La pol¨ªtica exterior
SI EN alg¨²n sector de la pol¨ªtica espa?ola han brillado la confusi¨®n y el desconcierto del Gobierno" dentro de un obvio encuadramiento occidentalista de nuestro pa¨ªs, ¨¦se ha sido la pol¨ªtica exterior de la UCD en la legislatura que acaba. Con el mismo partido en el poder, y mediando la dimisi¨®n de Adolfo Su¨¢rez, Espa?a dio un giro de 180 grados en sus relaciones exteriores al decidir su ingreso en el bloque militar de la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte (OTAN). Apenas dos a?os antes, Carlos Robles Piquer, secretario de Estado de Exteriores, hab¨ªa representado oficialmente a nuestro pa¨ªs, en calidad de,observador, en la conferencia de los no alineados de La Habana.Este viaje rectil¨ªneo y urgente desde una posici¨®n favorable al tercermundismo hasta una integraci¨®n, sin apenas debate ni informaci¨®n a los ciudadanos, en la OTAN pondr¨ªa al descubierto las contradicciones del Gobierno Calvo Sotelo y del partido que le apoya en ocasi¨®n de la guerra de las Malvinas. Nunca como entonces nuestro, pa¨ªs se ha visto en los ¨²ltimos a?os en encrucijada tan penosa en la pol¨ªtica exterior. Nunca como entonces se vio m¨¢s a las claras la indefinici¨®n de principios que ha venido aquejando, a nuestra diplomacia en los ¨²ltimos a?os.
Puede decirse que de los grandes temas internacionales con que se enfrentaba la UCD victoriosa en las elecciones de 1979, s¨®lo uno ha marchado a satisfacci¨®n del Gobierno, aunque contribuyendo tambi¨¦n a la divisi¨®n interna del partido: el ingreso en la Alianza Atl¨¢ntica. La manera como se hizo y su presentaci¨®n por parte de Calvo Sotelo, sin alternativa posible, provoc¨® las cr¨ªticas abiertas del propio ex presidente Su¨¢rez. Si es verdad que la forma de las cosas responde de alguna manera al fondo de las mismas la manera como el Gobierno ucedista pilot¨® nuestro aterrizaje en el pacto militar denotar¨ªa las carencias y dependencias de nuestra pol¨ªtica exterior. Sin apenas debate, en el plazo de unos meses, sin ni siquiera un intento de movilizaci¨®n popular de la opini¨®n en favor de la medida, el Gobierno determin¨® el ingreso en la estructura militar y pol¨ªtica de la Alianza. Las repetidas declaraciones oficiales en el sentido de que ¨¦sta era una decisi¨®n absolutamente espa?ola son ya de por s¨ª irritantes. La constataci¨®n de poderosas presiones por parte de Estados Unidos y otras potencias europeas y la suposici¨®n de que ¨¦ste era un precio a pagar tras el fracasado de la intentona golpista del 23-F eran algo demasiado extendido entre los ciudadanos para que se pudiera borrar a golpes de mayor¨ªa parlamentaria. Es sorprendente que, en un acto de tanta trascendencia, el Ejecutivo no buscara un apoyo de la opini¨®n, lo que le hubiera llevado alg¨²n tiempo de camapa?a en un pa¨ªs todav¨ªa cruzado, a derecha e izquierda, de sentimientos neutralistas y m¨¢s preocupado a¨²n por las agresiones internas y las guerras civiles que por los eventuales conflictos exteriores. El tema de la OTAN parece haberse convertido as¨ª en piedra de toque no s¨®lo de la pol¨ªtica exterior, sino de toda la pol¨ªtica espa?ola en su conjunto. En estos d¨ªas la actitud del Gobierno de progresar a toda velocidad ?en las negociaciones sobre las caracter¨ªsticas de nuestra integraci¨®n en la estructura militar de la Alianza parece destinada a ofrecer a un futuro gobierno socialista una pol¨ªtica de hechos consumados. Si desde un punto de vista ¨¦tico es indudable que esta decisi¨®n es, sumamente perniciosa, desde el pragm¨¢tico, un gabinete de izquierdas podr¨ªa encontrar en la prepotente y r¨¢pida manera de Calvo Sotelo para hacer estas cosas la mejor explicaci¨®n de las dificultades ulteriores para deshacerlas. Pues es verdad que las promesas del PSOE dejan refer¨¦ndum sobre el tema parecen sinceras, y su postura matizadamente antialiancista le puede acarrear algunos votos del incipiente pacifismo espa?ol. Pero las dudas de que el PSOE pueda profundizar en esta l¨ªnea sin poner en peligro la estabilidad del sistema o llamar otra vez a los fantasmas de los servicios secretos son m¨¢s que razonables.
En las otras cuestiones fundamentales -Mercado Com¨²n y Gibraltar- los iniciales progresos obtenidos por el Gobierno UCD fueron desbaratados fundamentalmente por incidencias exteriores- (posici¨®n francesa en la CEE y guerra de las Malvinas), incontrolables por nuestras autoridades, pero no imprevisibles. La excesiva arrogancia o ingenuidad de los gobernantes les ha llevado a prometer fecha tras fecha para el ingreso en las Comunidades, sin que luego la historia confirme los or¨¢culos. Sin duda que entre las amarguras m¨¢s profundas que pueda llevarse Calvo Sotelo a su casa tras su breve interregno de mandato est¨¢ el no haber podido progresar -y antes bien ser protagonista de un notable frenazo en las conversaciones con el Mercado Com¨²n. La actitud de la oposici¨®n en ambos dos temas ha sido de absoluto -consenso en el -fondo de la cuesti¨®n, salvando algunos matices de procedimiento. Tampoco es previsible que un eventual cambio de manos en el Gobierno mejore sustancialmente las expectativas de soluci¨®n en ellos.
Si los socialistas ganan, como se prev¨¦, las elecciones puede suponerse que se acentuar¨¢ la pol¨ªtica latinoamericana y se retomar¨¢, independientemente de lo que suceda con la OTAN, a poner el acento en las posiciones de apoyo al Tercer Mundo. Los numerosos viajes de Felipe Gonz¨¢lez al subcontinente americano, su actitud mediadora en el conflicto de Nicaragua y sus compromisos con la Internacional Socialista han permitido al PSOE una posici¨®n de privilegio en este terreno. Pero la alternativa socialista no se diferenciar¨ªa a la larga mucho de la ambiguedad mantenida por Su¨¢rez, entre la alianza necesaria -en uno u otro t¨¦rmino- con Estados Unidos y la amistad posible con los pa¨ªses ¨¢rabes y Iatinoamericanos. La necesidad de distanciarse del partido comunista en todas sus versiones y de hacer buena la imagen de un socialismo democr¨¢tico, as¨ª como la de demostrar la no existencia de interferencias exteriores en el asunto OTAN pueden llevar tambi¨¦n al PSOE a mantener el enfriamiento ya existente con la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
La pobreza de la pol¨ªtica exterior espa?ola viene marcada por la debilidad estructural del sistema democr¨¢tico, por la dependencia acusada de las grandes potencias de la pol¨ªtica franquista que hemos heredado y por la fragilidad del aparato burocr¨¢tico que la sirve. En su siempre prometida y nunca abordada reforma de la Administraci¨®n, el Gobierno de UCD no ha hecho nada, o muy poco, por cambiar los modos y el contenido de la carrera diplom¨¢tica espa?ola. Entre los pocos avances realizados merece la pena se?alar la mejora de eficacia e imagen de la Oficina de Informaci¨®n Diplom¨¢tica -tanto en la ¨¦poca de Inocencio Arias como en la de M¨¢ximo Cajal- y los ensayos de modernizaci¨®n de la Escuela Diplom¨¢tica bajo la direcci¨®n del embajador Moro.
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