La realidad de Brasil en la obra de Jorge Amado
Jorge Amado es un hombre corpulento, de hablar dulce y expresividad gestera, casi mediterr¨¢nea, como todos sus rasgos. Jorge Amado, brasile?o, que acaba de festejar dos cumplea?os importantes: los setenta de su vida y los cincuenta de su primer libro, pasa por Espa?a camino de Par¨ªs, donde se presenta el primer libro de su esposa, Zelia Gattai traducido por la editorial Stock: Anarquistas, gracias a Dios es el t¨ªtulo de esta novela que son unas memorias de infancia. Entre los dos, ¨¦l desde la veteran¨ªa, ella desde la frescura de quien se inicia en la escritura a los 63 a?os, dibujan la realidad de Brasil.
Zelia Gattai se r¨ªe con la cara de sorpresa, a la que debe estar acostumbrada, cuando menciona su edad, imposible por su aspecto. "Todo empez¨® con un cuento que yo contaba a mis hijas, la historia de un disco de mi madre. Luego fue viniendo a mi recuerdo toda la infancia, y escribir este libro ha sido revivirla de nuevo". "Mi estilo", dice, "es el de los que no saben escr?bir". En cualquier caso, est¨¢ a punto de aparecer el segundo, Un sombrero para viajar, "la historia de los ancestros de Jorge Amado", y, ahora que lo ha terminado, "siento como una falta, como la necesidad de seguir escribiendo". "Es que la escritura es un vicio".Jorge Amado es un cl¨¢sico. A sus novelas, que han dado la vuelta al mundo, debemos el modelo m¨ªtico de su cultura, la imagen de ese pa¨ªs que es casi un continente. Comprometido en la lucha antifascista y en la creaci¨®n de una literatura de nombramiento, empe?ado en la recuperaci¨®n cultural de los mitos y rituales africanos, sincretizados y constituyentes, seg¨²n ¨¦l de lo brasile?o, ha dado forma a una serie de personajes, algunos de ellos mujeres, que eran, en vivo la fuerza de resistencia y vitalidad de un pueblo mestizo y, por tanto, hermoso, atenazado por la miseria y por la persistencia de una sociedad arcaica. "Cuando llegaron los negros y tuvieron que enmascarar su cultura en la de los se?ores, comenz¨® Brasil". Despu¨¦s de la abolici¨®n de la esclavitud, "dentro de tres a?os har¨¢ cien de eso", empezaron a venir gentes del Mediterr¨¢neo: entre ellos, los italianos. Y ah¨ª entra otra vez Zelia Gattai.
"Anarquistas, gracias a Dios es la historia de mi familia", dice. "Yo estoy en la primera generaci¨®n de brasile?os por parte de padre y de madre. Los dos llegaron, aqu¨ª de muy ni?os, a primeros de siglo. Mi padre lleg¨® con cinco a?os. Era hijo de un ferroviario anarquista, que ven¨ªa a participar en la Colonia Cecilia, un experimento de comuna al Norte del Paran¨¢. Se qued¨® dos a?os... Mi abuelo, por ejemplo, bautiz¨® Hiena a su hija m¨¢s peque?a, porque si el Papa se llamaba Le¨®n... La ni?a muri¨® en el barco, que dejaron sin leche a mi abuela, que la criaba como a todos sus hijos, a los nueve meses. Se fueron a Sao Paulo. All¨ª mi padre conoci¨® a mi madre".
"Mi madre ten¨ªa una familia muy cat¨®lica, de los Alpes V¨¦netos. Mi abuelo materno era carpintero, y vino a Brasil contratado por una hacienda de caf¨¦. Ellos so?aron el para¨ªso, y cuando llegaron vieron que no era eso. Mi abuelo, como cat¨®lico, se revel¨¦ el dia que vio abatir a un negro atado a un ¨¢rbol... Tras su protesta, fue despedido. Una hija de dos a?os muri¨® como consecuencia del hambre. Se fueron tambi¨¦n a Sao Paulo. Mi madre era obrera de f¨¢brica a los nueve a?os. All¨ª cambi¨® sus ideas. En unas fiestas proletarias conoci¨® a mi padre. Los dos eran anarquistas..., gracias a Dios".
Esta historia, marcada de ni?as muertas, se ha repetido en la construcci¨®n de un pa¨ªs cuyas penalidades no acaban, pero contra las que los dos est¨¢n. "Nuestra cultura", dice Jorge Amado, "nace de la mezcla de sangres y de la mezcla de culturas, religiones y mitolog¨ªas. Y tambi¨¦n de la resistencia a la miseria".
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