Toda amistad verdadera
Con Wifredo Lam he perdido un gran amigo, abiertamente dispuesto a acoger con ingenuo entusiasmo todo brote de pensamiento que pareciese nutrir la corriente universal hacia la verdad. Muy madrugador, dedicaba las primeras horas a leer historia, filosof¨ªa, sociolog¨ªa, antropolog¨ªa, de modo que cada d¨ªa iniciaba su trabajo creador con su porci¨®n de pensamiento racional.Por ello, su muerte parece desgarrar ese entramado de pensamiento y sentir colectivos al que procuramos dirigir el esfuerzo para que resulte socialmente ¨²til. He tenido la suerte de tener algunos amigos verdaderos, a los que debo lo mejor de m¨ª mismo, y a medida que pasan los a?os es m¨¢s irreversible el vac¨ªo que dejan.
La muerte de Wifredo evoca poderosamente todos los amigos muertos, en cuya relaci¨®n se realizaba lo mejor de nosotros mismos (Juli¨¢n Barrag¨¢n, Le¨®n Meabe, Leo Fleishman, Francisco Ted¨®, Miguel Gonz¨¢lez, Alfonso Novoa) y da un sentido trascendente a esta nueva p¨¦rdida que se suma a las suyas. S¨¦ que la estructura cu¨¢ntica de la realidad desmiente la noci¨®n de Pascal de que una piedra tirada al mar provoca una onda que alcanza todo el oc¨¦ano; todo tiene un efecto limitado, pero, de todos los caminos, el del pensamiento humano es el de mayor ¨¢mbito de resonancia y en el que los efectos se mantienen m¨¢s tiempo. Por m¨ª s¨¦ perfectamente la influencia perdurable ejercida por esas personas sobre quienes tuvieron la suerte de conocerlas y, sin duda, su paso por la Tierra ha determinado que sobre la pauta de su trato se hayan trabado nuevos hilos del m¨¢s puro sonido. De ellos, Wifredo, que fue mi amigo desde mis diecisiete a mis treinta a?os, a los que la p¨¦rdida de la guerra le separ¨® de mi trato frecuente, es el ¨²nico que ha dejado testimonio de s¨ª en su obra. Es sabido que fue un gran pintor de profundo oficio y de viva imaginaci¨®n, que hac¨ªa cambiar su fisonom¨ªa r¨¢pidamente desde expresiones inolvidables de la perplejidad m¨¢s reflexiva y triste a la de comprensi¨®n m¨¢s ingenuamente deslumbrada. Pero, a la luz que me abre su muerte, pienso que la sabidur¨ªa pict¨®rica y la desbordante imaginaci¨®n no bastan para hacer el gran pintor que es. Creo que lo que da a su pintura ese tono de realizaci¨®n constante en la verdad es precisamente su fidelidad a toda tendencia humana a realizarse en solidaridad, en amistad.
Releo y remiro su hermos¨ªsimo libro de autobiograf¨ªa gr¨¢fica (*), cuya dedicatoria comienza "A Don Quixotte" y termina "a mon travail" y donde pasan ante nuestra vista lo que fueron su Cuba, nuestra guerra, Goya, Picasso, Marx, Lumumba, el Che Guevara, Fidel Castro, Ho Chi Min, Angela Davis, Cassius Clay, donde est¨¢n, no ellos, sino el cauce que ¨¦l les ofrece. Y pienso lo inevitable de que su muerte impusiese a mi memoria esos amigos a los que, sin embargo, ¨¦l no lleg¨® a conocer, y les haya hecho subir en nii presencia a ese ca?amazo de solidaridad humana al que igualmente tend¨ªan, y ello con un poder en el que, en este momento de pesar, me parece que consist¨ªa la esencia del talento de Lam. De este modo, Wifredo personifica para m¨ª toda amistad verdadera. ?Ese fue realmente su modo de ser gran pintor? ?Todo gran artista testimonia de un modo u otro c¨®mo cada persona puede realizar su propia conciencia en impulso generoso? ?As¨ª se ve¨ªa ¨¦l? ?Quiso expresar algo parecido al dedicarme su libro diciendo que yo lo entender¨ªa como nadie?
* Wifredo Lam, La nuova foglio editrice (1976).
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