La desmoralizaci¨®n de los m¨¦dicos
En este momento de inicio de? cambio, en el que puede parecer que el principal problema de la sanidad espa?ola reside en la dedicaci¨®n de los m¨¦dicos, puede ser ¨²til aportar, desde dentro de la vida hospitalaria, datos que permitan una visi¨®n menos miope. Hay m¨¦dicos corruptos, como hay funcionarios, cl¨¦rigos y responsables pol¨ªticos corruptos, pero no son todos as¨ª, ni es ello lo m¨¢s importante.Tenemos en Espa?a una red hospitalaria p¨²blica bastante completa, suficientemente equipada y bien dotada de personal cuya creciente eficacia ha acercado, en pocos a?os, el nivel de nuestra medicina al de las de otros pa¨ªses industrializados. Con todas sus numerosas' deficiencias no se puede negar que nuestros hospitales son lo mejor del sistema sanitario actual. Una asistencia primaria (ambulatorios) muchas veces detestable y una secular desconfianza en los hospitales (que Por algo se llaman residencias) han alentado el desarrollo paralelo de la pr¨¢ctica privada y de los seguros libres, pero, con contadas y honrosas excepciones, es en los centros de la red hospitalaria p¨²blica donde se resuelven, a veces con gran calidad, la mayor¨ªa de los problemas m¨¦dicos- complicados del pa¨ªs. Casi nunca se opera uno del coraz¨®n o de un tumor cerebral, o se saca adelante un prematuro de poco m¨¢s de un kilo de peso fuera de ellos y, dada la complejidad creciente y el precio enorme de estos cuidados, es inevitable que all¨ª se contin¨²en concentrando.
Crisis de desesperanza
Pero nada de todo esto es posible sin el m¨¦dico y ¨¦ste vive hoy una crisis grave de desesperanza y escepticismo que afectan a su rendimiento y minan su moral. Las causas de esta crisis son varias, pero pueden sintetizarse as¨ª: ausencia de incentivos econ¨®micos, carencia de est¨ªmulos- profesionales y pobreza de est¨ªmulos cient¨ªficos. Analicemos cada una de estas causas:
1. Ausencia de incentivos econ¨®micos: la profesi¨®n de m¨¦dico ha dejado, hace tiempo, de ser muy remuneradora. Hay, por supuesto, cientos de ilustres colegas que ganan mucho dinero, pero el lector debe saber que ello no ocurre nunca dentro del hospital y que una buena proporci¨®n de los que trabajamos all¨ª vivimos ¨²nicamente de nuestro sueldo o aspiramos a ello. Conviene saber tambi¨¦n que nuestra remuneraci¨®n es baja y que es, adem¨¢s, cada vez m¨¢s baja. Sus incrementos anuales, que la Administraci¨®n no negocia con nosotros, sino que nos impone, son tan parcos que, en los ¨²ltimos diez a?os, hemos visto roer por la inflaci¨®n m¨¢s del 50% de nuestro poder adquisitivo. Quien le va a operar del coraz¨®n, o a atenderle a la hora del parto o del infarto, querido lector, gana en la mayor¨ªa de los casos 80.000 o 90.000 pesetas al mes y cobra por sus horas de guardia menos que un mec¨¢nico o un fontanero. La carencia de incentivo econ¨®mico es, no se puede dudar, la causa mayor del pluriempleo m¨¦dico y de la tan temida privatizaci¨®n que continuar¨¢n desgraciadamente en auge, quiera o no nuestro nuevo Gobierno, si no se comprende tan elemental principio. P¨¢guese mal a un piloto de l¨ªnea, a un funcionario o a un militar y ya se sabe lo que puede pasar o lo que pasa.
2. Carencia de est¨ªmulos profesionales: a¨²n con tan deficiente paga, podr¨ªa esperarse que el m¨¦dico trabajara contento y con eficacia ante la esperanza de progresar en su carrera -profesional y ejerciendo sus responsabilidadescon medios adecuados rodeado del cari?o y el respeto de una sociedad que cree y conf¨ªa en ¨¦l. Pero tampoco hay tal. Las condiciones de trabajo no son precisamente estimulantes:
En primer lugar, un sistema jer¨¢rquico muy a la espa?ola en el que prima la seguridad en el empleo sobre la eficacia en su desempe?o (todas las plazas son vitalicias), junto a la rapidez con que se ha creado la red hospitalaria, han bloqueado las plantillas para muchos a?os con personal joven. Algo as¨ª como un ej¨¦rcito en el que los empleos de capit¨¢n o de comandante fueran vitalicios y en el que no hubiera sino remot¨ªsimas probabilidades de ascenso. En cualquier profesi¨®n, lo que son tareas gratas y buscadas a los veinticinco a?os pueden convertirse en rutina a los 35 y en carga insoportable a los 45. No se puede mantener eficacia y rendimiento sin posibilidad de promoci¨®n, y este es -?ay!- un problema ya casi insoluble aqu¨ª.
En segundo lugar, la inaudita inseguridad jur¨ªdica propiciada por la incompetente gesti¨®n de nuestros administradores que arbitrariamente se han saltado cada d¨ªa las leyes y sus propios reglamentos obligando a los m¨¦dicos a desenvolverse sin saber ma?ana c¨®mo van a trabajar, cu¨¢nto les van a pagar o cu¨¢l es su techo profesional.
En tercer lugar, material que con tanta largueza se compr¨® en a?os de euforia econ¨®mica y que est¨¢ envejeciendo no puede actualizarse hoy por una miope pol¨ªtica de indiscriminada econom¨ªa, lo que obligar¨¢ en un futuro ya cercano a disminuir la calidad de las prestaciones.
Por ¨²ltimo, y ello es m¨¢s trascendente, el m¨¦dico se est¨¢ desmotivando como consecuencia de su decreciente prestigio ante la sociedad. Contra nuestra profesi¨®n se arremete f¨¢cilmente, y a veces con raz¨®n, pero se olvida con frecuencia que somos m¨¢s v¨ªctimas que autores de los esc¨¢ndalos e insuficiencias que se airean en la Prensa.
Falta de motivaciones
3. Falta de est¨ªmulos cient¨ªficos: a este profesional mal pagado, y poco mimado por la sociedad y la Administraci¨®n es dif¨ªcil pedirle que m antenga como motor principal de su labor la llama del inter¨¦s cient¨ªfico. Por esta v¨ªa puede llegarse a ganar prestigio entre los colegas de nuestro pa¨ªs y hasta entre los de otros, pero nuestro sistema burocr¨¢tico y poco imaginativo permite dif¨ªcilmente que un profesional brillante se destaque de los dem¨¢s. Y ello porque la Administraci¨®n ni tiene objetivos prioritarios de desarrollo cient¨ªfico ni podr¨ªa, si los tuviera, cubrirlos f¨¢cilmente. Si, pongamos por caso, se decidiera que hay que incrementar el n¨²mero de trasplantes de ¨®rganos, resultar¨ªa dificil estimular a nuevos equipos para ello, pues no est¨¢ previsto sistema alguno de compensaci¨®n para las esclavitudes resultantes de esta dedicaci¨®n. Alguien tiene que decidir alg¨²n d¨ªa en la cumbre de nuestra sanidad cu¨¢les son los objetivos cient¨ªficos y asistenciales a corto y largo plazo y primarios con incentivos materiales, de equipamiento y de dotaci¨®n personal para que haya alguien que desee desarrollarlos. Hoy d¨ªa es.poco rentable esforzarse para ofrecer trabajo de calidad cuando no va a haber recompensa alguna por ello. Nadie puede extra?arse de que un gris general sea el tono ambiental dominante en muchos servicios hospitalarios.
Tenemos ya nuevos dirigentes sanitarios. Les deseamos menos mutaciones y una labor m¨¢s seguida que la de sus predecesores.
Sabemos que van a tener ingentes dificultades para terminar con una asistencia primaria tercermundista, una grave situaci¨®n de tesorer¨ªa y focos nauseabundos de corrupci¨®n y despilfarro. Muchos esperamos con ilusi¨®n y esperanza que el cambio deseado afecte tambi¨¦n a nuestros hospitales y estamos dispuetos a movilizarnos para ello. Pero, por favor, t¨¦nganse,en cuenta estas realidades que hemos intentado resumir a la hora de hacer el cambio.
H¨¢gase en buena hora un control estricto del cumplimiento de los horarios y de las incompatibilidades, pero no se piense que con ello se hace otra cosa que un control de cantidad, no de calidad. Prop¨ªciese este, que no es tan dif¨ªcil. Por el mundo hay muchos ejemplos de c¨®mo se hace. Redistrib¨²yase el presupuesto sanitario, ah¨®rrese, corr¨ªjanse los despilfarros, pero no se piense, por favor, que desequipando los hospitales o empobreciendo a los profesionales se arreglar¨¢ nada. Moral¨ªcese la sanidad exigiendo el cumplimiento de su deber a los m¨¦dicos... y a todos los dem¨¢s, empezando por la Administraci¨®n.
C¨²mplanse o c¨¢mbiense leyes y reglamentos cuando haga falta, pero, por favor, no se olviden en ello de que hay que hacer rentable, material, espiritual y socialmente, ser un profesional dedicado, eficaz y creativo. Es la ¨²nica v¨ªa por la que se puede mantener un alto nivel en nuestra medicina hospitalaria. Recuerden que es la ¨²nica que tenemos.
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