Han robado una gallina (cuento judicial)

Bien. La sala de audiencia de aquel juzgado de distrito no era demasiado grande, pero sobraba espacio.Porque en el juicio estaban, como es natural, el fiscal y el juez y, adem¨¢s, un abogado principiante.

Y estaban tambi¨¦n presentes el acusado (que no hab¨ªa robado la gallina), el due?o de la extinta gallina (que se hab¨ªa quedado definitivamente sin ella), los dos parientes m¨¢s pr¨®ximos del acusado (a quien miraban con cari?osa desconfianza) y dos espectadores, uno de los cuales era quien hab¨ªa robado la gallina y se la hab¨ªa comido, y otro quien, por malquerencia, denunci¨® al acusado.

El juez dict¨® su sentencia, que, por falta de pruebas, fue absolutoria. Hubo, sin embargo, de sufrir la pregunta del perjudicado sobre su sentencia cuando dijo: "Muy bien, pero alguien ha robado mi gallina".

En cambio, en un juicio en el cual estaba interesado todo el pa¨ªs hab¨ªa que entrar por extra?os procedimientos. No fue transmitido por televisi¨®n ni por radio (como s¨ª lo fueron los hechos que motivaron el juicio).

Se dict¨® la sentencia al cabo de algunos d¨ªas y exist¨ªa el temor de preguntar el porqu¨¦ de algunas particularidades de la sentencia, que fue, visceralmente, aplaudida o vituperada.

Esto viene a cuento de la famosa publicidad de la justicia y de su ra¨ªz popular.

Porque lo cierto es que los jueces, seg¨²n dicen nuestras vigentes leyes procesales, deben publicar sus sentencias, ley¨¦ndolas en alta voz, en audiencia p¨²blica.

Nada dice la ley de que en tal acto alguien puede preguntar si algo no entiende.

Y tal vez esta omisi¨®n, entre otras deficiencias, es la causa por la cual tenemos que o¨ªr con frecuencia: "Yo, gracias a Dios, no he tenido nunca nada que ver con la justicia.