La historia y la autonom¨ªa castellanonesa
La puesta en marcha en Espa?a del denominado Estado de las autonom¨ªas ha situado el conocimiento hist¨®rico en una posici¨®n privilegiada. A ¨¦l se acude frecuentemente en busca de argumentos justificativos de las posturas pol¨ªticas del presente. La fenecida concepci¨®n nacionalista que presentaba a Espa?a como "unidad de destino en lo universal" se reproduce una y otra vez en la pretensi¨®n de considerar a cada pieza del mosaico espa?ol "igualmente como unidades de destino en lo universal con constantes hist¨®ricas milenarias", seg¨²n pusieron de relieve Barbero y Vigil. Pero quiz¨¢ en pocos casos se da un maridaje tan estrecho entre los proyectos auton¨®micos del presente y el legado del pasado como en Castilla y Le¨®n. La historia, manipulada a gusto del consumidor, sirve de plataforma para defender los puntos de vista m¨¢s variados, desde la oposici¨®n radical a la fusi¨®n de Castilla y Le¨®n, recordando sus disputas de anta?o y afirmando que castellanos y leoneses son dos pueblos claramente diferenciados, hasta la reclamaci¨®n de la autonom¨ªa uniprovincial para Segovia, alegando que "ostenta el car¨¢cter de entidad regional hist¨®rica, a los efectos del n¨²mero 1 del art¨ªculo 143 de la Constituci¨®n espa?ola".La historia, tal es nuestra posici¨®n de principio, no puede sin m¨¢s dictar el presente. En la configuraci¨®n de las nacionalidades y regiones espa?olas entran multitud de elementos, entre ellos, evidentemente, los de car¨¢cter hist¨®rico, pero tambi¨¦n otros muchos de naturaleza diferente. A veces -quiz¨¢ Catalu?a podr¨ªa servir de ejemplo- hay una estrecha correlaci¨®n entre el pasado y el presente, es decir, entre la trayectoria hist¨®rica, la existencia de unas se?as de identidad espec¨ªficas y la voluntad concreta de un pueblo. Pero en Castilla y Le¨®n, los problemas son m¨¢s complejos. Anselmo Carretero acusaba a los pol¨ªticos de haber desdibujado Castilla en el mapa auton¨®mico, al arrancar de su seno parcelas que siempre le hab¨ªan correspondido y al fusionarla artificialmente con Le¨®n. Pero, ?d¨®nde est¨¢ esa Castilla eterna? No olvidemos que Castilla fue desde un peque?o rinc¨®n al pie de la cordillera Cant¨¢brica hasta el coraz¨®n de una Corona que llevaba su nombre y que se asomaba al Cant¨¢brico en Vizcaya y al Atl¨¢ntico en C¨¢diz.
Una historia atormentada
En la atormentada y compleja historia de Castilla se encuentra, a nuestro entender, la explicaci¨®n de la imposibilidad de fijar en el mapa actual de las autonom¨ªas los l¨ªmites de una supuesta "regi¨®n hist¨®rica castellana" imperecedera. Por otra parte, las se?as de identidad de Castilla se difundieron de tal manera m¨¢s all¨¢ de sus fronteras y se amalgamaron con el conjunto de lo espa?ol, que intentar hoy su rescate resulta una tarea poco menos que ut¨®pica.
La historia, no obstante, puede y debe jugar su papel en la hora presente. Pero a ella hay que acudir sin prejuicios y sin prop¨®sitos mistificadores. Partiendo de esta perspectiva, queremos hacer unas breves reflexiones sobre algunas de las cuestiones de car¨¢cter hist¨®rico que con m¨¢s frecuencia se manejan al referirse a Castilla y Le¨®n:
1. ?Castilla y Le¨®n, unidos o separados? Los enemigos de la autonom¨ªa castellano-leonesa alegan que Castilla y Le¨®n nada tuvieron en com¨²n en el pasado, particularmente en la Edad Media. La Castilla de hombres libres, acaudillada por Fern¨¢n Gonz¨¢lez, se opuso tenazmente al Le¨®n se?orial. Ahora bien, las evidentes diferencias entre la Castilla condal del siglo X y el imperio leon¨¦s de las mismas fechas se fueron borrando con el tiempo. A partir del siglo XI, no s¨®lo se produjo la uni¨®n de los dos reinos (aunque la uni¨®n definitiva no se lograra hasta 1230), sino que las barreras sociales y econ¨®micas entre ambos n¨²cleos se fueron difuminando. Los propietarios libres de la Castilla primigenia ca¨ªan progresivamente en dependencia. La vida urbana se organizaba con arreglo a ejes horizontales (la ruta jacobea, la l¨ªnea del Duero ... ), sin tener en cuenta las fronteras entre Castilla y Le¨®n. La repoblaci¨®n de las Extremaduras fue id¨¦ntica en tierras salmantinas y segovianas. Por si fuera poco, con posterioridad al siglo XIII se acentu¨® el acercamiento en el terreno jur¨ªdico y en el de las instituciones pol¨ªtica!. Las Cortes, nacidas separadamente en ambos reinos, se fusionaron desde comienzos del siglo XIV, a petici¨®n de los procuradores de las ciudades. Desde los cl¨¢sicos hasta nuestros d¨ªas, la regi¨®n castellano-leonesa fue contemplada como un todo homog¨¦neo.
La concepci¨®n unitaria de Unamuno
Cuando Unamuno exclamaba desde Salamanca: "T¨² me levantas, tierra de Castilla", daba a entender asimismo que conceb¨ªa unitariamente a las tierras mesete?as. Por tanto, privilegiar un determinado momento del pasado (los siglos IX y X) o proyectar fuera de su contexto diferencias jur¨ªdicas o institucionales que pronto desaparecieron para pretender destruir la regi¨®n castellano-leonesa no es de recibo. La historia aporta, junto a datos que tanto pueden servir para reclamar la escisi¨®n de Castilla y Le¨®n como la autonom¨ªa del se?or¨ªo de Molina (no olvidemos que los reyes medievales castellanos eran "se?ores de Molina"), numeros¨ªsimos elementos, de m¨¢s peso y de mayor vigencia en el tiempo, a favor de la uni¨®n de los dos n¨²cleos.
2. ?Castilla, concejil y comunera? Con mucha frecuencia se presenta el pasado de Castilla bajo una aureola m¨ªtica. Esta actitud es particularmente notoria entre quienes reclaman la autonom¨ªa exclusiva para Castilla, los cuales, por el contrario, suelen recargar las tintas a la hora de referirse al mundo leon¨¦s. Castilla fue, desde esa perspectiva, una tierra de hombres libres, en la que florecieron instituciones plenamente democr¨¢ticas, desde los concejos abiertos a las comunidades de villa y tierra. Le¨®n, desde sus inicios, estuvo presidido por el signo de la jerarqu¨ªa y de lo aristocr¨¢tico. Ahora bien, la m¨¢s rigurosa investigaci¨®n hist¨®rica desmiente esos supuestos. Las indudables tendencias de ra¨ªz popular y comunitaria que hubo en Castilla en los tiempos medievales -presentes, por lo dem¨¢s, igualmente en el ¨¢mbito leon¨¦s y, en general, en todas las sociedades coet¨¢neas- fueron contrarrestadas por otras de signo opuesto, que terminaron por imponerse, ahogando paulatinamente a aqu¨¦llas.
En el siglo XV -mucho antes, por lo tanto, de la derrota de los comuneros en Villalar- predominaban en Castilla unas estructuras feudales, con una Monarqu¨ªa cuasi absoluta en el v¨¦rtice de la pir¨¢mide y unas oligarqu¨ªas urbanas dominantes en las ciudades. La historia de Castilla no puede limitarse a las comunidades de aldea o los concejos supuestamente abiertos, olvidando la dependencia de la mayor¨ªa del campesinado, el florecimiento de los poderosos Estados se?oriales de los siglos XIV al XIX o la asfixia de la burgues¨ªa. As¨ª pues, hablar de un pasado idealizado y pretender que es posible su reconstrucci¨®n en nuestros d¨ªas es no s¨®lo falso, sino incluso, seg¨²n nuestra opini¨®n, peligroso, pues encubre, aunque sea inconscientemente, intenciones reaccionarias.
Castilla, como agravio
3. ?Castilla, centralista? A Castilla se le ha acusado, con mayor o menor fundamento, de centralista. Ciertamente, desde los Reyes Cat¨®licos en adelante, todos cuantos en Espa?a intentaron construir un Estado unificado utilizaron como plataforma a Castilla y lo castellano. La historia puede dar cuenta de los motivos de esa situaci¨®n. Lo cierto es que, utilizando la lengua o las instituciones castellanas como armas arrojadizas, se ha cometido agravios contra otros pueblos de Espa?a. Pero, eso s¨ª, el pueblo castellano no es en modo alguno culpable de los manejos de los diversos poderes centralistas; antes al contrario, ha sido una v¨ªctima m¨¢s. Los castellanos, desde nuestro punto de vista, no tienen por qu¨¦ pregonar el mea culpa por ese presunto delito de centralismo, que ellos han padecido como los dem¨¢s. Pero tampoco nos parece acertado asumir con orgullo el centralismo y el imperialismo de Castilla haciendo de ellos no bald¨®n, sino timbre de gloria, como tantas veces ha hecho el reaccionarismo espa?ol contempor¨¢neo.
Concluimos. Castilla y Le¨®n tienen que mirar hacia adelante, aunando esfuerzos y conjugando voluntades, pero conscientes al mismo tiempo de la carga que supone el legado hist¨®rico que llevan consigo.
Ahora bien, esa historia de Castilla y Le¨®n, con sus miserias y sus grandezas, no debe ser en ning¨²n momento ni un lastre para las tareas del presente, ni un recurso ret¨®rico que s¨®lo sirva para ocultar nuestras lacras en nombre de pret¨¦ritas proezas, ni un arsenal de datos manipulado s, una y mil veces, para desunir o para justificar lo injustificable.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.