La¨ªn, director de la Academia
Seg¨²n vamos alcanzando altura en la vida, nuestro horizonte se ampl¨ªa si miramos atr¨¢s. Y sucesos en s¨ª faustos y jubilosos se ti?en un poco de melancol¨ªa. La voluntad del gran poeta y gran fil¨®logo D¨¢maso Alonso, que con tanto prestigio y acierto nos ha dirigido, ha colocado a la Academia ante la necesidad de elegir nuevo director. Dif¨ªcil sustituirle, pero ten¨ªamos que obedecer su decisi¨®n.?Y qu¨¦ es el director de la Academia que se suele llamar de la Lengua? Nuestros amigos periodistas nos asediaban a veces las semanas pasadas con sus preguntas. ?Debe ser escritor? ?Debe ser fil¨®log¨®? ?Debe ser uno de los cient¨ªficos? ?Qu¨¦ cualidades requiere el director de la Academia? En sus dos siglos y medio largos de existencia, la Real Academia ha tenido las m¨¢s diversas personalidades a su frente. Nacida cuando los aires de modernidad apenas empezaban a entrar en Espa?a, fueron sus primeros directores grandes se?ores de la nobleza. El marqu¨¦s de Villena es el inspirador de sus or¨ªgenes, y tres herederos de sus t¨ªtulos y grandezas le suceden; el primer ministro Carvajal, el duque de Alba, el marqu¨¦s de Santa Cruz y otros arist¨®cratas presiden la Academia durante m¨¢s de un siglo. Siglo en que la Academia realiza grandes obras: el Diccionario de autoridades, que es la base de sus diccionarios hasta hoy; la ortograf¨ªa, la gram¨¢tica, ediciones de cl¨¢sicos... La literatura alcanza, con Mart¨ªnez de la Rosa, la direcci¨®n de la Academia en 1839. Le siguen el duque de Rivas, el marqu¨¦s de Molins, el conde de Cheste, y con ¨¦l llegamos a nuestro siglo.
Se puede ver que los directores de la Academia suelen permanecer bastante tiempo en el cargo. En nuestro siglo, don Alejandro Pidal, don Antonio Maura, don Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal (con repetidos mandatos), don Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n, don Francisco Rodr¨ªguez Mar¨ªn, don Miguel As¨ªn Palacios, don Vicente Garc¨ªa de Diego y don D¨¢maso Alonso completan la sucesi¨®n en el sill¨®n presidencial. La¨ªn es el vig¨¦simo quinto director, seg¨²n la cuenta del Anuario de la Academia.
?Qu¨¦ quiere decir esto? Evidentemente, que la Academia es un cuerpo colegiado con gran sentido de la continuidad. Su director es un primus inter pares, y dirige la Academia no con ¨®rdenes ni decretos, sino de manera colegiada; en el pleno y en la Comisi¨®n Administrativa, el director escucha, pregunta y decide. La autoridad proviene no del reglamento, sino del prestigio de ¨¦l y de la colaboraci¨®n de todos. En nuestra agitada vida nacional, y en medio de la frecuente deficiencia de nuestras costumbres en cuanto a saber discutir, oyendo primero, midiendo las palabras despu¨¦s, abandonando la propia opini¨®n, si es necesario, la Real Academia es una grata ¨ªnsula, en la que el mutuo respeto y estima son norma indefectible. Se ha hablado de la amistad entre Pereda y Gald¨®s y Men¨¦ndez Pelayo, saltando por diferencias pol¨ªticas y religiosas, y quiz¨¢ no se ha hablado lo suficiente de que s¨®lo para unas pocas Reales Academias no hubo en 1939 ni desterrados ni depurados, y les fueron respetados sus puestos al ex presidente Alcal¨¢ Zamora o a Salvador de Madariaga, que pudo tomar posesi¨®n de su plaza despu¨¦s de cuarenta a?os de exilio. Por eso, aun en medio de la creciente profesionalizaci¨®n de todo, cuando la Academia, en este siglo de la comunicaci¨®n y la influencia mundial de la Am¨¦rica de nuestra lengua, est¨¢ absorbida por el trabajo de mantener la unidad, el director no se requiere que sea de una especialidad determinada. Ha de ser un acad¨¦mico de autoridad y prestigio, con el cual colaboren los acad¨¦micos, cada uno con su autoridad literaria o su competencia en distintas especialidades.
Unido a Pedro La¨ªn Entralgo por largu¨ªsima y fraternal amistad, no puedo extenderme en un elogio que tiene algo de autocomplacencia. Modelo de acad¨¦micos con su dedicaci¨®n, que le hace figurar muy en cabeza del escalaf¨®n de asistencias, es un estudioso de reputaci¨®n internacional y autoridad indiscutida en su especialidad de Historia de la Medicina, es escritor de libros de hondura filos¨®fica, de belleza literaria, es meditador sobre esta tierra nuestra, y estudioso de su pasado y su presente, de su gente y de su paisaje, y adem¨¢s, maestro en el art¨ªculo period¨ªstico y en la confesi¨®n biogr¨¢fica. Y es el acad¨¦mico modesto que guarda en su bolsillo la papeleta que no sabemos c¨®mo resolver y que ¨¦l nos devuelve a la semana siguiente estudiada y aclarada. En ¨¦l la Academia ha encontrado el director que la gu¨ªe en una nueva etapa de su secular continuidad.
es miembro de la Real Academia Espa?ola de la Lengua.
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