Las nacionalizaciones y los socialistas
Dice el centro que entre las muchas y muy fundadas cr¨ªticas, de ambig¨¹edad, incoherencia y falta de realismo, que presenta el programa socioecon¨®mico del PSOE, debe formularse una alabanza: la modestia, el car¨¢cter simb¨®lico, casi vergonzante, de su proyecto nacionalizador.A diferencia de sus correligionarios franceses, que en tantos otros puntos de su projet socialiste han venido a ser los inspiradores de la estrategia econ¨®mica del PSOE, en este de las nacionalizaciones se ha abandonado aquel modelo y se han decidido a poner los pies en el suelo. ?Convicci¨®n o estrategia electoral? Seguramente lo segundo; pero, de cualquier manera que ello sea, celebr¨¦moslo.
El vicesecretario del partido socialista explicaba en un reciente programa de televisi¨®n que las nacionalizaciones eran inviables hoy en Espa?a por el desastroso estado de ineficiencia y confusi¨®n en que se encuentra la empresa p¨²blica. Esto, seg¨²n ¨¦l, era poco menos que un resultado buscado y provocado por la derecha gobernante para inutilizar el invento. Nadie contest¨® a estas afirmaciones de entre los all¨ª presentes. Perm¨ªtase me decir dos palabras al respecto.
En primer lugar, la experiencia de casi medio siglo de nacionalizaciones en la Europa occidental (del fracaso econ¨®mico de la oriental mejor no hablar) demuestra el error en que se encuentra el se?or Guerra. Ni en Francia, ni en el Reino Unido, ni en Italia la empresa p¨²blica en general ofrece un cuadro reconfortante.
Las excepciones que se suelen citar son precisamente aquellas que consiguieron romper su interna contradicci¨®n y funcionaron como si fueran privadas. La contradicci¨®n radica esencialmente en que la empresa p¨²blica es una empresa sin empresario, lo cual parece una exageraci¨®n, pero no lo es. Lo he explicado ampliamente en otro lugar, y a ¨¦l me remito.
Quiero solamente a?adir en este punto que con una Administraci¨®n p¨²blica mucho m¨¢s eficiente que la nuestra (la inglesa o la francesa, por ejemplo), la empresa p¨²blica ha sido tambi¨¦n, en l¨ªneas generales, un fracaso. Afirmar que la triste situaci¨®n del sector p¨²blico espa?ol obedece a los malos h¨¢bitos del franquismo o a los desgobiernos de UCD, que ciertamente son notorios tambi¨¦n en este campo, resultar¨ªa pura ignorancia.
Y una prueba de cuanto aqu¨ª se dice la da el propio programa de nacionalizaciones masivas emprendido por el Gobierno Mitterrand. Una vez m¨¢s, la contradicci¨®n aparece en medio de la brillante literatura socialista.
En la exposici¨®n de motivos de la ley de Nacionalizaci¨®n se insiste una y otra vez en que ¨¦sta "en ning¨²n caso se puede confundir con la estatalizaci¨®n...", que "estas empresas nacionales ser¨¢n dotadas de una gran autonom¨ªa de gesti¨®n...", que dispondr¨¢n "de la m¨¢s grande capacidad de empresa en el cuadro de orientaciones establecidas contractualmente con el Estado y previstas en el plan...", y as¨ª otras muchas afirmaciones semejantes en las que se habla de "democratizaci¨®n de las empresas nacionales", de "movilizaci¨®n de todos los asalariados de la empresa...", de "participaci¨®n en su direcci¨®n de todos los sectores interesados...", etc¨¦tera.
Fe y entusiasmo socialista
Yo admiro la fe y el entusiasmo socialista. Pero tengo que decir que todo esto no es nuevo, que lo hemos o¨ªdo muchas veces antes de ahora, que los contratos-programa, los contratos de plan, las profesiones de fe en la autonom¨ªa y profesionalizaci¨®n de los empresarios p¨²blicos, las promesas de los pol¨ªticos de que respetar¨¢n la autonom¨ªa de las empresas y tantas cosas m¨¢s no han pasado de ser un buen deseo. ?Qui¨¦n nos asegura y qu¨¦ razones hay para creer que ora va a ser diferente?
Naturalmente, cabe pensar (y estoy seguro que as¨ª lo cree m¨¢s de un sincero socialista) que con ellos va a ser diferente, que los servidores socialistas van a ser honrados justos, trabajadores, diligentes: eficaces y todo lo dem¨¢s.
Es, en el fondo, la creencia en el hombre nuevo marxista. Pero nada hace suponer que esa profunda transformaci¨®n de la naturaleza humana vaya a producirse con la llegada de Mitterrand al El¨ªseo o de Felipe Gonz¨¢lez a la Moncloa.
La cuadratura del c¨ªrculo
Oigan los socialistas espa?oles lo que dice un honrado e inteligente socialista franc¨¦s (v¨¦ase J. M. Quatrepoint, Le Monde, 17 de febrero de 1982). Uno de los PDG (presidente director general) de uno de los recientes grupos industriales nacionalizados no tiene m¨¢s remedio que confesar: "Ese di¨¢logo permanente (entre los grupos industriales y el aparato del Estado) es casi la cuadratura del c¨ªrculo", y m¨¢s adelante, en un acto de fe, afirma:,"Ser¨¢ necesario navegar constantemente entre dos escollos, entre el peligro del laissez faire y el de la estatalizaci¨®n".
La experiencia demuestra, a?ado yo, que hasta ahora ha sido imposible evitar -salvo casos muy contados- el segundo escollo; a saber, que el aparato del poder, el Gobierno de turno, los partidos pol¨ªticos y las poderosas organizaciones sindicales se apropien del bot¨ªn y pongan una y otra vez las empresas p¨²blicas a su servicio.
Pero no hace falta ir a Francia. Miren los l¨ªderes socialistas a sus ayuntamientos y a sus diputaciones espa?olas y pregunten a sus gestores c¨®mo van las empresas que de ellos dependen. Comp¨¢renlas con empresas semejantes del sector privado. El transporte urbano es un buen ejemplo.
Recordar¨¦, para terminar, el revelador testimonio de uno de los padres y defensores de este invento: el ingl¨¦s William Robson.
Comentando el famoso informe brit¨¢nico de 1969 sobre el control ministerial de las empresas p¨²blicas, The Times, de Londres, hab¨ªa escrito: "El principio inspirador es devolver el esp¨ªritu empresarial a aquellas entidades que han sido da?adas por las interferencias pol¨ªticas; pues bien, este es el mejor argumento y la mejor defensa para la reprivatizaci¨®n.
Si lo que queremos es hacer de las empresas estatales algo que sea lo m¨¢s parecido posible a las empresas privadas, el camino m¨¢s claro para ello es convertirlas en tales mediante la enajenaci¨®n del capital social".
El argumento era impecable. Y el comentario de Robson, el siguiente: "Es toda una iron¨ªa que un informe salido de un comit¨¦ presidido por Mr. Mikardo, considerado habitualmente como un sociali.sta del ala izquierda del laborismo, haya provisto a los oponentes de la empresa p¨²blica con munici¨®n de tan grueso calibre".
Y es que, en efecto, despu¨¦s de casi treinta a?os de estudiar la empresa p¨²blica se hab¨ªa dado con la soluci¨®n para sus incurables males: ?la empresa privada! Ser¨ªa muy de desear que el socialismo espa?ol no tarde tanto tiempo en descubrirlo y que su loable moderaci¨®n en materia de nacionalizaciones pase de pura estrategia electoral a convicci¨®n profunda.
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