El encantamiento de la voz de Roberta Flack
Roberta Flack, una de esas grandes damas que tiene la m¨²sica negra y que, a estas alturas, ya parece incalificable, estuvo el martes por la noche en el Pabell¨®n Deportivo de Montju?c. No llen¨® -si llenar se considera apretar a las personas una contra otra-, pero tuvo ante ella a todos los catalanes que, por una u otra de sus canciones, ya sea a?os atr¨¢s o recientemente, han sido v¨ªctimas del encantamiento que su voz, pasando de los m¨¢s altos a los m¨¢s bajos registros, produce.Para que esto sea as¨ª, en el espect¨¢culo de Roberta Flack (dig¨¢moslo ya: la popularizadora de Suvemente me mata con su canci¨®n) no entran fisuras de ning¨²n tipo ni, al margen de algunos peque?os detalles luminot¨¦cnicos de verdadera contundencia, la brillantez del mismo est¨¢ comedida de forma que la t¨¦cnica en ning¨²n momento interfiera al arte, sino que, todo lo contrario, lo apoye y lo haga m¨¢s f¨¢cilmente asequible. En este sentido, el espect¨¢culo de Roberta Flack es el ejemplo vivo de que profesionalidad y previsi¨®n de hasta el ¨²ltimo detalle no est¨¢ ni estar¨¢ nunca re?ido con la fuerza interpretativa. Todo lo contrario. La ausencia de fisuras no hace m¨¢s que facilitar la emisi¨®n del mensaje.
Roberta Flack hizo un recital de pr¨¢cticamente dos horas en el que casi toda la segunda mitad fue de regalo. Se hab¨ªa empezado con casi media hora de retraso y, sorprendentemente, el primer tema no fue ni uno de los famosos ni uno de los m¨¢s contundentes. Fue uno de esos funky-disco-soul de medio tiempo que los cantantes negros tanto han popularizado a base de colaboraciones (Donny Hathaway, en el caso de Roberta) y que, entre otras cosas, sirvi¨® para descubrir, por un lado, que entre los tres componentes del coro hab¨ªa una vocalista que por s¨ª sola hubiera llenado el Palacio de Deportes y, por otro, que a Roberta Flack no le hace ninguna falta plantear el ordenamiento de las canciones de una forma efectista. Le basta con salir y cantar sus canciones. Una tras otra. Todas le son reconocidas y aplaudidas desde el principio. Especialmente si para esa pieza Roberta se ha sentado al piano de cola. Entonces todo parece m¨¢s ¨ªntimo y parece como si la interpretaci¨®n fuera a ser todav¨ªa m¨¢s cierta.
Ni que decir tiene que la gente se emocion¨®.
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