Por una conciencia cr¨ªtica comunista
Despu¨¦s de las elecciones andaluzas, la realidad pol¨ªtica espa?ola recuerda esas situaciones familiares de crisis agudas bruscamente aplazadas porque acaban de llegar las visitas: veintitr¨¦s selecciones nacionales de f¨²tbol, su majestad el verano y el Papa de Roma. Las visitas interrumpen las crisis, pero no las solucionan. Aportan tiempo moderador del estallido, pero s¨®lo eso, y si bien a¨²n tenemos tiempo para moderar el aplazamiento de nuestra crisis, no estamos en condiciones de aplazarla sine die. Cuando lleguen las elecciones generales seguir¨¢n vigentes los mismos factores que han operado en las elecciones andaluzas: el s¨ªndrome Mitterrand-PSOE, la descomposici¨®n de la formaci¨®n pol¨ªtica aglutinante de la conciencia burguesa, hasta ahora mayoritaria, y la crisis comunista.Es cierto que el s¨ªndrome Mitterrand-PSOE se ha fortalecido en Andaluc¨ªa con las vitaminas del paisanaje. La plana mayor del PSOE es andaluza y Escuredo ha sabido vampirizar el andalucismo del PSA hasta dejarlo casi sin sangre. Y tambi¨¦n es cierto que el triunfo aplastante del PSOE en Andaluc¨ªa compensa retrocesos socialistas no menos evidentes en las elecciones auton¨®micas de Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y Galicia. Pero, de no mediar cat¨¢strofes involucionistas o quiebras en la oferta socialdem¨®crata internacional, el socialismo espa?ol estar¨¢ en condiciones de ser una real alternativa de poder, por fin, cuando llegue el momento de las elecciones generales. Alternativa apabullante si frente a ella s¨®lo se alza por la derecha lo que queda de UCD y la coalici¨®n Patronal-AP, y por la izquierda aparecen los comunistas tirando pelotas fuera, conformados con una derrota menor, a la espera de tiempos mejores.
Hasta ahora, la reacci¨®n oficial de la direcci¨®n del PCE sobre las elecciones andaluzas ha provocado una cierta perplejidad. Esa preocupaci¨®n comunista por lo mal que le van las cosas a UCD es generosa, l¨²cida y encantadora, pero malesconde la evidencia de lo mal que le van las cosas al PCE. Si es grave que los partidos pol¨ªticos traten de enga?ar a la sociedad, mucho m¨¢s grave es que traten de enga?arse a s¨ª mismos, y especialmente grave en partidos que han hecho de la relaci¨®n teor¨ªa-pr¨¢ctica la ley suprema de la formaci¨®n de su conciencia y su saber hist¨®rico. Un partido comunista autoenga?ado es un partido comunista contra natura. Hasta ahora s¨®lo han sobrevivido partidos comunistas autoenga?ados que est¨¢n en el poder y en condiciones de partido ¨²nico. As¨ª, cualquiera.
Adem¨¢s de detectar, muy agudamente, lo mal que le van las cosas a UCD, algunos dirigentes comunistas han decidido que en Andaluc¨ªa la inflaci¨®n de voto PSOE se debe al criterio del voto ¨²til. Discutible denominaci¨®n que en este caso no evita la pregunta: ?Por qu¨¦ se ha considerado in¨²til votar comunista? Y si se ha considerado in¨²til votar comunista es, sin duda, por la superioridad de la oferta del PSOE y por la poca claridad de la oferta comunista. El desastre andaluz puede servir como punto de partida para un an¨¢lisis tan sereno como urgente y sin concesiones sobre la crisis comunista.
Es cierto que el mundo exterior, afortunadamente, favorece la oferta socialista, pero no es menos cierto que la conducta misma de los comunistas la est¨¢ haciendo autosuficiente. Los comunistas saben, y, sobre todo, los eurocomunistas, que la unidad de la izquierda a escala nacional y la euroizquierda a escala internacional necesita de la existencia de un partido comunista lo suficientemente fuerte como para propiciar esas estrategias, y un partido comunista con un 8% del electorado, insuficientemente instalado en lo que queda de los movimientos de masas, frente a un partido socialista con el 52% s¨®lo est¨¢ en condiciones de pedir permiso para salir en la fotograf¨ªa. Todo lo que sea bajar de un 10% en la totalidad del Estado es casi no existir cuantitativamente y poner en peligro la extraordinaria fuerza cualitativa que suelen tener las minor¨ªas comunistas.
Para empezar, los comunistas tienen que resolver su divisi¨®n interna, declarada o no, por la v¨ªa de un estatuto de pluralidad, y no por la v¨ªa de una batalla suicida por la hegemon¨ªa supuestamente homogeneizadora. Se empieza podando y se acaba matando el ¨¢rbol. El partido comunista ha de ser pluricultural, es pluricultural y no puede aceptar otra supracultura homogeneizadora que la contenida en la f¨®rmula socialismo en libertad. La homogeneizaci¨®n estructuralista (mal llamada socialdemocracia) le lleva a un pragmatismo electoralista que siempre ir¨¢ por debajo de la oferta socialista en esta dimensi¨®n.
Hacia la claridad
Desde un estatuto de pluralidad interna y de una claridad de objetivo en la identificaci¨®n socialismo-libertad y a trav¨¦s de las libertades, el partido comunista ha de saber explicar su funci¨®n, su rol hist¨®rico, porque en el gran supermercado de las ideolog¨ªas y de las alternativas electorales o explicas muy bien el contenido del estuche o te gana de calle el que est¨¢ en condiciones de presentar el estuche m¨¢s atrayente.
El partido comunista ha de clarificar su oferta hist¨®rica a corto y largo plazo para hacerse necesario, porque la funcionalidad ya no la aporta el patrimonio moral resistencial, y mucho menos despu¨¦s de las confusas batallas por el poder, llenas de personalismos, por las que han pasado los comunistas y por las que a¨²n est¨¢n pasando. Esta quiebra del patrimonio moral resistencial se traduce en la quiebra de la supuesta solidez del voto comunista evidenciada en las elecciones andaluzas.
Y, finalmente, para hacer social o civil esa recomposici¨®n interna y esa oferta comunista hay que crear una nueva imagen p¨²blica que despierte cierta expectaci¨®n entusiasmante dentro y fuera del partido. Imagen que necesita cambio de personas y cambio de procedimientos de direcci¨®n. Aun reconociendo la bastard¨ªa y vulnerabilidad del t¨¦rmino espectaci¨®n, no hay otro para denominar lo que se necesita: provocar una disposici¨®n receptiva en el espectador-actor de la historia. Y, hoy por hoy, hemos llegado a una situaci¨®n en la que los comunistas corremos el riesgo de convertirnos en una minor¨ªa edog¨¢mica y, por tanto, autodestructiva, a la espera de que los dem¨¢s se equivoquen para que sean demostrables nuestros aciertos.
Los m¨¢s conscientes de que no hay fatalidad hist¨®rica ni en el ser ni en el no ser de un partido comunista han de ser precisamente los comunistas: ellos son los que han de luchar por una reacci¨®n contra la inercia y la falta de imaginaci¨®n creadora como herramientas reales de una fatalidad irreal, y para empezar a ser conscientes hay que asumir que las revoluciones culturales internas o se dan de arriba a abajo o no se dan, porque el verticalismo pertenece a la dimensi¨®n de lo que se hace, aunque no se dice. En un partido comunista realmente existente hay poderes f¨¢cticos capaces de cuadricular los c¨ªrculos, habilidad necia donde las haya en el contexto de una realidad nacional e internacional evidentemente circular. Hasta la Tierra es redonda y se mueve.
Un an¨¢lisis no mistificador de lo ocurrido en Andaluc¨ªa es un paso previo necesario que implica medidas de car¨¢cter estatal, porque el PCE ha puesto en el asador toda su carne. Medidas audaces y no teatrales ni saineteras, con todos mis respetos para el teatro y el sainete.
Y estas medidas, tal como son y est¨¢n las cosas en el partido comunista real, las ha de tomar la direcci¨®n con conciencia de supervivencia del rol hist¨®rico del partido y no de su propia supervivencia como tal direcci¨®n. De no ser as¨ª, se favorecer¨¢ la agudizaci¨®n de las tensiones internas o de un desaliento paralizante, prudentemente silencioso, para no sacar le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo, y mucho menos en tiempos prohibidos, preelectorales. Pero la prudencia puede ser m¨¢s negativa que la imprudencia, y la paciencia, m¨¢s nefasta que la impaciencia.
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