EE UU busca una pol¨ªtica m¨¢s sutil para frenar la insurrecci¨®n popular, sin excluir una intervenci¨®n armada en Nicaragua
ENVIADO ESPECIAL, Las maniobras conjuntas entre militares estadounidenses y hondure?os en la zona fronteriza entre Nicaragua y Honduras fueron interrumpidas hace quince d¨ªas para evitar dar un tono belicoso al paso del presidente Ronald Reagan por Costa Rica y Honduras. El gesto se interpret¨® de distintas formas: para unos, quedaban canceladas; para otros, simplemente aplazadas.
En definitiva, Washington ha adoptado un comp¨¢s de espera para la fugaz estancia de Reagan en San Jos¨¦ (Costa Rica) y en San Pedro de Sula (Honduras). Pero las conclusiones de las r¨¢pidas entrevistas de Reagan con los presidentes de Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala pronto deber¨¢n cristalizar en nuevos acontecimientos en la agitada zona centroamericana.Preocupada por la subversi¨®n marxista en Centroam¨¦rica, la Administracion Reagan quiere cortar el paso, a cualquier precio, a lo que definen en Washington -no sin cierto simplismo- como una expansi¨®n sovi¨¦tica en Latinoam¨¦rica, v¨ªa Cuba y Nicaragua. Estados Unidos teme por El Salvador, sin marginar futuras tensiones sociales y pol¨ªticas en Honduras y Guatemala, que acabar¨ªan repercutiendo en la gran pieza del ajedrez representada por M¨¦xico.
Para conseguir sus objetivos en una zona pr¨¢cticamente fronteriza con Estados Unidos, Reagan parece estar dispuesto a no reparar en medios. Al incremento de la ayuda militar directa -con material, asesores y operaciones encubiertas de la CIA en Honduras, El Salvador y Guatemala-, Estados Unidos suma pol¨ªticas de ayuda financiera junto a un t¨ªmido est¨ªmulo de apertura democr¨¢tica que, aun condicionado, los militares del ¨¢rea no siempre est¨¢n dispuestos a aceptar. La ¨²ltima prueba la dio R¨ªos Montt en Guatemala. Crecen tambi¨¦n los rumores de una posible vuelta al completo control militar en Honduras, donde el reci¨¦n elegido presidente Roberto Suazo Alvarez podr¨ªa verse desplazado por el general Gustavo Adolfo Alvarez.
Shultz, defiende la 'moderaci¨®n'
Las informaciones publicadas por la Prensa estadounidense estos ¨²ltimos meses son alarmantes. El refuerzo de la presencia militar en Centroam¨¦rica hace pensar que es muy posible una intervenci¨®n armada. S¨®lo faltar¨ªa el pretexto para dar luz verde al programa, apoyado por Estados Unidos, de sofocar la revoluci¨®n sandinista a trav¨¦s de un contraataque montado por unos 10.000 miembros nicarag¨¹enses.
Sin embargo, una aventura militar directa en Centroam¨¦rica con apoyo estadounidense podr¨ªa conducir a una escalada militar en el ¨¢rea, asunto que a nivel pol¨ªtico quieren impedir los moderados dentro de la Administraci¨®n Reagan.
Los hechos demuestran que, al menos en cuanto al tono, las posturas de Washington han cambiado desde la llegada del secretario de Estado, George Shultz, que sustituy¨® al general Alexander Haig.
"No somos antinicarag¨¹enses; somos pro Estados democr¨¢ticos", afirm¨® Shultz durante esa gira latinoamericana. "Pero", a?adi¨®, "estamos totalmente contra los esfuerzos de Nicaragua, Cuba, que entorpecen la posibilidad de que funcionen las democrac¨ªas". La v¨ªa moderada, orientada hacia la negociaci¨®n, ser¨ªa la preferida por Shultz. Gracias al refuerzo del Ej¨¦rcito en Hondura, ha disminuido, dicen los norteamericanos, el flujo de armas procedente de Nicaragua hacia la guerrilla salvadore?a. Las denuncias del embajador de Estados Unidos en San Salvador, Deane Hinton, a los tribunales y la actuaci¨®n de las fuerzas armadas dan otra prueba o de que no todas las bazas norteamericanas pasan por los esquemas de una soluci¨®n armada en Centroam¨¦rica.
Hay que buscar f¨®rmulas m¨¢s sofisticadas, y en ello estar¨ªa el secretario de Estado, Shultz, aun a disgusto de los que s¨®lo creen en el lenguaje de la fuerza.
Es en tal contexto en donde el viaje de Reagan por Centroam¨¦rica puede que s¨®lo marque un par¨¦ntesis antes de nuevas acciones diplom¨¢ticas en una regi¨®n motivo de preocupaci¨®n para Estados Unidos.
La mayor¨ªa de los observadores coincide en afirmar que Honduras ocupa el epicentro en el plan estadounidense de acoso a Nicaragua, sin olvidar el giro prowashingtoniano de Costa Rica, hasta hace poco neutral en el litigio.
En una estrategia hacia Managua, en la que no es f¨¢cil discernir si se trata de una intimidaci¨®n o de una preparaci¨®n de intervenci¨®n, Estados Unidos quiere aislar a Nicaragua, quiere cortarle las alas para que el modelo sandinista no sea exportable a otros pa¨ªses; provocar un cambio de rumbo dentro de la propia Nicaragua, pa¨ªs considerado, junto con Cuba, como la correa de transmisi¨®n de la influencia sovi¨¦tica en Centroam¨¦rica, punto de vista no corroborado por todos los pol¨ªticos estadounidenses. "La Administraci¨®n Reagan exagera en cuanto a la influencia de Cuba y Nicaragua en Centroam¨¦rica", dijo alguien tan poco sospechoso de izquierdismo corno el hasta hace poco representante de Estados Unidos en La Habana, Wayne Smith.
En t¨¦rminos concretos, el programa espec¨ªfico de Estados Unidos para Centroam¨¦rica pasar¨ªa, ante todo, por una eliminaci¨®n del r¨¦gimen sandin¨ªsta en Nicaragua. Para intentarlo, Honduras ser¨ªa el portaviones de la operaci¨®n. John Negroponte, embajador de Estados Unidos en Honduras, ser¨ªa el hombre clave de los proyectos de Washington. Los antisandinistas, a agrupados en diez campos de entrenamiento entre Honduras y Nicaragua, ser¨ªan los encargados de iniciar una operaci¨®n de reconquista que llegara hasta Managua.
Honduras, pa¨ªs que casi no contaba con fuerzas armadas, ha pasado a tener uno de los principales ej¨¦rcitos de la zona. Como r¨¦plica, en cierta forma, a la movilizaci¨®n en Nicaragua, a la ampliaci¨®n de los aeropuertos y a las compras de material sofisticado del lado de los sandinistas nicarag¨²enses, Estados Unidos, por su parte, suministra material y consejeros para el entrenamiento de las tropas a Honduras, acompa?ado todo ello de programas de ayuda que superaron los 170 millones de d¨®lares en 1982, y se habla de otros tantos para el pr¨®ximo ejercicio.
Planes de Estados Unidos
Otra de las piezas de Estados Unidos en sus planes para Centroam¨¦rica pasa tambi¨¦n por Costa Rica, Estado donde el presidente Luis Alberto Monge cierra filas con expulsi¨®n de diplom¨¢ticos nicarag¨¹enses y hace la vista gorda en las actividades antisandinistas en la frontera con Nicaragua. Tambi¨¦n en Costa Rica se encontrar¨ªa, al parecer, el c¨¦lebre comandante Cero, Ed¨¦n Pastora, quien, desencantado de la revoluci¨®n sandinista, se unir¨ªa a los cr¨ªticos desde el exterior. Ed¨¦n Pastora ser¨ªa uno de los personajes escogidos por Estados Unidos para un posible cambio, en el sentido de mayor moderaci¨®n, en Managua.
Aunque las espadas siguen en alto en Centroam¨¦rica, hay signos de prudencia antes de desencadenar acciones de consecuencias irreparables, que, en definitiva, s¨®lo perjudicar¨ªan a las pobres poblaciones, que sufren unas injusticias hist¨®ricas. Estados Unidos ha aplazado las maniobras conjuntas en Honduras.
Nicaragua ha aplazado su decis¨ª¨®n de compra de aviones de caza sovi¨¦ticos Mig-21. ?Ser¨¢n gestos suficientes para que hable la raz¨®n por encima de la fuerza? Es dudoso que Reagan lo comprenda en tan corta estancia en la zona, motivada, por otra parte, por razones de seguridad en un terreno donde militares y guerrillas multiplican sus acciones.
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