PSICOSIS
?ngel Garc¨ªa Pintado lleva m¨¢s de quince a?os escribiendo teatro. Si hubiese estrenado en su momento y hubiera podido verse, criticarse, medirse, hoy ser¨ªa un excelente autor probablemente: hay en su obra El taxidermista destellos de di¨¢logo brillante y eficaz, disecci¨®n de personajes, momentos de teatralidad y de situaci¨®n interesantes. Garc¨ªa Pintado, como otros compa?eros de su generaci¨®n, abord¨® por la violencia, la ira y la crueldad justa la cr¨ªtica a algo m¨¢s que una pol¨ªtica: a una sociedad podrida y desintegrada. Esa sociedad era poderosa, todav¨ªa lo es, y le excluy¨® de su c¨ªrculo. Le admite ahora dentro, tambi¨¦n, de un margen: las funciones nocturnas que acompa?an en el Mar¨ªa Guerrero, en las noches no privilegiadas, la obra b¨¢sica.Es interesante que coincidan en el cartel dos autores en los que, a pesar de sus diferencias, hay ese mismo acto com¨²n de repulsa y de cr¨ªtica: Francisco Nieva -por las tardes-, Garc¨ªa Pintado -por las noches-. En El taxidermista -fechada en 1979: fuera ya de la primera crispaci¨®n- hay todo un mundo profundo, freudiano, del que sobresale un terror a lo cotidiano. La narraci¨®n apenas existe: es m¨¢s bien el cuadro de una relaci¨®n hombre-mujer, con un personaje que aumenta la sensaci¨®n de miedo y misterio, unos elementos m¨¢gicos por los cuales ciertos objetos pueden convertirse en desconocidos, y una alusi¨®n continua -por los televisores programados en el escenario- a una cultura del miedo, del cine de miedo, principalmente el de Hitchcock. Garc¨ªa Pintado parece formado, e informado, m¨¢s que por la relaci¨®n con la vida en s¨ª por la de una cultura, a la que alude continuamente.
El taxidermista, de ?ngel Garc¨ªa Pintado
Int¨¦rpretes: Nicol¨¢s Due?as, Mag¨¹i Mira, Juan Jos¨¦ Otegui. Espacio sonoro:Miguel Morales. Escenograf¨ªa y figurines. Pere Francesc. Iluminaci¨®n: Jos¨¦ Miguel L¨®pez S¨¢ez. Direcci¨®n: Jordi Mesalles. Estreno: Teatro Mar¨ªa Guerrero (Centro Dram¨¢tico Nacional), 24-5-1982.
Situaci¨®n ¨²nica
La situaci¨®n es ¨²nica. Hay poca acci¨®n externa y la interna se diluye en la tentaci¨®n de la literatura en el di¨¢logo; en mon¨®logos como peque?os ensayos de humor, en frases de autor. Para que la acci¨®n no se quede demasiado quieta y disuada al espectador de desentra?ar el asunto se a?aden trucos "teatrales", peque?as magias: una nevera que echa fuego, y que al instante siguiente desborda zanahorias; un maniqu¨ª que se eleva por los aires mientras se oye el Ave Mar¨ªa, unos juegos de prestidigitaci¨®n. No es suficiente, no es ya el momento teatral para ese juego, y en el contexto teatral espa?ol -el de la chapuza-, esos trucos no salen nunca: ponen nervioso al actor y al espectador. Nada anima la situaci¨®n abstracta y ¨²nica. Se tiene la sensaci¨®n de que hubiera podido hacerse una buena obra corta, pero no llenar hora y media de representaci¨®n. Es un poco desesperante, entendiendo la intenci¨®n del autor, ver que las frases m¨¢s aceptadas por el p¨²blico, las situaciones mejor acogidas, son las de un teatro desintelectualizado: el equ¨ªvoco, el retru¨¦cano, el chiste. Hay m¨¢s inteligencia que todo eso en El taxidermista: su acumulaci¨®n la echa a perder.El taxidermista ha tenido un excelente director, unos int¨¦rpretes muy acertados, un decorado conveniente y dentro de la intenci¨®n general. Jordi Mesalles, director nuevo en Madrid, ha dado al texto el ritmo r¨¢pido que necesitaba, ha movido personajes y objetos: no ha dejado nada de su parte para animar esta obra disecada. Algunos forillos, algunos sonidos, aumentan las dimensiones de la situaci¨®n. Sabe d¨®nde est¨¢n los antecedentes -literarios y pl¨¢sticos- de la obra, y los subraya. Quiz¨¢ sea un error el de los tres monitores de televisi¨®n con fragmentos cinematogr¨¢ficos: se llevan la atenci¨®n del p¨²blico que encuentra en las breves escenas de las pantallas m¨¢s vida y m¨¢s inter¨¦s de lo que sucede en el escenario.
Mesalles ha encontrado dos muy buenos int¨¦rpretes en Mag¨¹i Mira -que a?ade a este papel a su creaci¨®n de La noche de Molly Bloom, y progresa en su carrera- y en Nicol¨¢s Due?as; Juan Jos¨¦ Otegui acierta muy bien con el matrimonio entre lo cotidiano y lo misterioso. El escenario de Pere Francesc tiene la inteligencia del t¨®pico -la casa en ruinas, como bombardeada-al que se mezcla la iron¨ªa. Le ayuda la iluminaci¨®n, cargada tambi¨¦n de sentido, de Jos¨¦ Miguel L¨®pez S¨¢ez, y la m¨²sica y los sonidos montados por Miguel Morales.
El p¨²blico, en la noche del estreno oficial, ri¨® y aplaudi¨® algunas frases, y tambi¨¦n a actores autor, director y escen¨®grafo en la ronda final de los saludos.
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