Facciones y partidos en la derecha espa?ola
LA RUPTURA del acuerdo entre centristas y liberales y la eliminaci¨®n de algunos seguidores de Oscar Alzaga en las candidaturas conjuntas con Alianza Popular inciden de manera obvia en el proceso de confusi¨®n y desconcierto en el que la derecha espa?ola, sea moderada, sea reaccionaria, se encuentra inmersa desde hace a?os. Las dificultades de sus representantes para comportarse en democracia, al margen de las viejas adherencias autoritarias que muchos de ellos conllevan, se muestran as¨ª preocupantemente a la luz del d¨ªa. La necesidad de que la derecha espa?ola encuentre su camino de representaci¨®n democr¨¢tica desbrozado de las peque?as ambiciones personales e intrigas y de la prepotencia de algunos de sus dirigentes parece cada d¨ªa m¨¢s perentoria si se quiere ayudar a consolidar la Monarqu¨ªa parlamentaria. Pues, am¨¦n de castigar la imagen de sus protagonistas, estos trapisondeos castigan la confianza en el sistema de partidos de un amplio sector de sus electores, dudosos en su nostalgia de los tiempos pasados respecto a la rectitud de actuaci¨®n de los l¨ªderes de estas formaciones pol¨ªticas.El t¨ªtulo preliminar de la Constituci¨®n conf¨ªa a los partidos las tareas b¨¢sicas de expresar el pluralismo pol¨ªtico, concurrir a la formaci¨®n y manifestaci¨®n de la voluntad popular y servir de veh¨ªculo fundamental para la participaci¨®n de los ciudadanos. El sistema de listas bloqueadas y cerradas, las ventajas para la utilizaci¨®n de espacios gratuitos en los medios estatales de comunicaci¨®n durante la campa?a y las subvenciones econ¨®micas en funci¨®n de los esca?os y sufragios obtenidos en las urnas, confieren adem¨¢s a los propios partidos una privilegiada posici¨®n, a caballo entre las asociaciones privadas y las entidades de car¨¢cter p¨²blico, en la vida nacional. Los problemas internos de los partidos son por eso asuntos de inter¨¦s general cuando sus secuelas inciden negativamente sobre el funcionamiento del sistema en su conjunto.
No basta con que los electores se reserven el derecho ¨²ltimo de premiar o de penar en las urnas los comportamientos mostrados por cada grupo durante el per¨ªodo que separa la celebraci¨®n de los comicios. La patrimonializaci¨®n de los partidos por sus c¨²pulas, las t¨¦cnicas de abordaje de los puestos dirigentes a espaldas de las bases o el olvido de los votantes por parte de los militantes, convertidos a veces en falsos due?os de los sufragios, pueden llegar a desnaturalizar el papel que la Constituci¨®n atribuye a los partidos, sembrar el descontento o el escepticismo y fomentar la abstenci¨®n. Los cl¨¢sicos del pensamiento liberal siempre distinguieron entre las facciones, compuestas por clientelas personales orientadas exclusivamente hacia el disfrute del poder, y los aut¨¦nticos partidos, comprometidos con ideas generales y articuladores de las demandas de amplios sectores de la sociedad. Si las ambiciones de unos y las miserias de otros lograran en la derecha espa?ola la triste haza?a de transformar a los partidos de masas del siglo XX en remedos de los g¨¹elfos y gibelinos, ser¨ªa la Monarqu¨ªa parlamentaria la principal perjudicada.
En los conflictos del domingo, el PDP de Alzaga, un peque?o grupo democristiano escindido de UCD, ha cosechado los primeros frutos de su pacto con Alianza Popular y ha padecido en sus cames los efectos del descontento e irritaci¨®n de los dirigentes y cuadros intermedios del fraguismo, embriagados de optimismo ante los halag¨¹efios pron¨®sticos de las encuestas y molestos ante la idea de que unos reci¨¦n llegados les desplacen de los primeros puestos de las listas provinciales. Sorprende que Fraga haya sido dejado en precario por sus seguidores, que le han colocado ante el humilde dilema de tener que reconocer su falta de autoridad dentro de Alianza Popular, pese a su imagen de l¨ªder respetado y temido, o de desempe?ar el papel de c¨®mplice o encubridor en la ruptura del solemne compromiso adquirido con Alzaga. Mientras el PDP ha tenido que pagar las consecuencias de la prepotencia de la baron¨ªa rampante de Alianza Popular, el grupo de Garrigues ha sido v¨ªctima de los tiempos de ayuno y escasez que viven los dirigentes de UCD, poco dispuestos a compartir su mermado patrimonio de votos con un equipo improvisado de notables con escasa implantaci¨®n social. La falta de confianza en el futuro hab¨ªa movido ya a Pedro Schwartz, el intelectual m¨¢s brillante de los Clubes Liberales, a integrarse en las listas de AP, y a Eduardo Punset, quiz¨¢s el pol¨ªtico en activo de m¨¢s prestigio entre los que acompa?an a Garrigues, a presentarse con Convergencia Democr¨¢tica. Soledad Becerril, por su parte, la figura m¨¢s publicitada de la familia liberal, hab¨ªa optado por continuar en el seno de UCD. Demasiadas premoniciones juntas. Sin embargo, tambi¨¦n en este caso resulta sorprendente que Landelino Lavilla, investido con poderes extraordinarios como presidente carism¨¢tico del centrismo, haya sido puesto a los pies de los caballos por sus pares al obligarle a romper el compromiso que hab¨ªa suscrito previamente con Antonio Garrigues.
Pero an¨¦cdotas y nombre aparte, la moraleja de fondo de esta historia es que, si la derecha espa?ol¨¢ ya iba div¨ªdida a las elecciones, pese a ser tan natural su mayor¨ªa y unidad como algunos insisten, ahora concurrir¨¢ m¨¢s desmoralizada a¨²n. Las oportunidades de crecimiento de Su¨¢rez, que los sondeos mostraban en las ¨²ltimas semanas, se ver¨¢n potenciadas por estas querellas en los votantes de? centro-derecha deseosos de saber d¨®nde colgar el apellido de su voto ¨²til. Pero sobre todo, la tentaci¨®n del abstencionismo se har¨¢ patente en esos medios.
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