Una gran conquista pendiente
Fernando Arrabal, novelista ahora con Premio Nadal, autor de teatro continuo, tiene la admiraci¨®n mundial y unos sucesivos rechazos en Espa?a. Es una contradicci¨®n bastante frecuente. Lo primero que hay que dejar sentado es que un ¨¦xito mundial que va desde -y simult¨¢neamente- los teatros de bolsillo, las cuevecillas l¨®bregas donde se ensayan las nuevas formas ante los fan¨¢ticos de la vanguardia a la entrada de la Comedie Fran?aise, no se consigue con trampas, supercher¨ªas o astucias, sino a base de unos valores determinados y reales. Hubo tambi¨¦n un largo tiempo en el que la prudencia y el conservadurismo espa?ol, que son mucho m¨¢s amplios de lo que parece, dijeron lo mismo de Picasso: que era una trampa. La verdad es que Arrabal ha roto el teatro de una forma como no lo ha roto nadie en el mundo, como Picasso rompi¨® la pintura. Con la diferencia de que Picasso abri¨® caminos para otros, descubri¨® sistemas que otros pod¨ªan aprovechar, y Arrabal, por ahora, va solo por su propio camino.?Por qu¨¦ ha sido rechazado con violencia? En primer lugar, porque crea una incomodidad. La cre¨® en un teatro de experimentaci¨®n -Dido, dirigido por Josefina S¨¢nchez Pedre?o- en su primer estreno, El triciclo: cuenta la leyenda que fue ese fracaso el que le impuls¨® a marcharse a Par¨ªs. Fue una sensatez. La ha creado en el teatro comercial con El cementerio de autom¨®viles, que simplemente no tuvo espectadores. En alg¨²n caso ha sido su propia intemperencia y los consejos de supuestos amigos con intereses propios los que han impedido una entrada mayor en el teatro espa?ol: El arquitecto y el emperador de Asiria, retirado por Arrabal aludiendo a infidelidades de montaje. Tuvo m¨¢s penetraci¨®n con Oye, patria, mi aflicci¨®n -t¨ªtulo singularmente expresivo-, que, sin embargo, por razones secundarias, no fue la explosi¨®n que desde siempire se espera como se?al de que Arrabal ha llegado a Espa?a. Naturalmente que la censura y el franquismo -Arrabal a?ade: y el comunismo, y los estalinistas, y los castristas...- han tenido su parte trascendental en todo ello. Pero no suficiente.
La provocaci¨®n
Hay que considerar, buscando motivos, algunos datos de este teatro. Uno de ellos es que en el mundo deslumbra una concepci¨®n de Espa?a que Espa?a misma se resiste a admitir: cierto descoyuntamiento sexual, cierto sentido de la sangre y la muerte, cierta angustia de ser espa?ol llevada al paroxismo. No quiero decir que no sea real, ni que sea una Espa?a para extranjeros: est¨¢ tan claro que Arrabal siente lo que escribe, y que est¨¢n una l¨ªnea castiza de escritura, que no se le puede acusar de falsearla para el ¨¦xito. Pero s¨ª parece que aqu¨ª hay una especie de angustia de esa angustia, de miedo de ese miedo. Por otra parte, hay una considerable falta de preparaci¨®n.
Sobre un p¨²blico de Par¨ªs, por ejemplo, la rotura de Arrabal, aun siendo rotura verdadera, viene como una especie de gradaci¨®n, a la que han colaborado personajes de tanta importanacia como Ionesco y Beckett, y otros menores, como Sheahad¨¦, o escritores totales como Boris Vian. Esa gradaci¨®n, por una labor tenaz de centros anticulturales perpetuos que van desde la Inquisici¨®n a la censura de Arias Salgado, con la brev¨ªsima e insegura apertura republicana, no ha existido. Dicho de otra manera, la provocaci¨®n de Arrabal necesita un p¨²blico dispuesto a dejarse provocar, a recibir la provocaci¨®n, y aqu¨ª la manipulaci¨®n del espectador y la mecanizaci¨®n del teatro no lo han permitido nunca. Lo que en capitales europeas o americanas es un esc¨¢ndalo -incluyendo las pol¨¦micas acres, los enfrentamientos, las discusiones-, en Espa?a rebota sobre el colch¨®n sordo de la incomprensi¨®n.
No parece que este gran libertario haya respondido con una cierta comprensi¨®n a la incomprensi¨®n que tan abundante y variadamente se le ha tributado. Su furia se ha montado a veces contra quienes no eran sus enemigos profundos. No ha comprendido bien que si Espa?a le rechaza es porque precisamente es como ¨¦l la describe.
Lo que s¨ª parece -por sus declaraciones al recibir el Premio Nadal- es que entiende perfectamente que su inserci¨®n puede ser, que no es una imposibilidad definitiva y que va a integrarse en Espa?a como un escritor espa?ol. Integrarse no puede tener en este caso el valor peyorativo que ¨¦l mismo da a los integrados. Integrarse es tambi¨¦n, o sobre todo, protestar, denunciar, acusar: romper.
La obra no teatral de Arrabal, dejando aparte los panfletos pol¨ªticos, presenta una escritura tersa, de un claro barroquismo. -si esta aparente paradoja sirve-, de un vocabulario rico y sorprendente. Baal Babil¨®nia es una autobiografia de un alto nivel creador.
Ser¨¢ enriquecedor para todos que Arrabal escriba sobre Espa?a desde Espa?a, que tenga aqu¨ª su sistema de pesos y medidas, que sepa bien c¨®mo puede ayudarnos a todos los que necesitamos una vivificaci¨®n de la literatura y una nueva dimensi¨®n del teatro. El Premio Nadal seguramente ha coronado una novela importante, pero si adem¨¢s sirve para que Arrabal pueda entrar en mejor contacto con los espa?oles sin doblegar su prosa y su di¨¢logo, habr¨¢ realizado una gran conquista pendiente.
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