Sondeos electorales y comportamiento pol¨ªtico
Durante las pr¨®ximas semanas los espa?oles vamos a ser bombardeados, diariamente, con los vaticinios casi taumat¨²rgicos de los expertos en sondeos electorales. La vieja y antiqu¨ªsima pr¨¢ctica social del augurio y la profec¨ªa se reviste ahora con la bata blanca de los cient¨ªficos sociales y, armada de la panoplia tecnol¨®gica de las computadoras, las t¨¦cnicas de muestreo y el c¨¢lculo estad¨ªstico, nos asegura conocer el futuro, garant¨ªa ante cuya fascinaci¨®n son pocos los que pueden sustraerse. Pol¨ªticos y electores por igual comentar¨¢n los resultados de ¨¦sta u otra encuesta para orientar sus campa?as o decidir su voto.Ahora bien, ?qu¨¦ validez tienen estos an¨¢lisis? Obviamente, y como se ha repetido hasta la saciedad, un sondeo no es m¨¢s que una fotograf¨ªa o un corte est¨¢tico de un proceso din¨¢mico de toma de decisi¨®n individual, y en este sentido el sondeo no predice nada, limit¨¢ndose a describir las intenciones de voto en un instante determinado. Pero esto, que es conocido por los t¨¦cnicos, difiere de la lectura que el p¨²blico hace del sondeo; para ¨¦l se trata, ni m¨¢s ni menos que de una predicci¨®n de la conducta futura del electorado, y como tal valorar¨¢ a posteriori el sondeo por su capacidad predictiva. Y, por ello, como ha escrito I. Crespi, experto en estos temas y vicepresidente que fue de la Mathematica Policy Research, "la mayor¨ªa de los pr¨¢cticos de la investigaci¨®n de elecciones han concluido que un ingrediente esencial de su metodolog¨ªa debe ser la predicci¨®n de la direcci¨®n de voto". Un sondeo es bueno, en definitiva, si es capaz de decirnos lo que ocurrir¨¢. De no ser as¨ª, ?para qu¨¦ nos sirve?
Sin embargo, ocurre que los sondeos no son un espejo que refleja la sociedad fuera de ella misma, sino parte de la sociedad, un factor interno que, tan pronto como aparece, comienza a producir efectos.
Esta es la primera consecuencia, rara vez enfatizada, de los sondeos: que present¨¢ndose como an¨¢lisis de la previsible conducta pol¨ªtica se transforman, tan pronto son conocidos, en factores que alteran la propia conducta que tratan de predecir, generando as¨ª una problem¨¢tica de dificil an¨¢lisis. Tratar¨¦ de esbozar algunas ideas sobre ella.
Efectivamente, los primeros (y masivos) consumidores de sondeos son los propios pol¨ªticos y las organizaciones que los avalan.
Pero, ciertamente, tambi¨¦n los electores consumen sondeos (la prueba: los encargan los peri¨®dicos para ofrecerlos a sus lectores) aunque, desde luego, no todos en igual medida.
Pero tales sondeos son comentados, discutidos y analizados en tertulias, charlas y conversaciones informales, cre¨¢ndose as¨ª, poco a poco, un clima de opini¨®n favorable a este o aquel partido, clima que circula por toda la trama social, col¨¢ndose por las rendijas hasta penetrar en nuestros hogares y trabajos. Es, sin duda, m¨¢s f¨¢cil votar al candidato o partido X cuando todo el mundo a nuestro alrededor manifiesta la intenci¨®n de votarlo, y es muy dif¨ªcil hacerlo si amigos, familiares o compa?eros de trabajo rechazan esa alternativa. Es un lugar com¨²n en las ciencias sociales que la presi¨®n de grupo -y, especialmente, de grupo primario- es la v¨ªa m¨¢s eficaz para el conformismo. Y, por supuesto, cuanto m¨¢s afianzado est¨¢ el clima de opini¨®n a favor de un partido, con m¨¢s confianza se expresan sus partidarios y mayor es su presencia p¨²blica y la presi¨®n informal, gan¨¢ndole m¨¢s partidarios, en un procese, autoalimentado. As¨ª se genera una espiral de confianza creciente para alg¨²n partido y de desconfianza creciente para otro u otros (lo que se ha llamado "la espiral del silencio"). Por supuesto, esta din¨¢mica dif¨ªcilmente consigue que un militante del PC vote a AP, por ejemplo (aunque casos como ¨¦stos se dan con mucha mayor frecuencia de lo que se cree), pero s¨ª puede mover votos entre partidos afines o movilizar los porcentajes, frecuentemente altos (alrededor de un 20% o 30%) de votantes indecisos, que, a la postre, son quienes dan el triunfo a los presuntos ganadores.
Dos efectos
De este modo, el sondeo produce, al menos, dos efectos. En primer lugar, informa a cada elector de c¨®mo van a votar los dem¨¢s, lo que le permite racionalizar su comportamiento pol¨ªtico haciendo transparente el mercado. Esto es algo muy importante, pues quiere decir que el voto altera su sentido. Puesto que prevemos el resultado (al menos en cierta medida) podemos apoyar la opci¨®n m¨¢s probable en lugar de la que m¨¢s nos gusta. Pero esto, a su vez, produce una segunda consecuencia, que puede ser parad¨®jica. Supongamos que un votante pensaba votar a UCD inicialmente, pero descubre m¨¢s tarde -debido a los sondeos y su penetraci¨®n en la opini¨®n p¨²blica- que UCD va a obtener un resultado muy pobre, de modo que su voto es in¨²til. Puede entonces decidir apoyar la opci¨®n ganadora m¨¢s pr¨®xima a su orientaci¨®n inicial -digamos AP o CDS-, con el fin de contribuir a una opci¨®n probable m¨¢s que a una improbable. Esta alteraci¨®n es, desde luego, muy razonable, pues el elector, normalmente poco amigo de aventuras, prefiere minimizar riesgos probables a maximizar beneficios improbables. En este caso, el voto inicial se ve alterado por elpropio sondeo que, al darle al elector una informaci¨®n nueva, cambia los par¨¢metros de su toma de decisi¨®n y, eventualmente, ¨¦sta. Claro est¨¢ que el proceso pod¨ªa ser el inverso: puesto que AP va a ganar excesivos esca?os ("excesivo" es, por supuesto, su opini¨®n), conviene fortalecer a UCD, opci¨®n m¨¢s moderada, de modo que en este caso, la reflexividad del sondeo se vuelve- ?oritra el presunto ganador.
Que los sondeos alteran o al menos pueden alterar el comportamiento del elector, es algo bien conocido. En sociolog¨ªa pol¨ªtica, tales cambios se conocen con los nombres de efecto "adhesi¨®n" (bandwagon effect) cuando los electores cambian su voto para irse con la mayor¨ªa o efecto "rechazo" (underdog effect) cuando se van con la minor¨ªa. Durante mucho tiempo, se crey¨® que los efectos eran irrelevantes y/o que se anulaban el uno al otro. Diversos estudios efectuados en Estados Unidos parec¨ªan avalar esta hip¨®tesis y ya en 1948, Gallup afirmaba que el efecto adhesi¨®n era "una de las mayores falsedades pol¨ªticas". A los espa?oles, acostumbrados a jugar con la idea del "voto ¨²til", una afirmaci¨®n semejante nos debe dejar bastante fr¨ªos. Estudios m¨¢s recientes (experimentales y de campo) han mostrado lo contrario. Robert Navazio, en Estados Unidos, apunt¨® la hip¨®tesis de que los trabajadores manuales ser¨ªan m¨¢s sensibles al efecto rechazo, mientras que los no manuales lo ser¨ªan al efecto adhesi¨®n. De ser esto cierto, habr¨ªa que esperar entonces que, en sistemas de partidos en que ¨¦stos son interclasistas, los efectos adhesi¨®n y rechazo se anular¨ªan y ser¨ªan insignificantes, como ocurre en Estados Unidos. Pero, a sensu contrario, si los partidos en liza tienen una base mayoritariamente clasista -como ocurre en Europa-, los efectos no se anular¨ªan, y los sondeos tendr¨ªan un apreciable efecto reflexivo. Elisabeth Noelle-Neumann, directora del Institut f¨¹r Demoskopie Allensbach, que durante bastantes a?os ha efectuado sondeos para la CDU, verific¨® esta
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hip¨®tesis en diversas elecciones alemanas ( 1965, 1972 y 1976), mostrando c¨®mo el clima de opini¨®n, generado por los sondeos consegu¨ªa movilizar, a favor del ganador, porcentajes apreciables de votos indiferentes. Y es de presuponer que en pa¨ªses como Espa?a, con baj¨ªsimo nivel de militancia pol¨ªtica, una corta tradici¨®n de elecciones y un sistema de partidos en plena recomposici¨®n, los efectos de los sondeos ser¨¢n mayores, pues todo ello acent¨²a la movilidad del voto (muy alta, seg¨²n el panel publicado en EL PA?S, recientemente). Lo que esto quiere decir es, sencillamente, que cuando decidimos nuestro voto no miramos s¨®lo la soledad de nuestras conciencias, sino que tomamos en cuenta, adem¨¢s, el voto previsible de los otros y actuamos en consecuencia. Pero ello puede introducir alteraciones en los resultados. Efectivamente, si los sondeos dan como ganador al PSOE, podemos suponer que nuestro voto ya no le es necesario, y apoyar otra formaci¨®n pol¨ªtica pr¨®xima al PSOE, para moderar a la oposici¨®n o en previsi¨®n de pactos poselectorales. Por supuesto, este argumento no es un ejemplo: es un sentimiento que se oye, aqu¨ª y all¨ª, entre votantes potenciales del PSOE. Esto es muy peligroso, pues la predicci¨®n puede autonegarse si esa actitud se generaliza, y lo grave es que ser¨¢ tanto m¨¢s general cuanto mayor sea el apoyo que los sondeos le dan. La excesiva confianza es perjudicial, adem¨¢s, porque desmoviliza a los partidarios ("no es necesario que acuda a votar, ganar¨¢ de todos modos") y moviliza a los contrarios. Hacer sentir a cadavotante que su voto es necesario y que, por tanto, nada est¨¢ ganado de antemano es, pues, una estrategia imprescindible, hasta el punto de que es ¨²til presentarse como perdedor y presentar al enemigo como posible -pero no seguro- ganador (aunque, ¨¦ticamente, no sea muy recomendable).
Si los sondeos pueden o no tomar en consideraci¨®n el cambio que el propio sondeo introduce, es un tema muy debatido y enormemente complejo. En m¨ª opini¨®n, quien tal pretende se ve conducido a una regresi¨®n infinita y sin soluci¨®n (pues el nuevo sondeo tambi¨¦n produce efectos). S¨®lo hay un modo de evitar la reflexividad del sondeo: no haci¨¦ndolo p¨²blico, algo que los partidos saben de sobra, por lo que en lugar de solicitar la supresi¨®n de los sondeos electorales ser¨ªa m¨¢s bien partidario de publicarlos todos, evitando as¨ª informaci¨®n secreta que alg¨²n partido puede utilizar para manipular a los otros y a la opini¨®n p¨²blica. A salvo de tal secreto, el sondeo es, efectivamente, una fotograf¨ªa de un instante; pero que, al contribuir a formar la opini¨®n p¨²blica, tanto o m¨¢s que predecir la conducta, la produce.
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