El honorable va al teatro
La campa?a teatral del Centro Dram¨¢tico de la Generalidad de este a?o, llevada a cabo en el teatro Romea de Barcelona, ha cosechado tantas cr¨ªticas -o m¨¢s- que si los encargados de administrar la cultura de dicho estamento p¨²blico catal¨¢n hubieran hecho o¨ªdos sordos a todo tipo de protecci¨®n al teatro. Cabe decir que todo empez¨® con mal pie: la primera de las obras "protegidas", Els Beatles contra els Rolling Stones, de Jordi Mesalles, y la m¨¢s que pol¨¦mica intervenci¨®n -o intervencionismo- de la Generalidad, hizo que las siguientes obras en cartel (asimismo con unos montajes de calidad muy diversa) no pudieran lavar o rendir al olvido el grave incidente, que lleg¨® incluso al Parlamento catal¨¢n. Lo cierto es que se han visto obras de Strindberg (El guant negre), Bernard Shaw (Pigmali¨®), Josep M. Benet i Jornet, (Revolta de bruixes), de J. Von Kleist (El princep d?Homburg), as¨ª como el montaje de Albert Boadella (Olympic Man), culminando con uno de los montajes m¨¢s espectaculares y mejores de la temporada barcelonesa: el Marat-Sade, del recientemente fallecido escritor alem¨¢n Peter Weiss.Como respondiendo previamente a una pregunta, el director del montaje, Pere Planella, principiaba un texto acompa?ando el programa al Marat-Sade, con la pregunta "?Por qu¨¦ Marat-Sade ahora? Las respuestas, seg¨²n Planella, son la evidente teatralidad de la obra m¨¢s significativa de Weiss, la riqueza y calidad de un texto que, como ha sucedido en pocas ocasiones, fue proclamado un cl¨¢sico en el momento mismo de ser conocido, as¨ª como la dial¨¦ctica que surge de dos posiciones vitales (la de Marat y la de Sade, naturalmente), es decir, el contenido revolucionario de la obra. Para llevar a cabo dicho montaje se parti¨®, por lo que se refiere al texto, de una versi¨®n encargada al escritor y veterano traductor Feliu Formosa (quien adem¨¢s, puesto que es hombre de teatro, encarn¨® el papel de Coulmier, el director del Hospital de Charenton, en la obra); se utiliz¨® la m¨²sica de Hans Martin Majewski, can¨®nica, para el montaje, recibiendo el adecuado tratamiento a cargo de Carles Pu¨¦rtolas, quien dirig¨ªa un grupo musical (percusi¨®n, flauta, harmonio, trompeta y guitarra) de extraordinaria correcci¨®n, mientras la escenograf¨ªa y vestuario a cargo de Montse Amen¨®s e Isidre Prun¨¦s extra¨ªan del ¨¢mbito del teatro Romea su mejor rendimiento.
La originalidad
Pero, a nuestro parecer, la verdadera originalidad de este nuevo Marat-Sade lo constitu¨ªa la introducci¨®n y perfecto ensamblaje con los elementos teatrales tradicionales del v¨ªdeo, que se concretaba con tres c¨¢maras (una de ellas en escena, manejada por una paciente m¨¢s -o una enfermera, mejor- del hospital) as¨ª como seis pantallas de v¨ªdeo repartidas junto al escenario y varios monitores por los vest¨ªbulos del teatro, que permit¨ªan ver ya antes del comienzo de la representaci¨®n lo que suced¨ªa en la sala del Hospital de Charenton. Las pantallas ofrec¨ªan elementos suplementarios a la acci¨®n esc¨¦nica, reconstrucciones pl¨¢stico-hist¨®ricas en algunos momentos, adem¨¢s de subrayar elementos interpretativos y de puesta en escena. La divisi¨®n en dos actos de la obra no supon¨ªa un punto y aparte, puesto que la sala hospitalaria (el escenario) manten¨ªa sus actividades, mientras Coulmier, esposa e hija lo abandonaban, permitiendo al p¨²blico un breve descanso, sin suponer un alejamiento total, dados los monitores del vest¨ªbulo en los que se contemplaban las incidencias. El momento de m¨¢ximo acierto, a nuestro entender, era la visi¨®n en las pantallas de v¨ªdeo de lo que suced¨ªa, al caer un significativo y herm¨¦tico tel¨®n final de hierro y declararse el incendio, en el interior de la sala hospitalaria, es decir el escenario, o al rev¨¦s.
Participaban en el montaje conocidos profesionales de la interpretaci¨®n: Francesc Lucchetti (Marat); Joaqu¨ªn Cardona (Marqu¨¦s de Sade); Muntsa Alca?iz (Charlotte Corday) y Lurdes Barba (Simone Evrard), m¨¢s diecis¨¦is actores y actrices, encarnando pacientes, enfermeros y monjas, en un trabajo de gran complejidad. Exist¨ªa, pues, el aliciente suplementario del elenco interpretativo, que contaba con el actor de moda, Cardona (el tendero de la versi¨®n cinematogr¨¢fica de La plaza del Diamante, aparte de una dilatada labor en el campo estricto de la interpretaci¨®n teatral: El balc¨®, de Genet; Ub¨², en montaje muy libre de Boadella, s¨®lo por citar algunos trabajos, mientras Muntsa Alca?iz ha conseguido dentro y fuera de las actividades del Teatre Lliure ¨¦xitos importantes (en Leonci i Lena, de B¨¹chner; La nit de les tr¨ªbades, de Per Olof Enkvist, mientras persiste a¨²n el recuerdo de su Hedda en la obra de Ibsen y la Ofelia en el Hamlet, de Shakespeare, dos montajes firmados tambi¨¦n por Pere Planella).
La verdad es que los / las que "vamos al teatro" en Barcelona (inexistente a¨²n en las lenguas peninsulares el sintetismo del theatre-goer saj¨®n) nos hemos quedado gratamente impresionados por este Marat-Sade y sorprendidos ante la dura recepci¨®n por parte de la cr¨ªtica teatral catalana, as¨ª como ante la respuesta m¨¢s que mediocre del p¨²blico en general. Naturalmente, ante estos hechos, se ha repetido la canci¨®n de casi siempre: la crisis del teatro en Catalu?a (y no s¨®lo de teatro en catal¨¢n), cuando a¨²n resuena el ¨¦xito espectacular de la compa?¨ªa Enric Maj¨® y la puesta en escena de Terra Baixa, de Angel Guimer¨¢, por una parte, y el de la compa?¨ªa Nuria Espert con Dona Rosita la soltera, de Federico Garc¨ªa Lorca. ?A qui¨¦n culpar en el caso del Marat-Sade? ?Falta de promoci¨®n? ?Desencanto social general que puede hacer que el mensaje (y utilizamos el t¨¦rmino sin ning¨²n pudor, aunque nos engulla en el t¨²nel del tiempo franquista y antifranquista) de Weiss no sea grato y, por tanto, m¨¢s val¨ªa mantenerse alejado del Marat-Sade revolucionario?
Obra de dif¨ªcil viaje
Cuando Pere Planella se prepara para dirigir en Madrid La bella Helena, de Offenbach, obra con la que obtuvo un rotundo ¨¦xito en el montaje catal¨¢n, el Marat-Sade, su trabajo m¨¢s ambicioso hasta el momento y una de las obras de m¨¢s dificultoso viaje, se trasladar¨¢ a otras ciudades catalanas, quedar¨¢ registrado en un v¨ªdeo que, vaya usted a saber, ser¨¢ quiz¨¢ altamente solicitado. No obstante, muchos espectadores corrientes, que seguramente como los lectores ¨ªdem somos quienes poseemos la verdad (o cierta verdad), seg¨²n afirmara hace un par de siglos Samuel Johnson, lamentamos la inexistencia de un verdadero ¨¦xito local que estimulara peticiones no circunscritas ¨²nicamente al ¨¢rea de Catalu?a, sino de todo el territorio espa?ol o, en su defecto, de las principales capitales.
Cuando los historiadores futuros quieran saber el teatro que auspici¨® el honorable Jordi Pujol, poco podr¨¢n saber de toda la belleza contenida en este montaje de la obra Marat-Sade, que algunos catalanes hemos visto. El relativo fracaso de este montaje costoso (se habla de quince millones de pesetas) que s¨®lo se pod¨ªa llevar a cabo con apoyo financiero de un estamento p¨²blico, como ha sido el presente caso, debe suponer un replanteamiento de la pol¨ªtica teatral de la Generalidad, ejercicio que no se debe plasmar, seg¨²n nuestro criterio, en una programaci¨®n futura facilona, en busca del ¨¦xito popular inmediato, sino conseguir llegar al p¨²blico elev¨¢ndose su propio tono teatral, algo que ya se pod¨ªa haber conseguido con este Marat-Sade actual.
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