La autodestrucci¨®n de UCD, un proceso que podr¨ªa haber ideado Kafka
La derrota sufrida por Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico en estas elecciones legislativas se ha convertido en un hecho sin precedentes en la historia parlamentaria europea. Nunca hasta ahora se hab¨ªa podido observar en los pa¨ªses del ¨¢rea occidental un fen¨®meno similar: el de la autodestrucci¨®n de un partido que nace, en 1977, para conducir el tr¨¢nsito pac¨ªfico entre dos reg¨ªmenes pol¨ªticos antag¨®nicos, superar las viejas heridas y evitar los enfrentamientos entre los espa?oles, cumple los tres objetivos con irreprochable eficacia, gana dos elecciones legislativas y, cinco a?os despu¨¦s, con todos los resortes del poder en sus manos, pasa de 168 diputados a doce y de un electorado de m¨¢s de seis millones de votantes a mill¨®n y medio.
El presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, se ha quedado sin esca?o, -no as¨ª P¨ªo Cabanillas-, los tr¨¢nsfugas acomodados en, la derecha y en el PSOE han vuelto a salir elegidos y el fundador del partido, Adolfo Su¨¢rez, se sentar¨¢ en los bancos del grupo mixto con Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n. Desde 1977 hasta hoy, UCD ha protagonizado un proceso de autodestrucci¨®n de tal singularidad que puede dejar perplejo al m¨¢s esc¨¦ptico: la envidia de Franz Kafka.Todo empez¨® cuando Adolfo Su¨¢rez, con la camisa azul guardada en el armario y aclamado democr¨¢ticamente por las urnas, crey¨® que de aquel conglomerado de partidillos que se hab¨ªan unido en 1977 bajo las siglas centristas para ganar las elecciones, sin pararse en "menudencias" ideol¨®gicas, pod¨ªa convertirse en un partido serio, en el gran partido que, bajo la batuta de un l¨ªder carism¨¢tico, guapo y astuto, iba a gobernar "ciento tres a?os". Ya entonces las tendencias de UCD comenzaron a revolverse con inquietud porque intu¨ªan la inevitable supremac¨ªa en el Gobierno y en el partido de unas sobre otras. No obstante, se hab¨ªan ganado las elecciones, se ganaron despu¨¦s las siguientes y el poder escondi¨® -que no elimin¨®- las ambiciones desmesuradas de tantos dirigentillos autoconvencidos de estar m¨¢s capacitados, ser m¨¢s inteligentes, m¨¢s necesarios y, sobre todo, m¨¢s cultos que el inquilino de La Moncloa.
Cuando Adolfo Su¨¢rez, en el segundo per¨ªodo de su mandato, se escondi¨® en el palacio presidencial arropado por lo que se denomin¨® "la fontaner¨ªa" (hombres fieles, alejados de la realidad del pa¨ªs, con demasiados tics franquistas como para entender que las cosas estaban cambiando a un ritmo mucho mayor del que ellos deseaban), comenz¨® a buscarse en UCD un l¨ªder de repuesto y en la necesidad de homologar el partido con alguna Internacional europea.
Paralelamente, el entonces ministro de Justicia, I?igo Cavero, esbozaba en connivencia con la Iglesia un proyecto de ley de divorcio que se convertir¨ªa en el primer acto p¨²blico de la autodestrucci¨®n de los centristas. Fue un proyecto de ley aprovechado por unos y otros para asegurarse su propia supervivencia pol¨ªtica: signific¨® el desmarque del siguiente ministro de Justicia, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, hacia la izquierda, aquel d¨ªa en el que, en los pasillos del Congreso de los Diputados, coment¨® ante un grupo de asombrados informadores: "Los carcamales de los democristianos de mi partido no me van a parar la ley".
"La transici¨®n ha terminado"
Con la rapidez del rayo, el entonces portavoz del grupo parlamentario centrista, Miguel Herrero de Mi?¨®n, subi¨® al estrado y descalific¨®, en t¨¦rminos inusualmente incisivos, una ley que te¨®ricamente deb¨ªa apoyar y a un ministro al que te¨®ricamente deb¨ªa defender. D¨ªas despu¨¦s, el otro abanderado de los criticos (la oposici¨®n interna a Adolfo Su¨¢rez) llamar¨ªa a Ordo?ez, desde las p¨¢ginas de un diario conservador, "rostro p¨¢lido". Ordo?ez, en privado, le contestar¨ªa en t¨¦rminos irreproducibles. El folklore de insultos cruzados, que causar¨ªa verg¨¹enza a propios y extra?os, hab¨ªa comenzado una din¨¢mica incesante.
Entre tanto, ocurrieron hechos trascendentales: la izquierda triunf¨® en las elecciones municipales; UCD perdi¨® las auton¨®micas de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, los andaluces le propinaron un serio rev¨¦s al Gobierno en el refer¨¦ndum del 28 de febrero de 1980; se puso en marcha aquella oscura operaci¨®n pol¨ªtica relacionada con el llamado "Gobierno de gesti¨®n" y Adolfo Su¨¢rez dimit¨ª¨® como presidente del Gobierno, el 29 de enero de 1981. Muchas veces ha repetido despu¨¦s con amargura el ex presidente que uno de los factores que m¨¢s influyeron en su decisi¨®n fue el comportamiento de hombres de su partido: Mart¨ªn Villa, Herrero de Mi?¨®n, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez Llorca, P¨ªo Cabanillas, Oscar Alzaga...
Despu¨¦s, Su¨¢rez nombr¨® a Calvo Sotelo su sucesor y ¨¦ste fue aclamado en el pol¨¦mico congreso de Palma -no menos veces se ha arrepentido Adolfo Su¨¢rez de este nombramiento-; Calvo Sotelo pronunci¨® la frase de "la transici¨®n ha terminado" en su discurso de investidura y entr¨® Tejero a tiros en el Congreso de los Diputados; se rechaz¨®, quiz¨¢s como ¨²ltima posibilidad de salvaci¨®n de los centristas, el Gobierno de coa lici¨®n y, finalmente, con la ayuda del cu?ado de Fraga, hoy militante de Alianza Popular, Carlos Robles Piquer, desde Radio Televisi¨®n Espa?ola, UCD perdi¨® las eleccio nes regionales en Galicia, en octubre de ese mismo a?o.
La operaci¨®n de destruir el centro desde dentro del partido, con Miguel Herrero y, Ricardo de la Cierva a la cabeza, y desde fuera, con mil y un maquiavelismo ingeniados por Manuel Fraga se present¨®, a partir de ese momento, pr¨¢cticamente imparable, tanto m¨¢s cuanto en UCD no se aplic¨® una s¨®la medida disciplinaria hasta el final de la agon¨ªa. Las fugas, iniciadas unos meses antes por Fern¨¢ndez Ordo?ez y diecisiete parlamentarios socialdem¨®cratas, tuvieron su prolongaci¨®n tras la espectacular derrota de UCD en Andaluc¨ªa, la puntilla final. El grupo parlamentario no se manten¨ªa en pie, UCD perd¨ªa votaciones y los diputados practicaron la t¨¦cnica del chantaje: el partido se les fue de las manos.
Adolfo Su¨¢rez y sus seguidores no pudieron olvidar determinadas traiciones, determinadas campa?as de Prensa que ellos cre¨ªan orientadas desde La Moncloa, y Agust¨ªn Rodriguez Sahag¨²n, cierta noche de la crisis que atraves¨® el partido antes de las ¨²ltimas Navidades, tampoco pudo olvidar que puso la radio de su coche para relajarse escuchando m¨²sica y se enter¨® por la Cadena Ser de que ya no era ¨¦l el presidente del partido, sino Leopoldo Calvo Sotelo. Meses despu¨¦s, el propio Calvo Sotelo admitir¨ªa p¨²blicamente su incapacidad para resolver los conflictos internos. Las familias centristas se enzarzaron entonces en un proceso de lucha feroz por ver quien se quedaba con los restos del naufragio. En esos d¨ªas -ya el mes de julio pasado- un periodista japon¨¦s, corresponsal en Espa?a del prestigioso rotativo Asahi Shimbun, pidi¨® ayuda a colegas suyos espa?oles antes de escribir la cr¨®nica sobre la situaci¨®n, en esos momentos, del interior de UCD.
Crisis permanente
Despu¨¦s de escuchar que los liberales de Camu?as no quer¨ªan a los liberales de Garrigues, que ¨¦ste a su vez deseaba ser ministro y, de no conseguirlo, asociarse con ellos o llevarse tras de s¨ª a un cuarto del partido en el Gobierno, que los democristianos de Alzaga parec¨ªa que se iban con Fraga, los democristianos de Alvarez de Miranda, en cambio, se quedaban en Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico siempre y cuando no ganasen los azules de Mart¨ªn Villa; que ¨¦stos, pactaron con P¨ªo Cabanillas y Calvo Sotelo para imponer sus tesis; que Lavilla, Calvo Sotelo y Su¨¢rez pugnaron a tres bandas por la presidencia y el control del partido, el expresidente del Gobierno dec¨ªa hoy que se marchaba, ma?ana que se quedaba; que Fernando Abril y Arias Salgado ya no eran suaristas, aunque s¨ª populistas, y que los socialdem¨®cratas de Garc¨ªa Diez y los de Luis G¨¢mir no se entend¨ªan, entre otros matices de "terceras v¨ªas" y "segundas generaciones", el periodista musit¨® entre dientes algunas palabras inconexas referidas a hacerse el harakiri.
En el ¨²ltimo consejo pol¨ªtico celebrado por los centristas, Landelino Lavilla se alz¨® con la presidencia del partido y con los poderes necesarios para renovar el partido. El punto final a esta historia pol¨ªtica alucinante, con el nacimiento del PDP y del CDS, el firme rechazo de Lavilla a pactar con Fraga, la ruptura de la alianza electoral con el PDL de Garrigues, y la elaboraci¨®n de unas candidaturas electorales con "los de siempre" lo ha puesto el pueblo espa?ol en las urnas.
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