Locos por el 'jazz' en una semana de ejercicios musicales
Despu¨¦s de Barcelona, el Taller de M¨²sicos se traslada a Madrid, durante una semana
Son las seis de una tarde de invierno, a pocos metros de los extensos arenales de Castelldefels. En el exterior puede o¨ªrse el rumor sordo de las aguas rompiendo en una playa muy suave, pero dentro del edificio, el fondo sonoro lo constituyen las dos horas, de seis a ocho, dedicadas a trabajar en combo.Es el tiempo docente m¨¢s esperado del d¨ªa. "Mira, una de las cosas que m¨¢s me interesan del seminario es estar rodeado de gente con quien puedes tocar buena parte del d¨ªa y de la noche". Xavier extrae de una carpeta verde una docena larga de partituras. "He estado alg¨²n tiempo trabajando unos arreglos para ese tema, y Steve me ha dicho que lo ensayaremos con la big band'. Est¨¢n funcio nando simult¨¢neamente en diferentes salas hasta ocho combos con profesor; el n¨²mero de m¨²si cos por grupo oscila entre cuatro y siete. La discoteca del hotel donde tiene lugar la escena todav¨ªa muestra huellas de la reciente Noche vieja. Sobre los espejos que sirven de tel¨®n de fondo a la pista, guirnaldas de papel verde, malva, pla ta y oro conforman una infrecuente leyenda: "Exitos 83". En esta improvisada aula magna, Claudio Roditi escatea una samba. No tiene una trompeta en las manos, sino que se halla frente a los timbales. La clase prosigue percutiendo con sus u?as sobre el cencerro otro ritmo brasileiro. "Como pueden ver, en la samba, el ritmo sigue a la melod¨ªa, ¨¦sta es quien lo determina. Justamente al rev¨¦s de lo que sucede con la m¨²sica afrocubana, donde quien manda es el ritmo. Esas son las cosas que quiero que aprendan. Esos detalles ¨²tiles me interesan mucho m¨¢s que ensayar un tema nuevo de Chick Corea".
Cuando llega el rnomento de la cena, m¨¢s de la tercera parte de los inscritos en el curso a¨²n est¨¢n agarrados a su instrumento. No paran. El ¨¢gape es, involuntaria mente frugal, pero la hartura que llevan de m¨²sica les mantiene. "Yo soy de Donostia, y me vine a la zona de Tarragona har¨¢ unos seis meses. S¨ª, he estudiado cl¨¢sicos pero no s¨¦ c¨®mo me dio la vena del jazz. Estoy colgado con eso. Tien
una vitalidad tremenda". Este no es el ¨²nico representante norte?o. Ah¨ª est¨¢n los decanos de la histo ria esa del seminario. Rafael es un estomat¨®logo painiplonica que junto a Charo, su inujer, ha asistido a las tres ediciones celebradas hasta el momento. Los dos formados en la m¨²sica cl¨¢sica, se erigen desde hace a?os como animadores b¨¢sicos del ambiente de sus amores en la capital de Navarra. No faltan los festivales europeos cada a?o ni los contactos conjazzadictos de todo el pa¨ªs, como tampoco puede faltarse al seminario del Taller de M¨²sica. Contra lo que pudiera presuponerse por el ambiente que se respira en el colectivo a lo largo del d¨ªa, en las mesas se habla de algo m¨¢s que de m¨²sica. Por ejemplo, son temas de charla la pureza de sangre nacional de los distintos partidos pol¨ªticos catalanes o la peligrosidad de las calles de R¨ªo durante la noche.
Los cinco m¨²sicos que han venido a impartir el curso est¨¢n instal¨¢ndose en el sal¨®n principal. Despu¨¦s de haber comenzado la jornada trece horas antes, ahora es cuando tienen m¨¢s ganas de tocar. La nocturnidad manifiesta, las copas acumuladas, la organizaci¨®n descontrolada; en pocas palabras lajamm nuestra de cada d¨ªa. Otros ya han ocupado el aula-discoteca, donde no parar¨¢ de hacerse m¨²sica hasta pasadas las tres de la madrugada. Algunos se distribuyen en parejas o tr¨ªos en las salas con piano para trabajar alg¨²n arreglo de la big band o liarse en lo que m¨¢s les apetece. Por ¨²ltimo, unas treinta personas se citan en el escenario de lajamm principal para escuchar, beber y charlar. Ron McCIure est¨¢ indudablemente brillante; Dave Schnitter, travieso, imprevisible, pirado, no puede mantener el fuego de la noche anterior, cuando se dedic¨® a agotar ¨¦l solito media docena de secciones r¨ªtmicas; Roditi toca con ganas, puesto, pero poco despu¨¦s de medianoche le entra la derrota. Sin embargo, hacia las dos sigue la luz prendida en varias aulas y hay gente que sigue tocando. No obstante, pasadas las tres, la tribu afincada en la discoteca segu¨ªa marcando pulso funky...
Los redobles de tambor de Santi Sarraute, un chaval de unos diez a?os que va para bater¨ªa de rock, sacan al personal de la cama. El a?o anterior la gente era expulsada del nirvana a toque de trompeta. Vaya usted a saber qu¨¦ es peor. Una curiosa incidencia extramusical para comenzarla jornada. Durante la noche ha desaparecido el BMW de Rafael y Charo. Poco despu¨¦s, se encuentra.
Entre nueve y once, clases de instrumento (los bajistas encantados de McCIure), y entre una y once, te¨®rica, armon¨ªa, arreglos y similares. Nadie se matricul¨® con el raro ¨¢nimo de aprender instrumento en siete d¨ªas, pero todos constatan la utilidad que tiene penetrar en poco tiempo los trucos y resultados a que otros han llegado tras much¨ªsimas horas de trabajo.
Steve Brown se responsabiliza por segundo a?o de coordinar el seminario y se encarga por vez primera de preparar la big band, algo as¨ª como la s¨ªntesis material del trabajo que se har¨¢ en el seminario. Tiene ante s¨ª una banda de quince elementos: seis m¨²sicos profesionales (aunque, por ejemplo, en lugar de sentarse ante el piano, Mario Lacares interviene aqu¨ª como trombonista) y nueve estudiantes aventajados. Steve es un tipo que trabaja sin descanso y disfruta haci¨¦ndolo. Antes de atacar un tema se canta la partitura completa, espolvore¨¢ndola aqu¨ª y all¨¢ de pertinentes observaciones. "Yo les estoy dando todo lo que puedo. Por favor, devu¨¦lvanme mi esfuerzo con su energ¨ªa. Necesito su energ¨ªa para sentir que estamos trabajando bien. Vac¨ªense, se lo pido por favor". Sabe, sabe, ese hombre sabe tratar a m¨²sicos, sabe ense?ar m¨²sica. Su demanda quiz¨¢ no hubiera tenido que plantearla de efectuarse el ensayo a cualquier otra hora del d¨ªa. Pero entre las cuatro y las seis de la tarde se producen las horas bajas de la gran mayor¨ªa del colectivo. Por lo dem¨¢s es l¨®gico que las tengan en alg¨²n momento, ya que lo usual es ver que no paran de tocar y tocar. Son unos verdaderos posesos, un pu?ado de locos por la m¨²sica. Francesc Burrull se llega cada tarde hasta Castelldefels para tocar el piano en la big band. "Con eso del jazz", dice, "no se puede dar de comer, vestir y todo lo dem¨¢s a una mujer, cuatro hijos y una suegra, pero no por eso se pierden las ganas". Una reuni¨®n fraternal de un grupo de locos por el jazz.
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