Las crisis gobernantes
LA CLASE pol¨ªtica italiana ha encontrado la rara manera de gobernar el pa¨ªs mediante las crisis. Un Gobierno ser¨ªa un per¨ªodo entre dos crisis, durante el cual se cumplir¨ªan algunos de los pactos hechos para salir de la crisis anterior y se preparar¨ªan las condiciones para la crisis siguiente. La actual, que muy probablemente va a conducir a unas elecciones generales en octubre, ha sido producida por el partido socialista, que ten¨ªa en el Gobierno siete ministros (bastantes m¨¢s de los que corresponder¨ªa al 9,8% de los votos obtenidos en las elecciones anteriores), como consecuencia de una votaci¨®n adversa en la C¨¢mara de los Diputados. Un curioso resultado que pa rece prefabricado. Se hab¨ªa puesto a votaci¨®n un decreto-ley, propuesto por el ministro de Finanzas -socialista-, para reprimir el fraude fiscal en el sector petrolero, ley capaz de recaudar para el Estado unos 5000.000 millones de liras. Previamente hab¨ªa sido objeto de un consenso entre los cinco partidos de la coalici¨®n gubernamental (que son la Democracia Cristiana, el socialista, el republicano, el socialdem¨®crata y ¨¦l liberal), que tienen en la C¨¢mara un 57% de diputados: por tanto, ning¨²n problema. Pero cuando el decreto se puso a votaci¨®n se creta -lo cual ya implica un principio de maniobra- se encontr¨® que unos treinta diputados -ocultos- de esa coalici¨®n votaron en contra. Aun as¨ª, la votaci¨®n habr¨ªa sido suficiente si un elevado n¨²mero de diputados, sobre todo socialistas, no hubiera estado ausente de la C¨¢mara.La interpretaci¨®n de si ese absentismo era simplemente debido a la molicie, el aburrimiento y la huida del calor romano hacia las playas o si, por el contrario, era una consigna socialista para dejar hundirse el decreto y provocar la crisis es ya meramente personal. La sospecha es la de que los socialistas quieren ahora las elecciones. Quieren forzarlas por dos razones: una de ellas, porque creen que van a obtener m¨¢s diputados (en ning¨²n caso ser¨¢n muchos m¨¢s), y la otra, porque intentan continuamente que su imagen se despegue lo m¨¢s posible de la que da la Democracia Cristiana, a cuya coalici¨®n, sin embargo, est¨¢n condenados si quieren una parcela de poder. Nada mejor que este tipo de asunto: un intento de aumentar o regular la fiscalidad de los ricos. Al final del suceso, los socialistas aparecen como los moralizadores, y los democristianos, como los eternamente corrompidos y sometidos a los grupos de presi¨®n econ¨®micos. Craxi, secretario general del partido, lo ha subrayado convenientemente: "El pa¨ªs es literalmente ingobernable. El Parlamento est¨¢ a la merced de grupos de presi¨®n que infligen al Gobierno derrotas en los puntos esenciales de su programa de austeridad y de reconstrucci¨®n".
Todo parece corresponder adem¨¢s a lo que podr¨ªa ser un intento de recuperaci¨®n moral de los socialismos europeos, reforzados con el triunfo del Partido Socialista franc¨¦s: una pol¨ªtica de relativa separaci¨®n de los compromisos impopulares" de las coaliciones coyunturales, delas excesivas moderaciones program¨¢ticas. Se dir¨ªa que la tesis es que m¨¢s vale estar fuera del poder si ese poder corrompe o si obliga en cierta manera. La recaudaci¨®n de votos pasar¨ªa ahora por un rejuvenecimiento doctrinal. Craxi parece una de las figuras de esa inspiraci¨®n. Quiz¨¢ de esta aventura obtenga que en una nueva coalici¨®n, con o sin elecciones, no sea suficiente entregarle siete ministros, sino la presidencia del Gobierno. Desde la que pudiera, si no gobernar al pa¨ªs, restaurar la imagen de su partido hasta donde fuese posible.
Ahora se negocia urgentemente. Los socialistas lo hacen con comodidad: las elecciones generales les ser¨ªan favorables, y a¨²n puede decirse que es al ¨²nico partido al que podr¨ªan beneficiar; la democracia cristiana continuar¨ªa su camino de p¨¦rdidas, y el comunista, la degeneraci¨®n electoral que le corresponde, en Italia y fuera de ella. Craxi puede utilizar este espectro de las elecciones generales para obtener m¨¢s ventajas.
Es en este tipo de negociaciones de brisis, de ofertas electorales, de concesiones forzadas entro los partidos y con respecto a los electores donde Italia encuentra, curiosamente, la legislaci¨®n que le permite ir saliendo adelante, y no, como se ve, en los actos del Gobierno constituido. Una f¨®rmula interesante, pero dif¨ªcilmente recomendable para cualquier otro pa¨ªs.
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