El hombre de plomo
LA PALABRA quisling es de uso com¨²n en el vocabulario pol¨ªtico intemacional para denominar a quien gobiema su pa¨ªs de acuerdo con una potencia ocupante: su padre etimol¨®gico fue el noruego Quislini, dictador en su patria ocupada por los alemanes. Puede hablarse ahora del presidente quisling de L¨ªbano, Bechir Gemayel, impuesto por Israel, Estados Unidos y Arabia Saud¨ª. No es un hombre de paja en el sentido de que no se va a limitar a hacer lo que le manden: tiene actividad y proyectos propios. Es m¨¢s bien un hombre de plomo: del plomo de las balas y de la metralla. Es inquietante observar que en toda esa zona del Oriente Pr¨®ximo se vuelve a la identificaci¨®n antigua del guerrero con el gobernante: la ¨¦poca hist¨®rica en que eso suced¨ªa habitualmente, la Edad Media, no ha dejado demasiado buen recuerdo. El sentido de progreso de la civilizaci¨®n es lo que su propio nombre indica: hacer civiles las sociedades.L¨ªbano vive pr¨¢cticamente en guerra civil desde 1975: el episodio palestino que se ha desenlazado provisionalmente estos d¨ªas es parte de esa circunstancia. La guerra civil de L¨ªbano es compleja. Por un lado, se presenta como un enfrentamiento entre minor¨ªas raciales y religiosas. Como en otras partes del mundo, aparentemente m¨¢s desarrolladas en democracia (el Ulster), este problema envuelve otro de ricos y pobres, de clases sociales: el dinero, el poder, los mandos del Ej¨¦rcito, las facilidades culturales est¨¢n en manos de los cristianos (maronitas). Se atribuye esta diferencia a su mayor¨ªa num¨¦rica (la tuvo en otros tiempos, pero no hoy), pero una gran parte de la desigualdad se debe al favor de las potencias ocupantes en la ¨¦poca colonial (principalmente, Francia), m¨¢s identificadas con los cristianos y sumamente interesadas en conservarlos como una muralla frente a los musulmanes, que tienen desde hace siglos pendiente su revoluci¨®n. La guerra civil tiene, por tanto, un aspecto de lucha de clases, una apariencia de izquierda y. derecha. Si en parte se debe al colonialismo y la forma de descolonizaci¨®n, hay otra gran parte atribuible a Occidente: la separaci¨®n de Siria del conjunto del Gran L¨ªbano, con lo que se evitaba un gran peso musulm¨¢n. El tercer factor fue el de la implantaci¨®n de Israel como Estado y el ¨¦xodo de los palestinos. Los cristianos fueron desde ¨¦l primer momento partidarios de Israel, y los musulmanes, de los palestinos. Huelga decir que Estados Unidos favoreci¨® inmediatamente a los cristianos, mientras la Liga Arabe enviaba una fuerza de pacificaci¨®n, de la que a¨²n quedan las tropas sirias.
Bechir Gemayel, elegido ahora presidente de L¨ªbano en condiciones enormemente dudosas, si no francamente rechazables, pertenece a una dinast¨ªa de guerrilleros y terroristas: su padre fue el fundador de las Falanges Libanesas, que representan una tendencia netamente fascista (otros cristianos maronitas est¨¢n en la l¨ªnea moderada, que prefiere volver a los pactos y equilibrios constitucionales que hasta 1975 hicieron de L¨ªbano un pa¨ªs rico y apacible, aunque con profundas desigualdades sociales). Si alguna vez, se propuso la partici¨®n de L¨ªbano (que dejar¨ªa la zona vecina a Israel en manos de los cristianos, y la pr¨®xima a Siria en las de los musulmanes), parece ya que hasta esta falsa soluci¨®n est¨¢ desbordada. La acci¨®n militar de Israel no solamente ha sido dirigida contra los palestinos, sino tambi¨¦n contra los musulmanes libaneses, y culmina con la instalaci¨®n de Gemayel. El plan, ahora, est¨¢ en la unidad de L¨ªbano: Israel permanecer¨ªa en el territorio que ya ha ocupado hasta que las tropas sirias abandonasen el Norte y hasta que Gemayel tuviera en sus manos el poder suficiente como para aplastar cualquier rebeli¨®n. Israel tiene ahora una moral de triunfo en vista de la escasa reacci¨®n adversa que ha tenido su acto -solamente reacciones de conciencia- y del apoyo recibido por Reagan: pero, sobre todo, por el apoyo moral de Arabia Saud¨ª, que ha favorecido siempre a los cristianos maronitas frente a los musulmanes, y que se ha apresurado a reconocer y felicitar a Gemayel. La raz¨®n de esta actitud que parece contradictoria con un pa¨ªs isl¨¢mico est¨¢ en el miedo a la revoluci¨®n y en el miedo a los palestinos. Si la guerra civil de L¨ªbano tiene un aspecto de izquierda y derecha, la preocupaci¨®n de Arabia Saud¨ª es la de que esa revoluci¨®n se contagie a su pa¨ªs, de un conservadurismo feudal. Los palestinos son portadores de un germen revolucionario que va m¨¢s all¨¢ del deseo de regresar a su pa¨ªs.
Pero este momento tan favorable a Israel tiene un fondo de barro. Uno de los riesgos est¨¢ en que Siria decida, favorecida por los pa¨ªses del Frente del Rechazo -los ¨¢rabes no conservadores-, por el mesianismo de Jomeini, al que tambi¨¦n iinpulsa en este momento su triunfo sobre Irak, y por los palestinos que puedan regresar despu¨¦s de la evacuaci¨®n, un acto de resistencia; y que se exacerbe la guerra civil de L¨ªbano, una vez que los musulmanes, al ver elegido un extremista en lugar de un moderado, entiendan que deben luchar por su subsistencia. Mientras sigue creciendo, en todo el mundo isl¨¢mico, el esp¨ªritu de revuelta y guerra santa, al que enardecen estas nuevas humillaciones.
No es f¨¢cil predecir que todo quede como est¨¢ y que los planes de Beguin y Reagan -la reunificaci¨®n de Libano con un r¨¦gimen de extrema derecha- vayan a salir adelante f¨¢cilmente.
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