El apego a la tinta
El futuro no existe; ya lo han se?alado desde Octavio Paz a Daniel Bell. Y algo tal como el libro, tampoco; aunque muchos lo olviden o ignoren, de hecho, lo que hay son m¨²ltiples y diversos tipos de libros. Por encima de la inconsistencia formal de un titular que puede recordar a la paradoja de Epim¨¦nides, lo que se plantea es el rol y los cambios por venir a un instrumento que, como pocos otros, ha sido la base de nuestra civilizaci¨®n y cultura, del progreso y libertades del hombre actual.Toda generalizaci¨®n es falsa, incluida ¨¦sta. Aun sustituyendo la abstraci¨®n el libro por los libros, ?de cu¨¢les, y d¨®nde hablamos, a qu¨¦ plazo, para qui¨¦nes? ?Y desde qu¨¦ enfoque: de la autor¨ªa y creatividad de la industria y profesi¨®n editorial, de la Ubre circulaci¨®n de informaci¨®n, ideas, etc¨¦tera? Veamos el desenvolvimiento pr¨®ximo del libro tal cual este hoy es, y contemplemos su previsible papel como medium dentro de una teor¨ªa general de la comunicaci¨®n e informaci¨®n ante los cambios radicales que posibilitan las nuevas tecnolog¨ªas.
Las grandes l¨ªneas de desarrollo reciente del libro muestran con claridad su expansi¨®n y extensi¨®n creciente. La edici¨®n mundial ha asado de 230.000 t¨ªtulos en 1950 a unos 521.000 en 1970. En esos veinte a?os, los ejemplares crecen a¨²n en mayor cuant¨ªa: de 2.500 millones a unos 8.000 millones. Y los ritmos se aceleran en el ¨²ltimo quinquenio, lleg¨¢ndose a unos 690.000 t¨ªtulos en 1979. En Espa?a, de 1960 a 1979 las obras publicadas se han duplicado, situ¨¢ndonos en 1981 con 29.433 t¨ªtulos, entre los seis primeros pa¨ªses del llamado mundo libre. El libro se expande al doble de la tasa de crecimiento de la poblaci¨®n mundial, 1/4 por encima de la tasa de alumnos enrolados, y el, n¨²mero de lectores se ampl¨ªa continuamente.
Espectacular, sin duda. Pero junto a ello, ampl¨ªsimas carencias y desigualdades en el acceso a su uso por grandes masas de individuos, estratos de poblaci¨®n y sociedades enteras. Los t¨ªtulos por habitante est¨¢n estancados en el Africa y Asia no ¨¢rabes. En Espa?a, el 63,6% de la poblaci¨®n no lee libros. La libertad de editar -y de ser publicado- es algo asentado s¨®lo en una minor¨ªa de naciones; las censuras y barreras apuntalan los obst¨¢culos a la libre circulaci¨®n de libros... Graves problemas afectan a la edici¨®n y difusi¨®n, como la inflaci¨®n de costes o la pirater¨ªa, o, ejemplificando en Espa?a, el subdesarrollo de las bibliotecas, o la necesidad/ausencia de programas gubernamentales sostenidos, dentro de una pol¨ªtica cultural siempre en espera de tiempos mejores...
Y, a pesar de todo, hoy se lee m¨¢s que nunca. Cierto que los mass-media, como televisi¨®n y radio, han tenido desarrollos superiores: en el per¨ªodo 19651979, aumentos del 160% y 177%, respectivamente, en el parque mundial de receptores, frente al 61,7% de incremento en los t¨ªtulos editados. Sin embargo, ¨²ltimamente, no s¨®lo las tasas anuales se igualan, y la de libros crece en tanto las de aqu¨¦llas se aminoran, sino que la evidencia disponible demuestra que la televisi¨®n no reduce los h¨¢bitos de lectura de libros. Encuestas en Francia muestran c¨®mo el n¨²mero de no-lectores desciende del 58% en 1970 al 43% en 1978. Otras, en Espa?a, revelan que el segmento de poblaci¨®n que m¨¢s lee es el de 18-35 a?os de edad. As¨ª, la pugna entre ex¨¦getas de la galaxia Marconi y partisanos resistentes a McLuhan -generalmente mal o no le¨ªdo por unos y otros- suele estar fuera de tiempo y rigor. No es el debate sobre lo audiovisual -l¨ªmite de innovaci¨®n en informaci¨®n y comunicaci¨®n en el que parece se ha estancado este pa¨ªs- la cuesti¨®n clave al afrontar los libros y su papel en las sociedades venideras.
Revoluci¨®n de la informaci¨®n
Hoy, nuestro mundo est¨¢ sujeto a un proceso de cambio acelerado y profundo. La prognosis social ya apunt¨® unas pautas de cambio hacia sociedades con econom¨ªas predominantemente productoras de servicios, expansi¨®n de los conocimientos y extensi¨®n de las innovaciones tecnol¨®gicas. Todo ello lleva consigo m¨¢s informaci¨®n; y en la medida que conocimientos e informaci¨®n son variables cruciales en las nuevas sociedades, se habla de la era de la informaci¨®n para denotar as¨ª una dimensi¨®n esencial del previsible futuro. La observaci¨®n emp¨ªrica confirma estas transformaciones: en Estados Unidos m¨¢s del 51% del PNB se genera por actividades basadas en informaci¨®n; o const¨¢tese el crecimiento explosivo de productos impresos, como revistas, publicaciones e informes cient¨ªficos.
Existe ahora una generalizada unanimidad en considerar lo cient¨ªfico y tecnol¨®gico como una fuerza mayor en la transformaci¨®n social. En lo que nos ocupa, la innovaci¨®n profunda de la microelectr¨®nica posibilita progresos vertiginosos en las telecomunicaciones y la inform¨¢tica. M¨¢s a¨²n, la convergencia de tecnolog¨ªas da lugar a nuevos conceptos y sistemas, como la telem¨¢tica, medios electro¨®pticos, etc¨¦tera. En una decena de a?os han aparecido y se extienden sistemas de almacenaje y recuperaci¨®n on-line de informaci¨®n, bases de datos -num¨¦ricas, bibliogr¨¢ficas y de texto completo-, videotex, teletext, videodisc y video en cinta, televisi¨®n por cable, etc¨¦tera. Significan nuevos media para el dise?o, almacenaje, recuperaci¨®n y difusi¨®n de contenidos informacionales.
Como Maclilup, Price y otros ya se?alaron, el sistema de informaci¨®n basado en lo impreso sobre papel presenta limitaciones de capacidad, manejabilidad y costes ante la avalancha de informaci¨®n en curso. Los nuevos media, por su parte, ofrecen no s¨®lo caracer¨ªsticas de capacidad enorme de archivo, sino novedades hist¨®ricas como la interactividad entre el receptor y la fuente, la instantaneidad de acceso y la ahulaci¨®n de distancias, o la combinaci¨®n de texto, imagen y sonido en un solo soporte -el videodisc-. ?Es necesario citar a Mumford para recordar la experiencia hist¨®rica ante conjunciones de necesidad/posibilidad t¨¦cnica? Y si se piensa que es ciencia-ficci¨®n, consid¨¦rese que la llamada ahora industria de la informaci¨®n ha alcanzado en Estados Unidos, en 1980, los mil millones de d¨®lares en transacciones on-line de informaci¨®n.
Cuando hoy se habla de la revoluci¨®n de la informaci¨®n se est¨¢ aludiendo al proceso en potencia m¨¢s importante desde que, hace quinientos a?os, G¨¹tenberg introdujo la prensa de tipos m¨®viles. Y no se trata de la desaparici¨®n del libro, la muerte de la palabra impresa o la sociedad sin papel de Lancaster. Los media no son excluyentes, sino incluyentes, como la experiencia, historia y la teor¨ªa de la comunicaci¨®n nos demuestran. Hay un nuevo haz de media disponibles, m¨¢s amplio y diversificado que el preexistente; habr¨¢, hay, reajustes de roles entre los media anteriores, un reacomodo de los mismos dentro del nuevo conjunto. Hay libros, la mayor¨ªa, que no vari a desaparecer en un futuro previsible: los libros con textos discursivos no son sustituibles por un videoterminal; la portabilidad, manejabilidad, posesi¨®n fisica e intimidad del libro no son ofrecidas por los nuevos media. Pero en publicaciones con contenidos documentales, ic¨®nicos en muchos casos, instrumentales, en otros, etc¨¦tera, los nuevos media presentan caracter¨ªsticas nuevas y ventajas que enriquecen los sistemas de comunicaci¨®n e informaci¨®n del hombre.
El camino hacia una sociedad que lea se superpone con la tendencia hacia una sociedad de informaci¨®n que requiere nuevos y distintos media. El libro, tal como hoy es, tiene un enorme campo que recorrer para llegar a masas de individuos y grupos sociales que, quinientos a?os despu¨¦s de su invenci¨®n, a¨²n no tienen acceso al mismo. Las nuevas tecnolog¨ªas ofrecen una ayuda importante en la mejor producci¨®n y difusi¨®n de lo impreso. Y, al tiempo, afloran soportes y canales alternativos y complementarios al papel y la tinta. Las ir¨¦sistencias a los cambios son bien conocidas, a pesar de que, desde Her¨¢clito, sepamos que lo ¨²nico permanente es el cambio. La visi¨®n agrarista y preindustrial dominante a¨²n en nuestros intelectuales y gobernantes, para quienes la cultura se reduce a lo art¨ªstico-literario y el libro a la novela, no va a ayudar a un progreso hacia una sociedad de iriformaci¨®n, servida por una gama de diversificados media -libros y Prensa, radio y audiovisual, soportes electr¨®nicos, etc¨¦tera-, donde el individuo y los grupos tengan acceso a m¨¢s altas cotas de formaci¨®n, ocio y entretenimiento, placer est¨¦tico y creatividad. Es decir, mayores nivelesde cultura y libertad.
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