Dudas en Washington sobre la 'conexi¨®n b¨²lgara'
La reticencia de Estados Unidos en acusar a los servicios secretos sovi¨¦ticos de connivencia en el atentado contra el papa Juan Pablo II se ha convertido en un tema de perplejidad en los medios diplom¨¢ticos de Washington.Desde hace m¨¢s de un mes, las autoridades italianas han acusado a varios agentes de haber manipulado al terrorista turco Al¨ª Agca, autor del atentado contra el Papa el 13 de mayo de 1981, pero ning¨²n dirigente norteamericano ni portavoz oficial se ha hecho eco de las acusaciones.
La l¨ªnea oficial del Gobierno norteamericano es la de esperar a ver lo que ocurre. El propio presidente, Ronald Reagan, dio el tono en una entrevista difundida por radio el pasado 18 de diciembre. "Hay una investigaci¨®n en marcha", declar¨®, "y pienso que es un poco delicado para un jefe de Estado expresar una opini¨®n en un sentido u otro. Esperar¨¦ a saber los resultados de la investigaci¨®n".
El problema que se plantea hoy en Washington es saber por qu¨¦ un Gobierno tan instintivamente anticomunista como el de Reagan duda tanto en hacer uso de un asunto que podr¨ªa resultar tan comprometido para el Kremlin.
Las autoridades a las cuales se les ha planteado la cuesti¨®n han dado diversos tipos de respuestas:
1. No hay pruebas suficientes de complicidad de los servicios secretos b¨²lgaros, dicen unos. El Gobierno norteamericano no puede permitirse lanzar acusaciones que no puede apoyar con sus propios medios. Perder¨ªa cr¨¦dito si la investigaci¨®n italiana no llegase a ninguna conclusi¨®n definitiva.
2. La llegada de Yuri Andropov al poder ha cambiado todo el panorama, dicen otros. El Gobierno norteamericano no puede acusar a los agentes b¨²lgaros sin poner en entredicho al KGB sovi¨¦tico, que los controla, y a Andropov, que lo dirig¨ªa (desde hace quince a?os) cuando se perpetr¨® el atentado. Ser¨ªa una forma de comprometer las posibilidades de llegar a acuerdos estrat¨¦gicos con la nueva direcci¨®n sovi¨¦tica. Esta es la opini¨®n m¨¢s extendida en el Departamento de Estado.
3. El atentado contra el Papa proporciona a Estados Unidos un argumento inesperado contra el bloque sovi¨¦tico, pero no conviene desperdiciar las oportunidades, sobre todo cuando no se tienen pruebas suficientes. La posici¨®n norteamericana es la de dejar que los acontecimientos se desarrollen por s¨ª mismos, esperar a que maduren y explotar el caso cuando sea necesario para obtener concesiones de Mosc¨².
Todas estas explicaciones suscitan mucho escepticismo, sobre todo entre los numerosos te¨®ricos de la conspiraci¨®n permanente de los servicios secretos, que consideran que el espionaje es el resorte principal de los asuntos internacionales. Estos piensan que lapista b¨²lgara no ha podido ser desvelada sin que la CIA (Agencia Central de Investigaci¨®n, espionaje norteamericano) haya jugado un cierto papel, y esgrimen varios argumentos en apoyo de esta suposici¨®n:
1. Dos meses antes de que el Gobierno italiano pasase al ataque contra los b¨²lgaros, dos ¨®rganos de informaci¨®n norteamericanos, el Readers'Digest y la cadena de televisi¨®n NBC, hicieron las primeras revelaciones.
2. Si el Gobierno Reagan sigue el camino de la prudencia, varias personalidades norteamericanas que tienen acceso a las informaciones confidenciales no dudan en acusar a la URSS. Es el caso de Henry Kissinger y de Zbigniew Brzezinski.
3. Incluso si la pol¨ªtica interior italiana ha podido jugar un cierto papel en el desarrollo de los acontecimientos, es dif¨ªcil pensar que el Gobierno de Roma haya podido desencadenar el esc¨¢ndalo si Estados Unidos se hubiese opuesto.
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