Reflexi¨®n sobre la cuesti¨®n militar
Desde el inicio de la transici¨®n ? los espa?oles lectores de diarios hemos introducido en nuestro l¨¦xico pol¨ªtico habitual el concepto de "lo f¨¢ctico", para referimos a esos poderes materiales o espirituales que no forman parte de la famosa trilog¨ªa de Montesquieu, pero que, en el fondo -piensa mucha gente-, son los que realmente deciden en las cuestiones importantes. Entre ellos incluimos, aunque no solamos mencionarlo por su nombre, a las FF AA o a la c¨²pula de las mismas que consideramos, no s¨¦ si razonablemente, las representa en cada momento. En todo caso, nos vamos acostumbrando a que en Espa?a existan los poderes constitucionales: Parlamento, Gobierno, judicatura, etc¨¦tera, y luego otros sobre los que se tiene la impresi¨®n -no siempre avalada con datos incontrovertibles- de que han influido y siguen influyendo en buena medida en acontecimientos recientes decisivos para la vida pol¨ªtica de Espa?a. As¨ª, se habla del descalbagamiento del anterior jefe del Gobierno, del cambio de estrategia hacia la polarizaci¨®n en dos grandes opciones, la entrada en la OTAN y la LOAPA, el juicio del 23-17, hasta tal punto que ha hecho exclamar a un ex vicepresidente del Gobierno el "estoy hasta las narices" en expresi¨®n muy ib¨¦rica, con ocasi¨®n del ¨²ltimo Consejo Pol¨ªtico de UCD. Pues bien, la realidad es que, nos guste o no, una parte importante de la ciudadan¨ªa piensa o, mejor a¨²n, siente que ah¨ª est¨¢n esos poderes f¨¢cticos que deciden, o por lo menos condicionan, decisiones que la ley de leyes reserva al poder civil. E incluso tiene la impresi¨®n de que en el ¨²ltimo per¨ªodo, desde el 23-F concretamente, pinta cada vez menos este poder, lo que crea un ambiente de inseguridad, cuando no de temor, nefasto para la participaci¨®n del pueblo y el funcionamiento de las instituciones.Es una vieja cuesti¨®n esta de la tensi¨®n dial¨¦ctica entre poder civil y poder militar en la historia contempor¨¢nea de Espa?a. Pero, a diferencia de otras grandes cuestiones -entendidas como nudos de contradicciones- que han estado en el origen del traumatismo peri¨®dico de nuestro acontecer nacional, como pudieron ser la cuesti¨®n religiosa, la de las nacionalidades, versus centralismo, la social en sus vertientes agraria y obrera, que hoga?o no se manifiestan ya con la virulencia de anta?o, que incluso discurren por cauces no distantes de los vigentes en la Europa vecina, no podr¨ªamos decir lo mismo de la cuesti¨®n militar, como parte esencial del problema de la definitiva modernizaci¨®n de nuestro Estado. Porque, digamos lo que digamos, sea cierto o no lo sea, lo explicitemos abiertamente o lo comentemos por los pasillos, los espa?oles conscientes viven con la permanente sensaci¨®n de que un d¨ªa las FF AA, o una parte de ellas, pueden intentar terminar con las libertades democr¨¢ticas, con la Constituci¨®n que aprobamos en diciembre de 1978. Entre otras razones, porque la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito en la vida pol¨ªtica de Espa?a ha sido un fen¨®meno cr¨®nico y, adem¨¢s, porque todo el mundo sabe que es la ¨²nica instituci¨®n con fuerza y posibilidades para hacerlo,. Y ello al margen de que lo, m¨¢s probable sea que la mayor¨ªa de nuestras FF AA lo que - realmente desean es ser eficaces en el servicio a la patria, y que las, cosas funcionen bien en Espa?a, como ' todo ciudadano normal.. Pero debemos reconocer que en ning¨²n pa¨ªs de Europa occidental -ni tan siquiera en Grecia y Portugal- viven hoy los ciudadanos con esta misma sensaci¨®n. Sensaci¨®n que hay que combatir, con la que hay que terminar, pues soy de los que piensan que la pol¨ªtica espa?ola no puede hacerse ni un d¨ªa m¨¢s condicionada a supuestos o reales poderes f¨¢cticos; no porque no existan, pues ser¨ªa una ingenuidad ignorarlos, sino porque la mejor manera de fortalecer el poder civil, el ¨²nico reconocido en la Constituci¨®n, es no haciendo la m¨¢s m¨ªnima concesi¨®n a la l¨®gica de lo f¨¢ctico, sin perder de vista que el problema existe, sino llenando de participaci¨®n y apoyos populares nuestras instituciones. Precisamente lo que no hemos hecho suficientemente.
El vac¨ªo de poder
Las causas hist¨®ricas de lo que s e ha llamado cuesti¨®n militar en Espa?a son conocidas y han sido sintetizadas con acierto en un espl¨¦ndido libro de Diego L¨®pez Garrido sobre La Guardia Civil y los or¨ªgenes del Estado centralista. Un ej¨¦rcito que acaba actuando durante buena parte del siglo XIX y el XX como un aut¨¦ntico partido militar, utilizado por las distintas fracciones de una burgues¨ªa d¨¦bil, incapaz de lograr por otros medios que la fuerza el consenso social, de ejercer su hegemon¨ªa, de lograr construir un Estado moderno, una Administraci¨®n civil fuerte y aut¨®noma, y que acabar¨¢, como l¨²cidamente dice el autor, "prisionero del ' papel a ¨¦l asignado por una clase social que impide su democratizaci¨®n aun a riesgo de perder su control ocasionalmente". Al final, como ocurre en estos procesos, no se sabe qui¨¦n controla a qui¨¦n, pues a la postre se acept¨® que el Ej¨¦rcito se convirtiese en un Estado dentro del Estado, con autonom¨ªa propia, estableciendo unas peculiares y privilegiadas relaciones directas con la Corona, por encima y por debajo de los Gobiernos de turno, como si asumiese la obediencia a la m¨¢s alta magistratura, pero no al Ejecutivo, decidiendo, en fin, por su cuenta cuando un supuesto vac¨ªo de poder legitimaba su intervenci¨®n, asumiendo la representaci¨®n nacional. A prop¨®sito de la idea de vac¨ªo de poder, causa justificativa de toda intervenci¨®n militar, hay que decir de una vez por todas que en un r¨¦gimen democr¨¢tico la misma aceptaci¨®n de la idea de que pueda darse un vac¨ªo de poder es en s¨ª el inicio del reconocimiento de que es leg¨ªtimo un golpe de fuerza. Porque en democracia no hay vac¨ªo de poder, ya que si realmente nos creemos que la soberan¨ªa reside en el pueblo, ¨¦ste siempre est¨¢ ah¨ª presente para germinar con su voto el poder democr¨¢tico que en cada momento desee darse. Los que hablan, pues, de vac¨ªo de poder, unos conscientes, otros sin darse cuenta, es porque niegan de hecho que la soberan¨ªa resida en el pueblo; es m¨¢s, porque en el fondo temen que la naci¨®n asuma el ejercicio de dicha soberan¨ªa. Pero volvamos, despu¨¦s de esta disgresi¨®n, al hilo del argumento. Hay, adem¨¢s de las razones hist¨®ricas que han conformado la cuesti¨®n militar en Espa?a, las vicisitudes por las que han atravesado nuestras FF AA durante los ¨²ltimos cuarenta a?os y la propia forma como se ha dado la transici¨®n a las libertades civiles. As¨ª, no s¨®lo tenemos que la burgues¨ªa espa?ola sea d¨¦bil -hoy lo es menos que en el siglo XIX-, o que las instituciones democr¨¢ticas no tengan a¨²n la fuerza suficiente -la tienen m¨¢s de lo que algunos creen-; es que tenemos unas FF AA que han surgido en gran medida de una victoria contra la democracia y lo que ¨¦sta significa, educadas durante cuarenta a?os en el culto de lo que signific¨® dicha victoria, en el execrable papel de los partidos pol¨ªticos, en la filosof¨ªa del enemigo interior" y organizadas esencialmente para combatir a dicho adversario, etc¨¦tera. No se puede negar, empero, que la transici¨®n de la dictadura a la democracia ha sido aceptada como colectivo por las FF AA espa?olas disciplinadamente, lo que es un m¨¦rito, aun cuando se han ido dando casos individuales de desplante, acciones peligros¨ªsimas de intenci¨®n definitiva, como la del 23-F, y se conozca que existe un ambiente latente, difuso, cuya extensi¨®n precisa no se conoce bien, en el cuerpo de jefes y oficiales, contrario al r¨¦gimen democr¨¢tico y de simpat¨ªa hacia los que han intentado acabar con ¨¦l. Y no es menos cierto que durante la
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transici¨®n, en especial los sucesivos Gobiernos de UCD , y quiz¨¢ tambi¨¦n el conjunto de los partidos pol¨ªticos, no hemos actuado con la clarividencia y la energ¨ªa que una cuesti¨®n tan grave y delicada hubiese requerido. Ni el Parlamento ha debatido en profundidad y con rigor estos temas ni se ha llevado hacia adelante una l¨ªnea coherente de pol¨ªtica militar., lleg¨¢ndose a la fase Calvo Sotelo-Oliart, verdaderamente negativa en este tema, en la que se ha dado la impresi¨®n de que ni el Parlamento ni el Gobierno pintaban nada en este asunto. As¨ª se ha podido abrir camino, no s¨¦ hasta qu¨¦ cota, la vieja idea, nefasta en nuestra historia, de que los partidos, el Parlamento, la Prensa, tienen, que dejar en paz a la milicia para que ¨¦sta deje, en paz a aqu¨¦llos, abundando en la concepci¨®n, grata a los involucionistas de todas las ¨¦pocas, de que el Ej¨¦rcito debe discurrir por una ¨®rbita propia sin contacto con la que describa la sociedad civil, en contra de la opini¨®n de militares ilustres, que pregonan la necesaria fusi¨®n del pueblo Y las FF.AA, como garant¨ªa de la democracia y la eficacia de ¨¦stas.
Es, pues, urgente que el poder civil act¨²e en este campo para que las FF AA no sean -si es que lo son- un poder f¨¢ctico y se haga buena la doctrina ex puesta en lecci¨®n inaugural en la UIMP de Santander, hace pocos d¨ªas, por el teniente general Guti¨¦rrez Mellado, al sostener que las FF AA no son un poder f¨¢ctico, pues aqu¨ª no hay m¨¢s poder que el legislativo el ejecutivo y el judicial. As¨ª deber¨ªa ser, en efecto, pero, desgraciadamente, se tienen, por lo menos, dudas de que as¨ª sea. Porque la democracia espa?ola ha heredado un aparato del Estado pr¨¢cticamente intacto del r¨¦gimen anterior, que en sus estructuras b¨¢sicas no ha sufrido ni el m¨¢s leve rasgu?o. En nuestra transici¨®n, de los principios inmutables del caudillo a la Constituci¨®n de 1978, al igual que sucediera con el. paso del antiguo r¨¦gimen al Estado liberal en el siglo XIX, se ha dado la forma gradual y, como se?ala l¨²cidamente L¨®pez Garrido, "el instinto gatopardesco de las clases dirigentes producir¨¢ un tr¨¢nsito controlado, permitiendo a los antiguos absolutistas instalarse en el Estado, liberal". Hoy tenemos a todos los servidores del antiguo r¨¦gimen instalados en el Estado constitucional, y no se trata, en mi visi¨®n de las cosas, de pregonar depuraciones personales que no ser¨ªan posibles ni deseables, aparte las que determinen los jueces por comisi¨®n, de delitos. Son otras las medidas que habr¨ªa que adoptar para que en Espa?a se dejase de hablar de la cuesti¨®n militar tal como hoy se hace. Todos en nuestro pa¨ªs, empezando por los partidos pol¨ªticos, las fuerzas sociales, la Iglesia, el Parlamento o la Prensa, han entrado, en distintos momentos y con grados diferentes,-en un proceso de aggiornamento organizativo y mental con el fin de conectar con los nuevos tiempos y superar as¨ª lo que hemos llamado las respectivas culturas tradicionales. Las FF AA espa?olas tambi¨¦n tienen: que superar su cultura tradicional, depurar las mentalidades atrasadas e ir adoptando la que se desprende de los principios de la Constituci¨®n. Hay que partir de que ya no hay m¨¢s "enemigo interior" que aquel que atenta contra la propia Constituci¨®n, ya sea con pronunciamientos o con actos terroristas, hasta hacer realidad la sentencia del abate Siey¨¦s, recogida en el libro que hemos comentado: "El soldado jam¨¢s debe ser utilizado contra el ciudadano. No puede ser mandado sino contra el enemigo, exterior". A partir de aqu¨ª, toda la cultura y organizaci¨®n de las FF AA debe ser remodelada conscientes, por la observancia de otros procesos, que los cambios en las mentalidades son m¨¢s costosos y lentos que los que afectan. a las estructuras. De ah¨ª la importancia excepcional que tiene todo lo que afecta a las ense?anzas militares, en todos sus grados y momentos, a la formaci¨®n y selecci¨®n del profesorado de las academias y cursos de ascensos, a las efem¨¦rides que se leen y comentan ante la oficialidad y la tropa diariamente cual oraci¨®n comentada, que va formando el esp¨ªritu de la milicia; la informaci¨®n que llega a los cuarteles, Y cuya pluralidad y objetividad debe de ser garantizada. ?Es cierto que El Alc¨¢zar es el diario m¨¢s le¨ª o en las salas de bandera? Cuestiones important¨ªsimas en las que se est¨¢ en retraso, como con acierto ha se?alado un editorial de EL PAIS sobre la reforma de la ense?anza militar, anunciada desde 1979.
No hay duda que la doctrina militar orientada hacia la defensa de la soberan¨ªa de Espa?a, de su integridad territorial y del orden constitucional exige modificaciones sustanciales en la organizaci¨®n y despliegue de nuestras FF AA. Quiz¨¢ no sean cuestiones esenciales desde el punto de vista t¨¦cnico, pero mucha gente se pregunta: ?hasta cu¨¢ndo va a perdurar el instrumento de las capitan¨ªas generales, cuyo origen se remonta a los Reyes Cat¨®licos, o los Gobiernos Militares, herederos de una tradici¨®n que consiste en superponer una completa administraci¨®n militar a la civil, como manifestaci¨®n de la mutua desconfianza? Porque desde el punto de vista de los ej¨¦rcitos, cara a un hipot¨¦tico enemigo exterior, la eficacia de las FF AA depende de tres factores esenciales que olvidan nuestros aprendices de brujo antidem¨®cratas: de la fortaleza de las instituciones de la sociedad civil, de la identificaci¨®n de ¨¦sta con sus FF AA, del grado de superaci¨®n de la interiorizaci¨®n hist¨®rica que ¨¦stas han sufrido en Espa?a, quiz¨¢ al margen de su voluntad. Cuanto m¨¢s enfrascado est¨¢ el Ej¨¦rcito de un pa¨ªs en temas de pol¨ªtica interior, actuantes o latentes, menos eficaz y operativo es en la disuasi¨®n o confrontaci¨®n con el adversario exterior; esta es una de las lecciones que ha refrescado el conflicto de las Malvinas. En Espa?a, la cuesti¨®n militar no est¨¢ resuelta en el grado que nuestra vida democr¨¢tica exigir¨ªa en estos momentos. Si no se aborda con claridad y decisi¨®n, desde un poder civil fuerte, no se consolidar¨¢ la democracia ni tendremos unas FF AA eficaces y contundentes ante los objetivos que la Constituci¨®n demanda. Y estos problemas no se resuelven con los silencios, los tab¨²es, las concesiones (que a lo mejor nadie demanda), las medias verdades, los rumores -y el desconcierto, sino con la claridad, el rigor y la energ¨ªa que nuestros ciudadanos y nuestras FF AA se merecen.
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