Las elecciones, ante la crisis econ¨®mica
Todo aquel interesado en conocer el estado de salud de la econom¨ªa espa?ola sabe que un diagn¨®stico general no puede hacerse sin tener en cuenta el marco econ¨®mico internacional y el car¨¢cter relativo de algunos problemas, condicionados por el entorno. Ello obliga, precisamente, a posiciones de solidaridad internacional y, en el caso de Espa?a, a intentar participar, conjuntamente con otros pa¨ªses europeos, en la soluci¨®n de unos males que nos son comunes.Este principio de solidaridad econ¨®mica es el que recomienda la pol¨ªtica de adhesi¨®n a las comunidades europeas. Hasta ahora, Espa?a ha participado de los males comunitarios a trav¨¦s de una econom¨ªa que ha ido liberalizando paulatinamente sus postulados, pero no ha podido ni abrir boca cuando se ha tratado de tomar medidas. Hay que sumar derechos a nuestros deberes.
Sabemos, por tanto, que Espa?a vive unos a?os en los que el mundo econ¨®mico y pol¨ªtico al que pertenecemos sufre unas fuertes tendencias inflacionistas, un fuerte aumento del paro, una crisis industrial y un dif¨ªcil equilibrio exterior.
Es l¨®gico que los s¨ªntomas se den tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs.
Aceptado este principio, ello no excluye la lucha contra estos graves problemas, ni mucho menos una actitud pasiva frente a los mismos cargada de fatalismo. Ahora sabemos que la econom¨ªa espa?ola se mantuvo en la cresta de la ola, durante la d¨¦cada de los sesenta, gracias al largo ciclo de prosperidad que vivi¨® Europa occidental.
Pero se pod¨ªa haber sacado mucho m¨¢s provecho de aquellos momentos, y el no hacerlo fue responsabilidad del Gobierno.
De la misma forma, si bien aceptamos la obligada coexistencia con unos problemas generales, vuelve a ser responsabilidad del Gobierno el que su incidencia sea m¨ªnima, y sus efectos, los menores posibles. Se pueden tener d¨¦cimas de fiebre o bien grados de fiebre, cosa muy distinta. Y un an¨¢lisis de la econom¨ªa espa?ola da la sensaci¨®n de que estamos en la cota m¨¢x?ma, a nivel europeo, de estos problemas generales.
La inflaci¨®n es uno de ellos. Hubo un momento en que fue el ¨²nico ¨¦xito claro de un Gobierno anterior. Pero de nuevo estamos alcanzando cifras demasiado altas, no digeribles, que ponen en peligro todo un fr¨¢gil andamiaje de esfuerzos pasados y presentes. Una buena parte de la culpa puede atribuirse a un d¨¦ficit del sector p¨²blico, cuya financiaci¨®n supera las posibilidades de nuestro sistema financiero y est¨¢ en camino de afectar directamente a nuestro poder adquisitivo.
Debe adoptarse una pol¨ªtica seria y decidida de reducci¨®n del d¨¦ficit y de su control. Tengo conciencia de que ello va a significar austeridad; pero, si no lo hacemos, vamos a hacer un dado irreparable al pa¨ªs.
Por otra parte, la Administraci¨®n p¨²blica espa?ola ha sido tan generosa en algunos de sus presu puestos y tan poco eficaz que una gesti¨®n racional y efectiva puede hacer mucho para reducir el gasto p¨²blico, sin que ello afecte a aspectos fundamentales de nuestro nivel de vida.
Tambi¨¦n el paro est¨¢ creciendo a un ritmo demasiado r¨¢pido, y ello lo convierte en el primer problema del pa¨ªs. La mecanizaci¨®n y la conversi¨®n tecnol¨®gica son causas de desocupaci¨®n, pero ni una ni otra se han producido a un nivel que pueda justificarlo. Si fuera as¨ª, la productividad habr¨ªa aumentando sustancialmente, y ello tampoco es cierto. El paro afecta especialmente al sector primario (agricultura y miner¨ªa) y alsecundario (industria). El sector servicios ha venido creando nuevos puestos de trabajo o mantenido los que ofrec¨ªa.
En consecuencia, las causas del paro son muy diferentes, seg¨²n el sector en que se dan.
Los problemas del mundo rural son tan antiguos como Espa?a misma y afectan especialmente a algunas zonas. Nada tienen que ver con la desocupaci¨®n procedente de la crisis industrial, ¨¦sta s¨ª m¨¢s coyuntural. Tambi¨¦n aqu¨ª, la distribuci¨®n geogr¨¢fica de la industria espa?ola marca unas zonas m¨¢s afectadas. Madrid, el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a son las que notan con mayor dureza los efectos de la recesi¨®n industrial, especialmente la segunda y la tercera, como consecuencia del mayor peso industrial en el total de la renta generada.
El paro de car¨¢cter industrial debe defenderse a trav¨¦s del mantenimiento de los empleos, m¨¢s que a trav¨¦s de un seguro de paro, tambi¨¦n necesario. Y mantener los empleos significa salvar a todas las empresas que ofrezcan planes de viabilidad, con o sin conversi¨®n. Y para salvar a las empresas deben darse alicientes al empresar¨ªo, especialmente al titular de la peque?a y mediana empresa, el mayor generador de puestos de trabajo, de tal manera que para ¨¦l resulte m¨¢s conveniente invertir en su propia empresa y aumentar su producci¨®n que no indemnizar a sus obreros y liquidar o bien presentar sus libros al juzgado. Esta condici¨®n -esencial- no se est¨¢ cumpliendo.
La empresa espa?ola sufre de un retraso tecnol¨®gico importante. El problema no es la importaci¨®n de mercanc¨ªas, sino el de sistemas de producci¨®n y de nuevas t¨¦cnicas. Una renovaci¨®n tecnol¨®gica es indispensable para mantener la independencia de la empresa espa?ola al margen de las multinacionales.
Finalmente, figura el tema del dificil equilibrio del mercado exterior de la peseta y de nuestro comercio de exportaci¨®n. En estos dos ¨²ltimos a?os, la econom¨ªa espa?ola ha superado mayores males gracias a un incremento importante de las exportaciones, vinculado en el tiempo a la desvalorizaci¨®n de la peseta frente al d¨®lar y a las principales monedas europeas. Esta desvalorizaci¨®n quiz¨¢ era necesaria. Pero ahora estamos a un nivel de cambios que convendr¨ªa conservar, por lo menos durante un cierto tiempo, por cuanto, de lo contrario, los inconvenientes superar¨ªan a las ventajas. Los exportadores, por tanto, deber¨¢n afrontar el mercado con las simples armas de la competencia. Y todos sabemos que conviene mantener el actual ritmo de crecimiento de las exportaciones.
Esta es la situaci¨®n con la que deber¨¢ enfrentarse el Gobierno despu¨¦s de las pr¨®ximas elecciones generales. Formular unas soluciones sin tener en cuenta el diagn¨®stico que antecede, nos conducir¨ªa irrversiblemente a una agravaci¨®n de la crisis. Formular unas soluciones que se alejen de las v¨ªas que aqu¨ª se dejan indicadas, nos instalar¨ªa en una crisis permanente. Esperemos que impere el sentido com¨²n y el pragmatismo.
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