El G¨¦nesis y los cristianos
El G¨¦nesis es un libro maravilloso. G¨¦nesis viene de engendrar y engendrar significa originar algo nuevo, dar a luz, crear una cosa, un ser que antes no era. El libro del G¨¦nesis hay que leerlo y releerlo y, sobre todo, recibirlo con respeto, con veneraci¨®n, como todo texto no solamente humano, sino inspirado. En el origen de todas las cosas est¨¢ su principio, porque principio quieren las cosas, est¨¢ su causa primera, su raz¨®n de ser. Entender algo es penetrar en ese principio, penetrar en lo impenetrable, en el misterio, porque el origen de las cosas, de todas las cosas, es misterioso.El G¨¦nesis es un libro inspirado, lo que quiere decir que en ¨¦l, en su textura humana, es donde se oculta la revelaci¨®n. En el libro del G¨¦nesis, como en todo el Antiguo Testamento, Dios se revela, siempre veladamente, a s¨ª mismo con palabras y con obras, como antecedente y preparaci¨®n de su plena revelaci¨®n en Cristo Jes¨²s. El Concilio Vaticano II, en su "Constituci¨®n dogm¨¢tica sobre la divina revelaci¨®n", aunque no sea uno de los documentos m¨¢s logrados de ese S¨ªnodo, se han sentado las bases de lo que debe entenderse por un texto inspirado: "Las sagradas escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de Dios...". Estas palabras se refieren tanto al Antiguo Testamento. Y respecto del primero se a?ade: "Estos libros, aunque contengan tambi¨¦n algunas cosas imperfectas y adaptadas a su tiempo, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagog¨ªa divina. La econom¨ªa, pues, de la salvaci¨®n pronunciada, narrada y explicada por los autores sagrados se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento". Y respecto a la interpretaci¨®n de los mismos, esa constituci¨®n dogm¨¢tica advierte que "para descubrir la intenci¨®n de los agi¨®grafos, entre otras cosas hay que atender a los g¨¦neros literarios, pues la verdad se propone y expresa, ya de una manera ya de otra, en los textos de diversos g¨¦neros hist¨®ricos, prof¨¦ticos, po¨¦ticos o en otros g¨¦neros literarios; pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos de agi¨®grafo como a las que en aquella ¨¦poca m¨¢s sol¨ªan usarse en el trato mutuo de los hombres". Dicho esto, con otras palabras se puede expresar as¨ª: la palabra de Dios hay que interpretarla pero no desfigurarla o suplantarla. Y, sobre todo, no hay que espantarse de la apariencia irracionalidad de un texto escritur¨ªstico, porque los pensamientos de Dios no son como los pensamientos de los hombres.
La manera como se describe la creaci¨®n no es m¨¢s sorprendente ni desbordante para la mente humana que las palabras, por ejemplo, de la visitaci¨®n del ¨¢ngel a Mar¨ªa al anunciarle la encarnaci¨®n en su seno del hijo de Dios, cuando ella responde: "C¨®mo ser¨¢ esto puesto que no conozco var¨®n". Estas palabras tan conocidas como misteriosas son las siguientes: "El Esp¨ªritu Santo vendr¨¢ sobre ti y el poder del Alt¨ªsimo te cubrir¨¢ con su sombra". Y no menos indescifrables y misteriosas son tantas acciones e intervenciones divinas, tantos milagros, desde No¨¦ y Abraham hasta el gran misterio de la agon¨ªa y muerte en la cruz del Hijo de Dios, seguidos de su resurrecci¨®n y gloriosa ascensi¨®n al cielo.
Todas estas cosas, que son la sustancia de los libros sagrados, y que para un agn¨®stico son pura fabulaci¨®n, constituyen, por el contrario, el sustento de la fe del creyente cristiano. Es evidente que ninguno de estos datos de la revelaci¨®n se propone a la racionalidad racional del creyente, sino a su fe, sin que se pueda decir de ellos que sean irracionales, porque la fe, en la geometr¨ªa del espacio religioso, es la cuarta dimensi¨®n. Estos datos se pueden y se deben interpretar conforme a las normas de la constituci¨®n dogm¨¢tica antes citada, pero lo que no se pueden es negar o ignorar o manipular.Lo que se revela en el doble relato de la creaci¨®n que contiene el libro del G¨¦nesis se puede resumir -en un dif¨ªcil resumen- as¨ª. Dios crea al principio el cielo y la tierra. En ese principio, la tierra era un caos; el abismo, tinieblas y el aliento de Dios cerni¨¦ndose sobre la faz de las aguas -este principio nadie sabe lo que significa ni nadie lo sabr¨¢ jam¨¢s-. Luego, el Creador, a partir de ese oscuro o, m¨¢s bien, insondable principio, crea la luz, el firmamento y reordena la tierra y los mares, poniendo cada cosa en su sitio. Lo que hay que entender de estas palabras enigm¨¢tica es que la creaci¨®n empieza por las cosas inertes y que solamente despu¨¦s de que ¨¦stas est¨¢n asentadas empieza la creaci¨®n de la vida, pero a partir y por medio de esas cosas inertes. As¨ª a la tierra le dice u ordena Yahve-Dios que verdee yerba verde; a las aguas, que bullan en un bullir de seres vivientes; a las aves, que nacen de la tierra, que vuelen sobre ella frente a la b¨®veda del cielo; y a la tierra, de nuevo, para que produzca una nueva producci¨®n, ahora zool¨®gica, seg¨²n sus especies.
Todo esto es lo que Dios dice que ha de hacerse, pero de c¨®mo ha de hacerse ese hacer, esa producci¨®n, el G¨¦nesis no dice absolutamente nada. Puede ser una producci¨®n espec¨ªfica, o sea, por especies; puede ser evolutiva desde una primera criatura que luego se ha ido desarrollando evolutivamente en las diferentes especies a trav¨¦s de los distintos momentos o d¨ªas de la creaci¨®n. Lo que queda claro es que la creaci¨®n de la vida toma su principio de la materia inerte, tanto para los vegetales como para los animales como para el hombre mismo; pero respecto de este ¨²ltimo el tratamiento creativo es enteramente distinto de lo que ha sido para el resto de la creaci¨®n. De la materia toma su principio toda la creaci¨®n, pero tanto la materia como la vida engendr¨¢ndose por la palabra de Dios. En el creacionismo es inconcebible la vida no naciendo de esa palabra.
Pero volviendo a la creaci¨®n del hombre, cuando se llega a ¨¦l, el Creador, Dios no habla como hab¨ªa hecho a la tierra ni al agua para que creen respectivamente sus criaturas propias, sino que en ese momento, que es el ¨²ltimo del proceso creativo y el momento culminante de la creaci¨®n, Dios se repliega, por as¨ª decirlo, sobre s¨ª mismo y dice: "Hagamos -en plural que se ha entendido siempre trinitario- al hombre a imagen nuestra, seg¨²n nuestra semejanza, y domine en los peces del mar y en las aves del cielo y en todas las alima?as y en toda sierpe que serpee sobre la tierra. Y cre¨® Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios le cre¨®, macho y hembra los cre¨®".
Estas palabras no se dicen m¨¢s que de las dos criaturas humanas, hombre y mujer, pero de ninguna otra criatura creada, en el conjunto de la creaci¨®n, que es asequible al hombre. Tan es as¨ª, que en el segundo relato de la creaci¨®n, cuando Dios hace desfilar ante el hombre -porque ha pensado que "no es bueno que el hombre est¨¦ s¨®lo", por lo que le va a hacer una ayuda adecuada- todos los seres vivientes para que les pusiera nombre; el hombre hizo esa nominaci¨®n de toda la zoolog¨ªa, pero sin encontrar -se dice- en ella ninguna ayuda adecuada. La mujer nacer¨¢ maravillosamente durante el sue?o de Ad¨¢n, el sue?o de esa ausencia presentida de la mujer -la ayudadora, la compa?era- que ten¨ªa el hombre, que no era bueno que estuviera solo.
El hombre es, pues, distinto, aunque participe som¨¢ticamente de la zoolog¨ªa de la vida animal, porque a diferencia -una diferencia no de grado, sino de esencia- de todas las dem¨¢s criaturas vivientes, ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. En cambio, en lo que no hay diferencia es en que el primer hombre ha sido hecho tambi¨¦n del polvo, es decir, de la materia inerte, del barro del suelo al que Dios insufl¨® personalmente, por as¨ª decirlo, aliento de vida; de una vida de la que iba a participar eI mismo Dios a trav¨¦s de su Hijo, y de una vida absolutamente especial y sui generis, distinta de cualquier forma zool¨®gica por la adopci¨®n filial del hombre por Dios. Precisamente porque el hombre est¨¢ hecho del polvo -no obstante su predilecci¨®n divina como criatura- y no de otra materia, es por o que despu¨¦s del pecado original le podr¨¢ decir Yahve-Dios con toda verdad esas terribles palabras de que "con el sudor de su rostro ganar¨ªa el pan hasta que volviera al suelo, puesto que de ¨¦l fue tomado, porque polvo era y al polvo volver¨ªa".
Otros datos de la revelaci¨®n gen¨¦sica son que la creaci¨®n no se hizo, como se sabe, instant¨¢neamente, sino a trav¨¦s de unos per¨ªodos sucesivos llamados d¨ªas y que marcan unos tiempos indescifrables para el hombre, pero muy significativos en todo caso para se?alar que ha habido un proceso, un desarrollo, unas edades en la obra de la creaci¨®n. As¨ª como tambi¨¦n es un dato importante el que a este hombre creado a imagen y semejanza de Dios se le entrega el dominio, el se?or¨ªo de la naturaleza toda. Pero lo que cuenta en el designio con que se escribe el presente texto es insistir en que, con arreglo a las palabras del G¨¦nesis, puede haber habido creaci¨®n creativa de todas y cada una de las especies individualizadas; puede haber habido, puesto que el G¨¦nesis no dice ni declara el c¨®mo de la creaci¨®n, creaci¨®n evolutiva, es decir, saliendo evolutivamente unos seres de otros, unas especies de otras; puede haber habido una mezcla, de creaci¨®n espec¨ªfica y evolutiva; puede haber habido otras formas por descubrir o imaginar, puesto que la creaci¨®n, como la nada, es un enigma dentro de un misterio.
Pero en lo que hay que insistir es en que, tanto en uno como en otro caso -el espec¨ªfico o evolutivo-, la creaci¨®n de los seres vivientes nace para los creyentes en el G¨¦nesis de la materia inerte, de la que Dios saca con su palabra creadora de materia y de vida todas las criaturas, incluido el hombre, que tambi¨¦n es polvo -tierra, agua, barro-, pero que como criatura es el ¨²nico que produjo Dios a su imagen y semejanza.
Si la evoluci¨®n ha sido creada por Dios -la evoluci¨®n no puede ser m¨¢s que una criatura-, entonces se descarta una creaci¨®n individualizada de todas y cada una de las especies y se presupone un plan divino de la crea-
Pasa a la p¨¢gina 10
Viene de la p¨¢gina 9
ci¨®n por virtud del cual, desde una primera simiente -por decirlo de alguna manera-, en la que tendr¨ªa que estar contenida potencialmente la creaci¨®n entera, bajo la acci¨®n de Dios, sin el cual ni la hoja del ¨¢rbol puede moverse, habr¨ªan ido saliendo unas criaturas de otras a lo largo de unos tiempos indescifrables para el hombre, es decir, dif¨ªciles de someter a cifra, en una forma perfectiva hasta desembocar en el hombre que desde el principio, o sea, desde todos los tiempos, estar¨ªa llamado,a ocupar esa posici¨®n ¨²nica y exclusiva entre todas las,criaturas de imagen y semejanza de Dios y de filiaci¨®n adoptiva divina. Por supuesto, este salir unas cosas de otras es tan incomprensible, si no m¨¢s,que la creaci¨®n espec¨ªfica de cada especie.
En otras palabras, aunque para decir lo mismo, en esa concepci¨®n de¨ªsta gen¨¦sica Dios ser¨ªa el autor de esa primera semilla a partir de la cual se desplegar¨ªa la gran obra de la vida que cubre toda la prehistoria y la historia. O sea, algo as¨ª como esa diminuta simiente de la pimienta que luego se hace planta frondosa donde anidan las aves. Las especies no nacer¨ªan hechas, sino que ir¨ªan haci¨¦ndose en un transformismo, en un selectivismo continuo bajo la mirada amorosa de Dios. Esta concepci¨®n ser¨ªa una interpretaci¨®n libre de los dos relatos de la creaci¨®n en el libro del G¨¦nesis y, sobre todo, del primero de ellos, en donde, seg¨²n hemos visto, se dice en ¨¦l que se haga la creaci¨®n de la vida vegetal y animal, pero no se dice, el c¨®mo. En el segundo relato, relato yahvista, tiene m¨¢s dif¨ªcil encaje el evolucionismo, porque en ¨¦l se afronta el problema de los problemas, el del bien y del mal, en una creaci¨®n en la que todo lo que se hab¨ªa hecho era bueno; es algo que desborda completamen te el tema propuesto, que es el de la relaci¨®n entre creaci¨®n y evoluci¨®n.
La evoluci¨®n, desde un punto de vista agn¨®stico, elude e ignora el principio en el que aparecen los cielos y la tierra. Se encuentra con el fen¨®meno de la naturaleza y trata, desde ¨¦l, de explicar ese otro fen¨®meno que se llama hombre. Pero ese no es el punto de arranque de Darwing. El que Darwin, joven, piadoso creacionista, se plante¨® cuando estuvo estudiando, en su famoso viaje, las especies animales de los mares del Sur, tan distintas de las europeas, fue el problema del origen de las especies, que por eso llam¨® as¨ª su libro, es decir, una explicaci¨®n de la diversificaci¨®n y el parentesco de unas especies con otras.
Entonces, ante este enigma, el hombre Darwin, que ten¨ªa la textura personal del sabio, que es precisamente la de descifrar los enigmas, agudiz¨® todos sus sentidos y su inteligencia para encontrar una respuesta que satisficiera a su raz¨®n, a su mente, incluso aunque esa respuesta pusiera en entredicho los textos de la creaci¨®n en el G¨¦nesis que ¨¦l que hab¨ªa hecho sus primeros estudios en el seminario para hacerse cl¨¦rigo anglicano, conoc¨ªa muy bien.Respuesta a un enigma
La teor¨ªa de la selecci¨®n natural fue para ¨¦l una respuesta deslumbradora, respuesta al enigma de la creaci¨®n. La lucha por la vida, a la que estaban sujetos todos los seres vivos, desde que nacen hasta que mueren, produc¨ªa una selecci¨®n natural, y por virtud de ella las especies mejor dotadas contra las agresiones de la naturaleza, contra la confrontaci¨®n con otros seres de la misma o de otras especies, produc¨ªa selectivamente la sobrevivencia de los mejor adaptados a esa contracorriente de la vida; as¨ª iban ascendiendo las especies perfectivamente el curso de ella hasta llegar a las m¨¢s altas cotas de las formas zool¨®gicas, finalizando en el hombre. En esta concepci¨®n, Dios no hac¨ªa falta; la naturaleza era autosuficiente para producir todo el proceso de la creaci¨®n. Los relatos del G¨¦nesis eran una f¨¢bula, mientras que esta otra forma evolutiva por la naturaleza como causa sui la acercaba mucho a un concepto cient¨ªfico del entendimiento del fen¨®meno de la existencia de las cosas y del hombre. Este ¨²ltimo estaba hecho a imagen y semejanza de una naturaleza que evoluciona haciendo camino al andar.
Yo no s¨¦ si Darwin fue o no al final de su vida un agn¨®stico; es muy dif¨ªcil dictar de nadie esta sentencia. Yo creo que el evolucionismo puro, basado en la selecci¨®n natural, lleva necesariamente al agnosticismo. Y respecto de Darwin reproduzco estas palabras atribuidas a ¨¦l, quien cuando ya mayor hace un resumen retrospectivo de su vida, intercala un cap¨ªtulo sobre Puntos de vista religiosos, donde, comprometi¨¦ndose personal y socialmente, afirma: "... me rondaba el escepticismo, hasta que al final me convert¨ª en un incr¨¦dulo completo... De hecho casi no puedo comprender c¨®mo haya nadie que pueda desear que la doctrina cristiana sea cierta".
Lo que es evidente, no s¨®lo para m¨ª, sino para otras cabezas pensantes muy superiores, es que la selecci¨®n natural es un contrasentido. En la selecci¨®n natural no sobreviven los mejores sobre los peores, sino que sobreviven simplemente los sobrevivientes. Lo mejor y lo peor es un juicio de valor que, no puede hacerse m¨¢s que a partir de ciertos conceptos racionales y morales. Cuando lucha Aquiles con H¨¦ctor y le vence y arrastra su cad¨¢ver con su carro en torno a las murallas de Troya, no es porque Aquiles fuera el bueno y H¨¦ctor el malo. Y cuando, finalmente, Troya es destruida por la estrategia del caballo de madera del astuto Ulises, no es porque los griegos de Agamen¨®n fueran los buenos y los malos los troyanos; y los terremotos o las inundaciones o las pestes no discriminan ni seleccionan. La perfecci¨®n del hombre no nace de la lucha de ¨¦ste con la naturaleza y con otros hombres, sino, sobre todo, de la lucha del hombre consigo mismo. La perfecci¨®n no nace tampoco de lo que se entiende com¨²nmente por fortaleza o por debilidad. De su propio poder dice Dios Omnipotente "que cumple y realiza su fin por medio de la flaqueza". La selecci¨®n natural, eliminando la tras cendencia, dificulta la perfectividad moral del hombre.
Este problema de la creaci¨®n. del hombre por Dios a su imagen y semejanza, o de la producci¨®n del hombre evolutivamente, sin intervenci¨®n de Dios, como un animal perfeccionado por la selecci¨®n natural, es de la mayor importancia para el hombre; en realidad, el de mayor importancia de todos. Pero lo importante no es s¨®lo que el hombre haya sido hecho por Dios como una de tantas especies zool¨®gicas, sino que haya sido creado por El a su imagen y semejanza. La dignidad del hombre, por la que ahora se est¨¢ luchando m¨¢s que nunca, nace exclusivamente de ese dato de la revelaci¨®n contenido en el libro del G¨¦nesis. Toda interpretaci¨®n de ese libro inspirado que no lo tenga en cuenta no podr¨¢ llamarse cristiana, a mi juicio, que someto a cualquier otro mejor fundado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.