Le¨®n Degrelle, la ¨²ltima reliquia del nazismo, escribe sus memorias en Madrid
Vive pl¨¢cidamente en la octava planta de una finca de la calle Santa Engracia, pr¨®xima a la plaza de Chamber¨ª, en dos magn¨ªficos pisos corridos, regalo de "algunos de los muchos amigos que a¨²n tengo en Espa?a". Su casa es todo un museo, con vitrinas con piezas de la ¨¦poca romana primorosamente cuidadas, tallas religiosas de los siglos XVI y XVII, cuadros de valor incalculable, monedas ¨²nicas, antig¨¹edades de todo tipo, muebles de ¨¦poca y alfombras persas. Est¨¢ adornada por todas partes con s¨ªmbolos nazis. "Estas cosas se compraban antes por nada. Cuando cur¨¦ de mis ¨²ltimas heridas de guerra, ya en Espa?a, hice el camino de Santiago desde Roncesvalles y fui comprando cosas en los pueblos. Tambi¨¦n en Andaluc¨ªa me regalaron muchas cosas los campesinos de aquellos pobre pueblos, porque sabr¨¢ usted que, en realidad, soy andaluz..."Y comienza a desgranar la historia...
Cuando los alemanes vieron perdida la guerra, muerto Hitler, Ribbentrop insisti¨® a Degrelle, que hab¨ªa logrado llegar a Oslo, para que se pusiese a salvo. Con cuatro oficiales se apropi¨® del avi¨®n del ministro de la guerra, Speer, y realiz¨® un vuelo nocturno y heroico que termin¨® en la misma arena de la playa de la Concha, en San Sebasti¨¢n, cuando el aparato -un Heinkel bimotor- se qued¨® sin combustible. "Vol¨¢bamos sin luces huyendo del fuego antia¨¦reo franc¨¦s. Cuando divis¨¢bamos Ir¨²n, a s¨®lo unos minutos de aviaci¨®n, vimos la muerte segura. Yo conoc¨ªa aquella zona porque de peque?o hab¨ªa veraneado en Lourdes con mis padres algunos a?os y en dos ocasiones visitamos Guip¨²zcoa. Pero faltaban algunos minutos y el avi¨®n ya no ten¨ªa combustible. Aterrizar en suelo franc¨¦s significaba la guerra. As¨ª que el piloto, para demostrar su pericia, puso el avi¨®n vertical, aprovech¨® las ¨²ltimas gotas y llegamos hasta San Sebasti¨¢n. La V¨ªrgen de Lourdes me salvaba en el ¨²ltimo momento".
Se estrellaron contra la misma playa y Degrelle result¨® gravemente herido. Estuvo dieciocho meses en el Hospital Mola, de San Sebasti¨¢n. "Mis heridas me salvaron en realidad, porque Franco quiso devolverme a Alemania. V¨ª las cosas tan mal que un d¨ªa le escib¨ª una carta en la que le dec¨ªa: ?Qu¨¦ poco vale para usted la sangre de un cristiano ...?. Se indign¨® Franco, seg¨²n supe, y me mand¨® a Serrano Su?er, pero la cosa acab¨® en que cuando pude echar a andar me prepararon una fuga falsa. Se public¨® en toda la Prensa occidental, para tranquilidad de los aliados que ped¨ªan mi cabeza. Oficialmente yo hab¨ªa desaparecido. Entre Mart¨ªn Artajo, el conde de Mayalde y Narciso Perales prepararon mi fuga".
Lleg¨® a Madrid y vivi¨® escondido en casa de un matrimonio de jubilados durante un a?o y medio. "Viv¨ªa en el cuarto de la criada. Sin luz. Sin ventilaci¨®n. El hombre de la casa pesaba unos 130 kilos. Recuerdo que iba cada noche a la cama con un gran orinal. Produc¨ªa cuatro litros cada noche". En esa ¨¦poca, Degrelle se enter¨® por Informaciones de la muerte de su padre y de su madre. Tuvo tal crisis que la cicatriz de una de las operaciones se le abri¨® de arriba a abajo, desde el cuello al vientre. Tuvo hemorragias constantes durante meses. Perdi¨® 32 kilogramos de peso y tuvo consciencia de que se mor¨ªa. "As¨ª que decid¨ª cambiar de mundo viendo algo agradable y me fui a M¨¢laga, a la Carihuela. Entonces era un peque?o puerto de pescadores. Al cabo de un tiempo me reconoci¨® un alem¨¢n que viv¨ªa all¨ª y me internaron en un hospital, donde me operaron y me salvaron la vida".
A trav¨¦s del c¨®nsul de Alemania en M¨¢laga, Johan Hoffinan, lleg¨® hasta Jos¨¦ Antonio Gir¨®n. Fue la persona que le ayud¨® a seguir huido.
El ministro franquista le busc¨® un lugar tranquilo. Una finca enorme de unos industriales castellanos en una zona pr¨®xima al pueblo sevillano de Constantina. "Iba con frecuencia al pueblo y pasaba siempre delante de una tienda regentada por una anciana a la que con el tiempo llegu¨¦ a conocer muy bien: Matilde Ram¨ªrez Reina. Al poco tiempo ella me adopt¨®. Los tribunales belgas me hab¨ªan privado de todos los derechos y me ha b¨ªan equiparado a un menor. El juzgado de Cazalla de la Sierra tuvo esto en cuenta y aprob¨® mi adopci¨®n. A mis 53 a?os. Soy hijo de aquella buena mujer, aunque para entonces mis seis hijos ha b¨ªan empezado a darme los primeros doce nietos".
Le¨®n Degrelle pas¨® a convertir se a los ojos de la justicia espa?ola en Le¨®n Ram¨ªrez Reina, espa?ol de Constantina, donde lleg¨® a tener una calle. Ense?a al periodista el carn¨¦ de indentidad espa?ol.
El pulso y la inspiraci¨®n
En las paredes de su impresio nante despacho est¨¢n colgadas las banderas de las compa?¨ªas de la Waffen Division SS, de la que lleg¨® a ser general, y las dos bande ras del Movimiento Rexista Belga (fascista) que ¨¦l fundara antes de la segunda guerra mundial. Sobre un peque?o plato de cobre coloca do encima de un peque?o arc¨®n tambi¨¦n de madera noble est¨¢ a la vista el gran Collar de Ritterbreuz.
Aparentemente no disfruta de protecci¨®n policial. El paso es franco hasta el octavo piso de la finca. El mismo abre la puerta al periodista, aunque la cita estaba acordada, y durante las tres horas y media de charla la casa permanece silenciosa y aparentemente deshabitada. Le¨®n Degrelle pasea por su despacho durante todo el tiempo de la conversaci¨®n. Habla con una potencia y una rapidez atronadoras y lleva el peso de la conversaci¨®n, porque apenas deja intervenir.
Con una lucidez extraordinaria, evita en lo que le es posible los hechos y las fechas concretas en beneficio de las grandes citas filos¨®ficas o teorizantes, o para recordar pasajes de sus libros o de las memorias que est¨¢ escribiendo: "...A nosotros, los supervivientes de la cruzada europea contra el comunismo sovi¨¦tico, los ex combatientes del frente del Este, desgarrados por las heridas, abrumados por los lutos, consumidos por las penas, ?qu¨¦ derechos nos quedan todav¨ªa? Somos unos muertos, con piernas, con brazos, con respiraci¨®n. Pero muertos...". O para pontificar sobre el fascimo: "No creo en esa palabra. La repudio. Yo hablo de nacional socialismo porque es un concepto mundial. Fascismo es un concepto italiano solamente". O sobre el socialismo: "Mi socialismo es el socialismo en colaboraci¨®n con los que tienen el capital. Sin el capital no hay sueldos y sin trabajo no hay f¨¢bricas. Yo nunca quise conquistar el poder, sino que busqu¨¦ que la gente, el pueblo, me lo entregase".
Ha contratado con una importante multinacional norteamericana la publicaci¨®n de sus memorias. Ser¨¢n catorce vol¨²menes, catorce videocasetes y catorce pel¨ªculas. Los editores le han puesto fechas de entrega. "Con el dinero se acaban para siempre mis penurias econ¨®micas, aunque siempre he sido poco gastador". As¨ª que tiene que entregar un libro cada cuatro meses.
Escribe a mano, con rotulador negro, en cuadernos grandes de anillas, que va depositando unos encima de otros a medida que est¨¢n llenos. "El pulso de la mano es lo que mejor refleja la inspirac¨ª¨®n", dice. Comienza a las siete de la ma?ana y levanta el trabajo por la noche. All¨ª est¨¢ todo. Desde su nacimiento, en Bouillon (patria de Godofredo de Bouillon, uno de los primeros cruzados), en una familia de ocho hermanos, hasta su precocidad en todo. A los quince a?os hab¨ªa escrito una novela y un libro pol¨ªtico; a los veinte, cinco libros, y a los veinticinco dirig¨ªa varios peri¨®dicos, algunos de los cuales lleg¨® a poseer. A los treinta (en 1936), ya con el Movimiento Rexista (fascista) fundado hace alg¨²n tiempo, consigui¨® meter en el parlamento belga a 32 diputados.
En las memorias se cuenta su encuentro con Franco, en la guerra civil espa?ola, y hay un ep¨ªgrafe en el que relata una conversaci¨®n entre los dos personajes: "Yo le dijo a Franco que la guerra estaba resultando muy larga y por lo tanto muy costosa, a lo que me respondi¨® que ocho siglos hab¨ªan tardado sus antecesores en la Reconquista. La verdad es que nunca tuve confianza con Franco. Llegu¨¦ incluso a votar, ya como espa?ol, en su contra en el refer¨¦ndum de la Ley de Sucesi¨®n. A quien de verdad yo admir¨¦ fue a Serrano Su?er. Luego, en los siguientes 45 a?os, con el paso del tiempo tuve relaciones de todo tipo con gente como Gir¨®n, el doctor Mara?¨®n, Ridruejo, La¨ªn Entralgo, Rof Carballo, Coss¨ªo, Sope?a, De la Serna, Mayalde, Carrero Blanco, etc¨¦tera. A estos dos ¨²ltimos les regal¨¦ un cuadro valioso a cada uno. Fui amigo de Fraga y tambi¨¦n, mucho, de Blas Pi?ar. Siempre le dije a Blas que se equivocaba, que no se pod¨ªa ser notario y pol¨ªtico. Mont¨® un partido en torno a una clase social rica o muy rica. Por eso fracas¨®".
Unido con Hitler hasta el final del mundo
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