Su¨¢rez, el duque-candidato que pide perd¨®n en los m¨ªtines
El Centro Democr¨¢tico y Social se ha enfrentado a la presente campa?a electoral con el grav¨¦ inconveniente de ser un partido reci¨¦n fundado cuyas siglas son pr¨¢cticamente desconocidas para un alto porcentaje del electorado que, sin embargo, ha acudido en n¨²mero sorprendentemente alto a los m¨¢s de veinte m¨ªtines protagonizados por el l¨ªder del partido, Adolfo S¨²arez.
Un Citro¨¹en gris, blindado, propiedad de la Direcci¨®n de la Seguridad del Estado, avanza a velocidad considerable, entre la lluvia y la niebla, por la bajada de Pajares. Detr¨¢s, un Seat discreto, ocupado por la escolta habitual, bien conocida desde hace m¨¢s de cinco a?os. Detr¨¢s, nadie. Era la caravana electoral con la que Adolfo Su¨¢rez se dirig¨ªa a tierras de Zamora y Salamanca, procedente de Oviedo. Con su nueva imagen, en una campa?a planificada de manera casi demencial, casi en solitario en muchas ocasiones, Adolfo Su¨¢rez ha completado los primeros 30.000 kil¨®metros de campa?a electoral.El hombre que hace menos de cuatro a?os, desde el poder, congregaba multitudes y planificaba sus campa?as en gran escala, dice ahora sentirse liberado empezando desde abajo. La batalla electoral comenz¨® con escasos recursos, en medio de la mayor improvisaci¨®n: apenas hace una semana que logr¨®, al fin, un sustancioso cr¨¦dito para desbloquear varias decenas de miles de carteles almacenados en una imprenta. El hombre a quien , con el t¨ªtulo nobiliario, se consider¨® retirado de la vida p¨²blica, aspira hoy a lograr el tercer puesto en la carrera electoral. El hombre que hab¨ªa fundado dos partidos desde el poder, se ha lanzado a una nueva aventura, ahora desde la peor oposici¨®n posible: la que se hace desde el conocimiento de lo que ocurre dentro.
"Yo ya he agotado mi cupo de ambici¨®n pol¨ªtica. Ahora s¨®lo me considerar¨ªa un fracasado si no pudiese sacar adelante la idea de un centro progresista y reformista". Todos obtienen la impresi¨®n de que Adolfo Su¨¢rez, que acaba de cumplir los cincuenta a?os, cree en lo que dice. El hombre que, no sin algunas trampas, hizo la transici¨®n y que sin duda conoce m¨¢s secretos del Estado, intenta transmitir ahora una imagen de total sinceridad y credibilidad. Ha renunciado en esta campa?a a cualquier recurso esc¨¦nico en sus m¨ªtines y sin contemplaciones endosa, implacable, a sus oyentes un discurso siempre igual, que ¨¦l sabe aburrido. No busca el aplauso, y lo dice; no busca formar parte de ning¨²n "Gobierno de coalici¨®n, concentraci¨®n o ninguna de esas gaitas"; para ¨¦l, afirma, lo m¨¢s importante es consolidar su Centro Democr¨¢tico y Social, su ¨²ltima creaci¨®n partidaria tras la Uni¨®n del Pueblo Espa?ol (UDPE) azul y la UCD multicolor. Trasmite la impresi¨®n de que a ¨¦l le hubiera gustado m¨¢s que nada, realizar una campa?a institucional; pero est¨¢ teniendo que ceder a las miserias de una campa?a de partido.
Cincuenta localidades y un mismo mitin
Ha recorrido medio centenar de localidades; ya ha dado, a mitad de campa?a, una veintena de m¨ªtines -que son siempre sensiblemente parecidos-, y siempre ha evitado caer en excesos populistas. Pero no ha podido evitar que le paseen en Santander por un mercado de ganados, ni gui?ar un ojo al p¨²blico tras besar en Zaragoza a Marisa Medina, ni pudo dejar de cantar Clavelitos cuando la tuna acudi¨® a su cena en Salamanca. Ni, a pesar de susbuenos y pac¨ªficos prop¨®sitos, ha podido evitar responder adecuadamente cuando Fraga le ataca: "No me ha perdonado que yo fuese presidente". Presumiblemente, son varias las cosas que Fraga no le habr¨¢ perdonado desde los tiempos en que discrepaban en la mesa del Consejo de Ministros del ¨²ltimo Gabinete franquista.
Hace apenas tres d¨ªas, el Volvo de Fraga llegaba a toda velocidad al aeropuerto de Zaragoza. El l¨ªder de AP se marchaba a adoctrinar a otros posibles votantes tras haber recorrido Arag¨®n. Justo lo contrario de lo que en esos momentos hac¨ªa Su¨¢rez. No llegaron a encontrarse en el aeropuerto, que Su¨¢rez abandon¨® momentos antes de llegar Manuel Fraga. Este, al bajar de su autom¨®vil, encontr¨® gentes plegando unas pancartas y hacia ellos fue, dispuesto a repartir aut¨®grafos a su comit¨¦ de despedida. Sorpresa: las pancartas se despliegan, nadie quiere los aut¨®grafos de Fraga. Era el comit¨¦ de bienvenida a Su¨¢rez, compuesto por militantes del CDS.
Y, sin embargo, a Adolfo Su¨¢rez no se le ha escuchado una sola cr¨ªtica -p¨²blica- a los l¨ªderes de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, el gran competidor. Sabida es su antipat¨ªa hacia Leopoldo Calvo Sotelo, el hombre que le sucedi¨® al frente del Gabinete ("Leopoldo, se comprometi¨® a no ejercer, adem¨¢s, la presidencia de UCD, algo que luego no cumpli¨®"). Nadie sabe por qu¨¦ evita en sus m¨ªtines referirse a Landelino Lavilla. S¨ª es perceptible, en cambio, cierto resentimiento en el tono de Su¨¢rez cuando habla de las razones que le obligaron a dejar la jefatura del Gobierno: "No pod¨ªa actuar contra parte de mi partido y de mi grupo parlamentario". Pero evita dar la impresi¨®n de que sea ¨¦ste el motor de sus actos: "Yo no me comportar¨¦ como se comportaron conmigo. El CDS facilitar¨¢ la gobernabilidad del Estado".
Con esta idea de la necesidad de un pacto de Estado entre las distintas fuerzas pol¨ªticas, por un lado, y las l¨ªneas maestras del programa econ¨®mico tan apresuradamente elaborado por el CDS, por otro, Adolfo Su¨¢rez se desplaza de mitin en mitin. Para desesperaci¨®n de los periodistas que le acompa?an, es invariablemente implacable, sea cual sea su auditorio. Pidiendo perd¨®n por tener que soltar el rollo, y advirtiendo de antemano que "me voy a dirigir no a vuestro coraz¨®n, sino a vuestra reflexi¨®n", Su¨¢rez habla de la necesaria reconversi¨®n de sectores industriales, de la dependencia econ¨®mica del exterior y de lo ruinosas que son nuestras siderurgias (algo que no le import¨® repetir en zonas eminentemente sider¨²r gicas, como el Pa¨ªs Vasco o Asturias). A continuaci¨®n habla de la necesidad de un pacto de Estado para estabilizar la democracia -y aqu¨ª se introduce una condena a la "actitud deshonrosa de algunos que visten un uniforme honroso"-, para mejorar la econom¨ªa y para dignificar la pol¨ªtica exterior.
No es seguro que el p¨²blico heterog¨¦neo que llena sus m¨ªtines comprenda todo lo que se le dice, pero aplaude cort¨¦smente -sobre todo en los pasajes dedicados a los militares golpistas- y muestra una actitud m¨¢s cercana al entusiasmo que al rechazo.
Porque parece claro que: la figura de Su¨¢rez, en su Avila natal, en su Segovia adoptiva, en Levante o en Cantabria, sigue gozando de una amplia aceptaci¨®n. Los dirigentes del CDS en Salamanca o en Zaragoza, por ejemplo, se quedaron estupefactos, lo mismo que el propio Su¨¢rez, al conternplar la cantidad de gente que acudi¨® al mitin del duque. Nadie lo hubiese pensado al comprobar las deficiencias publicitarias, de carteles y de infraestructura que padece el partido. Los sondeos muestran que alrededor de un 20% de la poblaci¨®n desconoce por completo qu¨¦ es el CDS y otro 30% lo conoce muy relativamente; que el 17% de los posibles votantes cree que Su¨¢rez a¨²n lidera la UCD. Y, paralelamente, la figura del ex presidente sube en la estimaci¨®n del electorado. El resultado final para el CDS es, hoy por hoy, la gran inc¨®gnita de la campa?a.
En el propio an¨¢lisis de los hombres del CDS esto tiene un significado claro: el partido se reduce, simplemente, a la figura de Adolfo Su¨¢rez, y es en funci¨®n de esta figura como el partido obtendr¨¢ sus esca?os, "de cero a trescientos cincuenta", seg¨²n frase jocosa que circula por el cuartel general del grupo, en la madrile?a calle de Sagasta. El CDS es Su¨¢rez, y el n¨²cleo central del partido se compone b¨¢sicamente de amigos, contraparientes -como Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n- y tr¨¢nsfugas de UCD. Ni un solo miembro del comit¨¦ nacional ejecutivo se salva de esta regla, y resulta curioso comprobar c¨®mo en algunos casos varios de los miembros de este comit¨¦ fueron miembros del Opus Dei, aunque hoy ya no lo sean. Esto explicar¨ªa algunas tomas de posici¨®n (aborto) de un partido que se reclama no confesional.
Al margen de las diferencias sociol¨®gicas con UCD, poco es lo que puede encontrarse de original en el programa del CDS, excepto, tal vez, mayores reparos en temas de pol¨ªtica exterior (s¨ª a la OTAN, pero no ahora) o auton¨®micos (la LOAPA deber¨ªa haber sido consensuada) y una mayor ambig¨¹edad general en los planteamientos de temas conflictivos.
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