar much¨ªsimo cuando Don Quijote vuelve al camino, el Cid a Valencia o, en su defecto, Milans del Bosch. He mirado a ver un poco y los budistas madrile?os son sencillamente unas gentes que no han le¨ªdo a los budistas europeos. Di¨®genes era Buda metido en un tonel.
Lo que s¨ª es cierto, de una u otra manera, es que hay un como budismo/indiferencia entre el personal, y que ni los fil¨®sofos ni los artistas ni los de las hamburgueser¨ªas saben ya qu¨¦ hacer para que esto no decaiga. Me escriben much¨ªsimas cartas por una columna que hice sobre una ni?a mongoidal que se cruz¨® en mi camino, bajo la lluvia, y a quien le ol¨ªa el cabello a gram¨ªnea extranjera, siendo ella tan de aqu¨ª. Por ejemplo, Eugenia Huerta, de la Cava Ba a. Cuando miles de manos se vuelven, como en un tornado sentimental, hacia una ni?a de letra impresa (ni?a, ay, que quisiera volver a encontrarme), esto es porque, aparte la caridad y la ternura, nuestros Budas pol¨ªticos, el Buda marengo de la Moncloa, tienen muy descorazonado el coraz¨®n del personal. Ram¨®n Tamames me da el abstencionismo como protagonista de las pr¨®ximas elecciones. Hay ¨¦pocas de desapasionamiento pol¨ªtico y pasi¨®n por la vida. Otro corresponsal tambi¨¦n de aqu¨ª de Madrid me escribe emocionado sobre la ni?a. (Cojo cartas al azar.) En principio, el preg¨®n que tengo que hacer de San Isidro se lo dedico a mi perdida ni?a. Elena Santiago insiste en la ni?a. La ni?a l¨ªrica y ?sub?-normal ha resultado un test. Ni los Mundiales ni las elecciones ni la cosa campamental ni las Malvinas. La ni?a. Estuve la otra tarde en la recepci¨®n que da don Juan Carlos I a los escritores (aqu¨ª no me rese?aban, porque la relaci¨®n que mantiene uno con sus peri¨®dicos es, m¨¢s o menos, la que mantiene el muerto con su esquela). Escritores y escritoras me hablan de la ni?a.
Tambi¨¦n Buda era mongoidal. Ya saben los pol¨ªticos de lo que tienen que ocuparse, mejor que de LAUS/LOAPAS. De la realidad temblorosa de la calle, de la mirada pura del d¨ªa, que tiene los ojos en las sienes, como un fauno Picasso. Pero todo es un gran quede, as¨ª que era el momento de que llegase Buda a Madrid, gan¨¢ndole por varios cuerpos al Papa. Uno, querido Rof, no es sino un Buda de hacer art¨ªculos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.