Los campamentos palestinos de Sabra y Chatila, en manos de paracaidistas franceses e italianos

Paracaidistas franceses e italianos de la fuerza multinacional penetraron ayer o tomaron posiciones en torno a los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, situados en la periferia sur de Beirut, donde recibieron una acogida cordial por parte de los habitantes supervivientes, a¨²n traumatizados por la matanza de m¨¢s de mil civiles entre el 16 y 18 de septiembre.

El nuevo presidente liban¨¦s, Amin Gemayel, pidi¨® el domingo, durante la reuni¨®n del Comit¨¦ de Coordinaci¨®n de la Fuerza Multinacional, que ¨¦sta se desplegase "cuanto antes" en torno a los campamentos, sin esperar la llegada de los ochocientos marines norteamericanos, que siguen navegando por aguas territoriales libanesas y s¨®lo desembarcar¨¢n cuando el Ej¨¦rcito israel¨ª se retire, probablemente ma?ana, mi¨¦rcoles, del puerto y del aeropuerto, sus dos ¨²ltimas posiciones en Beirut oeste.En cambio, ayer desembarcaron en el puerto, con algunas horas de retraso sobre el horario previsto, los dos ¨²ltimos contingentes de Francia e Italia, bajo la mirada de la unidad m¨¦dica israel¨ª, que contin¨²a estacionada all¨ª. En total, 1.170 soldados franceses y mil italianos se encuentran actualmente en Beirut oeste.

Mientras unos trescientos boinas rojas (paracaidistas) italianos patrullaban con camiones, jeeps y tanquetas a lo largo de Sabra y Chatila, absteni¨¦ndose generalmente de entrar, 250 militares franceses se desplegaron en los alrededores y penetraron en los campamentos, cuya poblaci¨®n, visiblemente satisfecha de verles, sal¨ªa de sus casas en ruinas para decirles marjaba (salud) o, en ingl¨¦s, welcome (bienvenidos).

La tarea de los soldados consisti¨® esencialmente en desactivar minas abandonadas por los fedayin palestinos cuando evacuaron la ciudad y bombas lanzadas por el Ej¨¦rcito israel¨ª durante la guerra y que no llegaron a estallar.

Los habitantes de los campamentos, en los que llegaron a vivir m¨¢s de 100.000 personas antes de la invasi¨®n israel¨ª, y a los que empiezan ahora a volver parte de los civiles que huyeron tras la matanza, se mostraban deseosos de cooperar con la fuerza multinacional y le indicaban los lugares sospechosos en los que pod¨ªa haber armas, municiones y explosivos propiedad de los combatientes palestinos, ahora desperdigados por varios pa¨ªses ¨¢rabes.

Los militares, por su parte, se sorprend¨ªan en voz alta del alto porcentaje de destrucci¨®n de los campamentos, donde raras son las casas que permanecen a¨²n en pie, y de la insalubridad del ambiente. El agua corriente y la electricidad no han sido todav¨ªa restablecidos; las basuras siguen sin recogerse, y se respira aun un aire que huele a cad¨¢veres descompuestos.

?Por qu¨¦ se fueron?

Algunos palestinos intentaban entablar conversaci¨®n, en un ingl¨¦s generalmente pobre, con los hombres de uniforme. Ahmed, Por ejemplo, adolescente de diecisiete a?os, les preguntaba insistentemente: %Por qu¨¦ se fueron de L¨ªbano con tantas prisas a principios de septiembre, para regresar ahora, permitiendo, mientras tanto, que tuviese lugar la matanza?'

El alivio suscitado entre la poblaci¨®n por la presencia armada internacional en los alrededores y hasta dentro de dos de los tres campamentos palestinos -la fuerza multinacional no se acerc¨® a Bourj el Bourajneb- no afect¨®, sin embargo, a aquellas mujeres parientes cercanas a las v¨ªctimas de la matanza que, con motivo de la fiesta musulmana del Adha (sacrificio de Abraham) se reunieron con l¨¢grimas ante una de las fosas comunes, excavada apresuradamente y ubicada en la entrada meridional de Chatila.

Retratos de los muertos

Algunas coronas de flores han sido depositadas en el suelo junto a una bandera palestina, y varias mujeres sollozan mientras aprietan contra sus pechos los retratos de sus hijos o maridos, "¨²ltimos m¨¢rtires de la guerra palestino-israel¨ª". Toda la tierra exhala un insoportable olor a muerte.

Amnie, mujer palestina de 37 a?os de edad, reza tambi¨¦n ante la fosa com¨²n, aunque ignora si su marido, Jamid, de 45 a?os, y sus dos hijos mayores, Hassan y Hussein, de diecis¨¦is y quince a?os, respectivamente, asesinados el jueves 16 de septiembre, est¨¢n all¨ª sepultados.

Ayer, por primera vez, cuando se enter¨® de la llegada de la fuerza multinacional al campamento, se atrevi¨® a salir de la escuela de Zaariv, donde viv¨ªa con sus siete hijos a¨²n con vida desde hace diez d¨ªas, bajo la protecci¨®n de la Cruz Roja, para, por fin, volver a Chatila, rezar, recoger sus pertenencias en su casa destruida y saqueada y buscar un nuevo pa¨ªs de asilo.

"?D¨®nde puedo ir a vivir?", se pregunta en un ingl¨¦s deficiente "No quiero regresar, no quiero volver a una casa en la que tendr¨ªa que empezar por quitar las man chas de sangre de mi marido y de mis hijos. No me rio del Ej¨¦rcito liban¨¦s, que se quedar¨¢ en torno a los campamentos cuando se vayan los franceses e italianos. Est¨¢ claro que L¨ªbano no quiere que nos que demos aqu¨ª. ?Pero qu¨¦ pa¨ªs est¨¢ dispuesto a aceptarnos?".