Los precios agrarios no son culpables de la inflación
La imprudente galopada de los precios al consumo en el pasado mayo hace más difícil el dominio del poderoso caballo de la inflación, a duras penas controlado en un duro y persistente esfuerzo que se inicia en el oto?o de 1977.Son muchos los factores que contribuyen a las tensiones siempre presentes de elevación de los precios, y son tales las interrelaciones entre ellos que el descontrolde sólo uno desencadena con efecto inmediato un gigantesco proceso de elevaciones, de tal modo que tanto el gobernante como todos los grupos sociales han de vigilar celosamente la evolución de las cifras porque los males que se generan revierten sin piedad a toda la sociedad.
Pero hay que cuidar de analizar el problema en toda su extensión y profundidad, porque cualquier vicio de simplificación puede producir no sólo injusticia, sino, además, ineficacia en las correcciones que hayan de efectuarse.
Y adolece de simplificación cualquier interpretación del dato facilitado por el INE del comportamiento de los precios en mayo si se analiza fuera del contexto de la evolución de los mismos en un período más amplio.
Porque la lectura detallada de la evolución de los precios desde 1978 es tristemente expresiva de en qué medida el sector agrario ha sido víctima y no generador de la inflación que lesiona gravemente a gran parte de la sociedad espa?ola.
Atribución de culpabilidad
Sin embargo, la publicación de los datos correspondientes al pasado mayo ha sido la ocasión que algunos, nuevamente, han aprovechado rápidamente para adjudicar a la política de precios agrarios la mayor carga de la resporisabifidad.
Mientras éstos así opinan, agricultores y ganaderos ven con tristeza, pero con vivo realismo, c mo su renta personal desciende, cómo se aumenta su deuda y cómo cada día el sector se incapacita para seguir aportando a la sociedad espa?ola la cuota que por su importancia le corresponde tanto al empleo, al PIB, a la balanza comercial y a la demanda alimentaria, porque la fuerte y persistente descompensación en los precios que el campo recibe respecto a los que el campo paga ha inducido una menor adquisición de fertilizantes, rnaquinaria y otros inputs que está seriamente amenazando a las producciones futuras aun en situación meteorológica normalizada.
Son muchos y graves, ciertamente, los males que aquejan a la economía espa?ola, y todos los desajustes, al final, se traducen en la acentuación del más grave de todos, el desempleo.
Las soluciones han de nacer del análisis de la verdadera realidad de cada situación concreta; por eso desde el campo se sigue manifestando, una vez más, que una de las claves de las salidas posibles a los problemas económicos espa?oles está precisamente en el tratamiento con realismo a los precios agrarios.
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