Para que Espa?a funcione
El resultado de las elecciones generales equivale a lo que los anglosajones denominan un landslide, un aut¨¦ntico corrimiento de tierras que de forma s¨²bita, casi tel¨²ricamente, ha modificado el anterior paisaje pol¨ªtico. Por primera vez en nuestra historia, una sola formaci¨®n parlamentaria, sin coaliciones, logra la mayor¨ªa absoluta para legislar y gobernar durante un cuatrienio completo. La ocasi¨®n viene marcada adem¨¢s por la circunstancia verdaderamente ¨²nica de que tanto en las preocupaciones popularmente m¨¢s sentidas, como en la expresi¨®n de las fuerzas pol¨ªticas en presencia a lo largo del amplio per¨ªodo electoral, las demandas y las ofertas se centraron por igual en c¨®mo lograr un mejor funcionamiento del sistema sociopol¨ªtico en que nos hallamos inmersos.En efecto, nadie plante¨® cambiar el actual sistema mixto, sino dinamizarlo. El prop¨®sito com¨²n, aunque ciertamente realizable de muy distinta forma, se manifest¨® en la aspiraci¨®n de mejorar la coexistencia de una actividad privada predominante, pero deprimida, con un sector p¨²blico de cierta envergadura, pero mal organizado y peor gestionado. Y todo ello en un marco institucional frente al cual los ciudadanos hacen valer un voluminoso pliego de cargos por las ineficiencias, negligencias, derroches y abusos de la m¨¢s variada catalogaci¨®n que le caracterizan. El panorama as¨ª esbozado se completa con las cuestiones de pol¨ªtica exterior m¨¢s urgentes: la OTAN, Gibraltar y la CEE, sin olvidar la cooperaci¨®n m¨¢s estrecha con una Hispanoam¨¦rica en crisis profunda en la mayor¨ªa de sus pa¨ªses.
Socializar el Estado, nacionalizar la naci¨®n
En medio de tal situaci¨®n, ?qu¨¦ se necesita para que Espa?a funcione, para promover de modo efectivo la modernizaci¨®n del Estado y culminar la democratizaci¨®n profunda de la sociedad? Sinceramente, no cabe recurrir al t¨®pico -tantas veces utilizado en otras latitudes- de que lo deseable ser¨ªa hacer una especie de Espa?a, SA. Sencillamente, porque siendo cierto que pueden y deben alcanzarse niveles mucho m¨¢s altos de eficacia, y dinamismo en la econom¨ªa, y siendo acuciante mejorar la Administraci¨®n p¨²blica, la f¨®rmula a aplicar no tiene por qu¨¦ ser un¨ªvocamente la de un esquema empresarial. Hay bastantes m¨¢s cosas a tomar en cuenta. En varias ocasiones as¨ª lo he subrayado y lo he intentado sintetizar con la proposici¨®n de socializar el Estado, en vez de estatificar la sociedad, y nacionalizar la naci¨®n, para que ¨¦sta no se disgregue en provecho de los menos.
Socializar el Estado equivale a ponerlo al servicio de la sociedad, evit¨¢ndose as¨ª que la panoplia de sus poderes se instrumentalice por unos pocos grupos de presi¨®n, castas burocr¨¢ticas y conglomerados transnacionales cuyos afanes no se corresponden precisamente con los intereses generales. Nacionalizar la naci¨®n de forma progresiva podr¨ªa convertir en realidad la idea de que las cosas van a decidirse libre y democr¨¢ticamente, y que de ese modo, la naci¨®n no ser¨¢ un mero concepto abstracto para proclamas y discursos, sino un empe?o com¨²n traducible en que todos hemos de disfrutar de unos derechos, cumplir con nuestras obligaciones y hacer honor a las responsabilidades asumidas.
El ¨²nico pacto posible
Concretamente, para que Espa?a funcione ser¨¢ indispensable una larga serie de reajustes. Pero por mucha que sea la vastedad de las medidas que se adopten desde el nuevo Gobierno, no hay por qu¨¦ sentirse abrumados. Siendo bastante serios nuestros problemas, y graves no pocos de ellos, en t¨¦rminos generales el pa¨ªs dispone comparativamente, de una acumulaci¨®n considerable de capital social, en forma de poblaci¨®n, recursos, esp¨ªritu de empresa, infraestructuras p¨²blicas, descentralizaci¨®n de poderes en el Estado de autonom¨ªas, etc¨¦tera. Potenciando todos esos activos, con los debidos retoques y est¨ªmulos, puede hacerse funcionar mucho m¨¢s eficazmente al sistema en su conjunto, hasta transformarlo en algo globalmente nuevo.
En el amplio frente de innovaciones que tenemos ante nosotros, el primero de los cambios importantes, y por el cual la gente va a empezar a juzgar casi todo, es el de las personas. No basta con que haya nuevos ministros. Porque no habr¨¢ un verdadero ambiente de cambio en lo esencial ni Espa?a funcionar¨¢ mejor si al frente y en los engranajes de algunas instituciones b¨¢sicas siguen los mismos que hasta ahora no hicieron sino medrar y obstruir.
Un pa¨ªs como Espa?a, para salir de la laber¨ªntica y atirantada situaci¨®n en que se encuentra, no necesita hoy de ninguna Campana de Huesca ni de ning¨²n efecto O'Reilly (por el trato que el primer gobernador espa?ol de Luisiana dio a los levantiscos latifundistas franceses). Los tiempos para tan draconianas actuaciones quedaron definitivamente atr¨¢s. Sin embargo, para adentrarnos en la democracia avanzada no cabe seguir tolerando viejas prebendas en favor de personajes tan fatuos como in¨²tiles. Como tampoco deber¨ªa mantenerse ninguna equivocada condescendencia para falsos prestigios que con tanta desenvoltura acumularon error tras error y fracaso tras fracaso, sin por ello ser removidos de la direcci¨®n de asuntos bien importantes.
El ¨²nico pacto que el nuevo Gobierno deber¨ªa hacer -y as¨ª lo dije en Televisi¨®n Espa?ola la madrugada del 29 de octubre- debe ser con la naci¨®n. Habr¨ªa que prestar la m¨¢xima atenci¨®n a los dem¨¢s pactismos, puesto que en muchos casos, habida cuenta del panorama todav¨ªa actual, podr¨ªan equivaler a la perpetuaci¨®n de inepcias, ineficiencias e inercias del inmediato, y no tan inmediato, pasado.
El peligroso 'hay mucho tiempo'
M¨¢s diligencia si cabe, m¨¢s prontitud a¨²n en la decisi¨®n, es necesaria para con las Administraciones p¨²blicas en sentido estricto. Lo que no se haga, o por lo menos lo que no se empiece a hacer seriamente en los primeros cien d¨ªas -con todo lo que de simb¨®lico tiene ese plazo-, dif¨ªcilmente podr¨¢ abordarse luego. El lema inquietante de hay mucho tiempo, tantas veces escuchado en Francia en 1981, ser¨ªa entre nosotros una invitaci¨®n a que casi todo siguiese igual, con las vetustas querencias, los malos h¨¢bitos, las corruptelas; con el bajo rendimiento social y el autoritarismo solapado.
Si se va a trabajar para que Espa?a funcione, habr¨¢ de actuarse con energ¨ªa en todo el segmento de los entes de la Administraci¨®n, cuyas mediocres prestaciones hoy sufren un sinn¨²mero de ciudadanos: el INEM, que tarda meses en empezar a pagar a los nuevos parados, que no es capaz de dinamizar el poco empleo que existe y que, desde luego, no sabe promover nuevas actividades laborales; la Seguridad Social, que con tantos millones de afectados contin¨²a siendo una jungla administrativa, un pozo sin fondo de gasto y una medicina para pobres; la ense?anza, convertida en instrumento alargador de una poco imaginativa adolescencia forzosa, hasta llegar a una universidad que de alma mater ha pasado a ser la mayor f¨¢brica de parados.
Menci¨®n aparte merecen la investigaci¨®n, la justicia y los cuerpos de seguridad. La investigaci¨®n, hoy constre?ida a unos cauces obsoletos en el CSIC y con escasos vuelos en la universidad -con todas las honrosas excepciones que se quiera- merece una atenci¨®n efectiva, con mucho m¨¢s sentido com¨²n que hasta ahora.
La justicia, lenta, medieval en su concepci¨®n, alienada en su ejecuci¨®n y con casi infinitos recovecos para dilaciones de leguleyo, debe ser reformada a fondo si se aspira a lograr una confianza generalizada en las leyes.
Por fin, los cuerpos de seguridad que han experimentado indudables avances en su funcionamiento contra el terrorismo y el golpismo, y por tanto en sus actitudes respecto de la democracia, a¨²n necesita de importantes mejoras.
La organizaci¨®n de la defensa habr¨¢ de comportar asimismo notables reajustes a trav¨¦s de una reforma militar que permita que contemos con un ej¨¦rcito de disuasi¨®n y no de guarnici¨®n; con una fuerza nacional que no sea mero ap¨¦ndice del esquema log¨ªstico de ninguna superpotencia. Es idea hoy muy extendida entre los espa?oles que los ej¨¦rcitos habr¨¢n de valorarse cada vez m¨¢s en la perspectiva de la paz, y no como una fuerza de choque ancilar para ning¨²n bloque militar supranacional. Y sin duda ser¨¢ m¨¢s dem¨®cr¨¢tico un ej¨¦rcito que, siendo menor en su n¨²mero de hombres, est¨¦ mejor organizado y equipado y que funcione como brazo armado de la naci¨®n y como escuela de democracia.
Mercado, planificaci¨®n y orgullo nacional
?Y qu¨¦ hacer para dinamizar el sector privado? En el programa electoral del PSOE hay referencias a la nacionalizaci¨®n de la red el¨¦ctrica de alta tensi¨®n y al mejor control del cr¨¦dito desde el instituto emisor (("para qu¨¦ nacionalizar la banca privada si vamos a tener el Banco de Espa?a?"), al tiempo que se anuncia una mayor atenci¨®n a las pymes, etc¨¦tera. Como tambi¨¦n hay previsiones de mayor flexibilidad para la contrataci¨®n temporal y a tiempo parcial.
Todo eso est¨¢ en la l¨ªnea de los tiempos. Pero, sinceramente, creo que ser¨¢ preciso un enfoque global, a¨²n no formulado con suficiente precisi¨®n, en el sentido de operativizar la mezcla mercado/planificaci¨®n. Habr¨¢ de crearse el horizonte que permita combinar el esfuerzo de todas las fuerzas econ¨®micas y sociales en un rumbo conjunto, a fin de generar la animaci¨®n necesaria que posibilite un desarrollo interno, compensatorio de tanta desgracia exterior, como nos rodea. Ir reduciendo la incertidumbre, coordinar las iniciativas y crear una nueva confianza es. esencial para ello.
?Para que Espa?a funcione? Hacer uso del entusiasmo despertado por el 28 de octubre, y hacerlo pronto. Crear las bases de un nuevo esp¨ªritu para que, como dijo el Rey en 1981, todos sintamos el orgullo de ser espa?oles. Es la hora de la moralizaci¨®n, del regeneracionismo; tambi¨¦n de la imaginaci¨®n y de la creatividad.
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