Reagan lleva camino de perder la batalla de la popularidad
"Yo tomo las decisiones", dijo un malhumorado presidente Ronald Reagan, quej¨¢ndose de las cr¨ªticas de la Prensa, que arrecian contra la gesti¨®n del primer mandatario norteamericano, al iniciar esta semana su tercer a?o en la Casa Blanca. Dudas sobre la gesti¨®n econ¨®mica, las relaciones exteriores y, en definitiva, la propia imagen del presidente Reagan, que se traducen en el interrogante de: ?ser¨¢ Reagan candidato a su posible reelecci¨®n en 1980 En todo caso, la campa?a ha comenzad o, y los nuevos aspirantes, republicanos o dem¨®cratas, afilan sus colmillos en busca de tan codiciado puesto: la presidencia de Estados Unidos.Cuando Ronald Reagan r¨¦cord¨®, hace unos d¨ªas, que era ¨¦l quien decid¨ªa en la Casa Blanca, intent¨® salir al paso de los ataques period¨ªsticos, incluidos los contenidos en editoriales tan sesudos como los de The New York Times o The Wall Street Journal, que se preguntan si Reagan ha perdido el control de la gesti¨®n presidencial.
Los consejeros que velan por la buena imagen del presidente son claros en tal sentido. Los problemas no vienen de la pol¨ªtica de la Casa Blanca. Proceden de la valoraci¨®n que la Prensa norteamericana hace de los mismos.
Pero la Prensa, en realidad, se limita a hacer un balance de los hechos. Y, por el momento, tras dos a?os de ordeno y mando desde el despacho oval de la Casa Blanca, los hechos no son muy positivos para Ronald Reagan.
'Restaurar' la imagen
Junto a su esposa, Nancy Reagan, y con su hijo Ron, que abandona el ballet para intentar fortuna en la literatura, el veterano Ronald Redgan, a sus 71 a?os de edad, celebr¨® anoche, en la intimidad, el comienzo de su tercer a?o como inquilino de la Casa Blanca. Un clima familiar y c¨¢lido para Reagan a la hora de pasar revista a dos a?os de labor y prepararse para otros dos, sin excluir una segunda candidatura -cada vez m¨¢s improbable-, que le podr¨ªa garantizar la permanencia en la mansi¨®n presidencial hasta 1988.En un pa¨ªs donde las encuestas de opini¨®n valen para todos los asuntos, las que puede analizar Reagan durante esta mitad de camino presidencial son muy poco halagadoras. Re¨²ne el triste r¨¦cord de ser uno de los cuatro ¨²ltimos presidentes de EE UU con el ¨ªndice m¨¢s bajo de aceptaci¨®n.
Seg¨²n el Instituto Gallup, s¨®lo el 41% de los estadounidenses se muestran satisfechos del trabajo de Ronald Reagan. En id¨¦ntico per¨ªodo de tiempo, dos a?os en la Casa Blanca, el 51% aprobaban la pol¨ªtica de James Carter; el 52%, la de Richard Nixon; el 76%, la de John Kennedy, y el 69%, la de Dwight Eisenhower. No figuran los ¨ªndices de los presidentes Lyndon Johrison y Gerald Ford, porque no contaron, por circunstancias de su acceso a la Casa Blanca, con parecido balance bianual.
El 20 de enero de 1981, desde las escalinatas del Capitolio, Ronald Reagan hizo la promesa hist¨®rica de "restaurar la grandeza de Am¨¦rica", en un contexto no menos hist¨®rico de la liberaci¨®n de los 52 rehenes norteamericanos que hab¨ªan permanecido secuestrados durante 444 d¨ªas en Teher¨¢n. Reagan contaba con el aval de una abrumadora victoria electoral sobre su predecesor, el dem¨®crata James Carter.
Pero, tras dos a?os en el poder, Reagan no ha logrado vencer a la recesi¨®n econ¨®mica que afecta a EE UU, como al mundo entero, ni tampoco disminuir el nivel de desempleo. S¨®lo se registra una victoria- ante la inflaci¨®n, mientras prepara la creaci¨®n de nuevos impuestos -tras haber aplicado una pol¨ªtica de reducci¨®n, prometida en su campa?a electoral- y afrontar un d¨¦ficit p¨²blico, que puede ser superior a los 200.000 millones de d¨®lares para 1983, dejando para el olvido las promesas de que 1984 contar¨ªa con un presupuesto equilibrado.
Insensibilidad hacia el exterior
En pol¨ªtica exterior, sector al que los norteamericanos son tradicionalmente menos sensibles, excepto cuando les afecta en su propia carne, como ocurri¨® durante la campa?a del Vietnam o como se reproduce hoy ante el temor de una guerra nuclear presidente Reagan ha intentado forzar una soluci¨®n al conflicto del Pr¨®ximo Oriente, presentar la opci¨®n cero para la reducci¨®n de armas nucleares en Centroeuropa -sin que ello impida defender simult¨¢neamente ante el Congreso el mayor presupuesto militar de EE UU en ¨¦poca de paz- y trampear una salida a la crisis en Centroam¨¦rica, en la que puede verse envuelta la Administraci¨®n Reagan en los pr¨®ximos dos a?os de presidencia.En cuanto al equipo que dirige, de ser exactamente ciertas sus palabras de "yo soy quien decide", Reagan debe constatar una verdadera espantada de colaboradores de alto rango, que, por diferentes motivos, han abandonado el carro de la Administraci¨®n Reagan: el responsable del Consejo de Seguridad (Richard Allen), el secretario de Estado (Alexander Haig), el responsable de la Agencia para el Control y el Desarme (Eugene Rostow), el secretario de Transporte (Drew Lewis) y el secretario de Sanidad (Richard Schweiker).
"Lo nunca visto", escriben comentaristas de Prensa, "en memoria de los recientes presidentes". Y la lista de ceses, o dimisiones, no ha acabado todav¨ªa.
La batalla de 1984
?Ser¨¢ o no ser¨¢ candidato a la reelecci¨®n el presidente Ronald Reagan? Tal es la pregunta obligada en cualquier c¨®ctel washingtoniano durante este fr¨ªo invierno de 1983. "En las pr¨®ximas semanas puede haber una decisi¨®n", comentan miembros del s¨¦quito de Reagan, eludiendo cualquier hip¨®tesis.Mientras se espera la opini¨®n del propio Reagan, la carrera ha comenzado, aunque, oficialmente, la campa?a electoral no se iniciar¨¢ hasta febrero de 1984, con las primeras elecciones primarias para trillar a los aspirantes antes de las convenciones nacionales y, finalmente, la elecci¨®n presidencial, el primer martes de noviembre de 1984.
Reagan no puede olvidar que las maniobras para la batalla han comenzadojncluso dentro de su propio Partido Republicano. Los miembros m¨¢s conservadores alegan que "no apoyar¨¢n" otra vez a Reagan. Se sienten defraudados ante el liberalismo del presidente en su pol¨ªtica social, de relaciones con China o de negociaciones sobre armas nucleares con la URSS.
M¨¢s inquietante para el preside"nte es el anuncio del prestigioso l¨ªder de la mayor¨ªa republicana en el Senado, Howard Baker -que ya entro en la carrera presidencial en 1980-, al afirmar: "No ser¨¦ candidato a la reelecci¨®n como senador en 1984". ?Lo ser¨¢ como presidente? Otros posibles aspirantes, caso de que Reagan decida que ya est¨¢ bien de cuatro a?os en la Casa Blanca y se vaya a pasear a caballo por su rancho de California, ser¨ªan el actual vicepresidente, George Bush (con el 36% de posibilidades, siempre seg¨²n los sondeos), el citado Baker (21%), el senador de Nueva York Jack Keinp (7%) o ¨¦l senador de Kansas Robert Dole (6%).
Con la esperanza de que los republicanos se peleen entre s¨ª, los dem¨®cratas, desde una descompuesta oposici¨®n, preparan tambi¨¦n su ofensiva. Con la destacada ausencia del senador Edward Kennedy, que el pasado mes de diciembre decidi¨® no presentarse a la candidatura presidencial, al menos para 1984. El pasado fin de semana, en Sacramento (California), el alto estado mayor de los dem¨®cratas pas¨® revista a sus candidatos potenciales. Sali¨® como favorito Walter Mondale, ex vicepresidente durante la Administraci¨®n Carter. Siendo tambi¨¦n virtuales aspirantes los senadores Alan Crasnton (California), el ex astronauta y senador John Glenn (Ohio), Gary Hart (Colorado) y Ernest Hollings (Carolina).
El actual a?o 1983 determinar¨¢, en realidad, si Reagan tiene deseos y posibilidades para barrer el trayecto a los que pretenden el poderoso cargo presidencial. Para intentarlo, Reagan deber¨ªa levantar la econom¨ªa -verdadero factor electoral en EE UU- y esquivar cualquier aventura militar exterior, por ejemplo, en Centroam¨¦rica.
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