Umberto Eco cree que "ni el escritor ni el lector son hoy inocentes porque saben que hay otros libros detr¨¢s"
El ensayista italiano presenta en Madrid y Barcelona su primera novela, 'El nombre de la rosa'
La novela es El nombre de la rosa, publicada en Espa?a por la editorial Lumen, y que se presenta en Madrid esta misma noche, en una fiesta que es un homenaje al escritor italiano, al experto en comunicaci¨®n y en cr¨ªtica literaria, al sorprendente conocedor del medievo -sorprendente si no se supiera ya que, por ejemplo, sin su conocimiento de Tom¨¢s de Aquino es imposible su lectura de Joyce, y sin su lectura particular de la Comedia de Dante ser¨ªa imposible su noci¨®n, plenamente moderna, de obra abierta- y tambi¨¦n y sobre todo, al novelista, al autor nada inocente de este libro fascinante, de t¨ªtulo cargado, en el que unos hombres muy especiales del siglo XIV viven una historia tambi¨¦n muy especial y, sobre todo, hablan y hacen vivir una ¨¦poca."Yo empec¨¦ a trabajar con el medievo, que ha sido una pasi¨®n constante. Me han preguntado ya alguna vez por qu¨¦ una novela medieval: yo conozco la contemporaneidad por las pantallas de la televisi¨®n. En cambio, de la edad media tengo un conocimiento directo y personal".
Pregunta. Pero la novela aparece como un hallazgo escrito antes y encontrado misteriosa y precisamente por Umberto Eco. ?Por qu¨¦ ese truco?
Respuesta. Es dif¨ªcil hacer Eco de Eco, criticar la propia obra, pero hay gente que ha dicho que est¨¢ en la l¨ªnea del posmodernismo. En mi novela est¨¢ Borges, pero tambi¨¦n Rabelais o Cervantes: posmodernismo es la falta de inocencia. El escritor hoy no es inocente, sabe que hay otros libros detr¨¢s. Pero el lector tampoco lo es. Es imposible jugar con el lector como si fuera la primera vez que se escribe un libro. Por eso, la ¨²nica soluci¨®n es jugar sobre, y a partir de, esta falta de inocencia. La creatividad se convierte, quiz¨¢, en metacreatividad, pero... El pr¨®logo en que se cuenta la aparici¨®n del manuscrito de Adso se titula Naturalmente un manuscrito: en Italia, las historias con manuscritos tienen toda una tradici¨®n. Piense que Los Novios tambi¨¦n eran un manuscrito...
Dice, naturalmente, I promessi sponsi, y una piensa que el t¨ªtulo de Manzoni ha sido siempre mal traducido. Umberto Eco es un hombre de voz particular. Aqu¨ª, en el despacho del agregado cultural, que a una se le antoja muy italiano -colores diversos en las tapicer¨ªas, muebles de dise?o frente a otros cl¨¢sicos y otros inclasificables, cuadros espl¨¦ndidos, datos modernos, papeles, un bar- la voz ronca de Eco, quiz¨¢ m¨¢s por lo temprano del d¨ªa, la sombra de la gripe y los intentos de ajustarse al castellano, resbala por el parqu¨¦, choca contra el busto rom¨¢ntico y modernista, a un tiempo, va a parar a esa met¨¢fora de la belleza inocente e indecente que es una foto, vestida, de Marilyn. Eco es un hombre extraordinariamente inteligente, como su novela. Ir¨®nico y veloz, como su novela. Una especie de arquitecto del discurso y del excursum, y de todo hay en la entrevista, como en la novela.
El efecto de los espejos
P. ?Por qu¨¦ ese t¨ªtulo, El nombre de la rosa, que no tiene nada que ver con la historia?
R. Nada que ver hasta la ¨²ltima l¨ªnea... La rosa aparece constantemente en el medievo, es un s¨ªmbolo muy claro: lo que queda de la rosa es, precisamente, la palabra. Me pareci¨® un t¨ªtulo que deja libre al lector, sin imponerle una lectura, que intenta ser respetuoso con su libertad.
P. El centro de la novela es la biblioteca, que en realidad es un laberinto.
R. El laberinto es la imagen de un mundo no olvidado. En semi¨®tica, el modelo matem¨¢tico del laberinto sirve tambi¨¦n como modelo del lenguaje. La biblioteca como dep¨®sito del saber, y la estructura del laberinto, se unen naturalmente. Adem¨¢s, toda verdadera biblioteca -no hablo de la peque?a biblioteca de su casa, ni de la sala de lectura adonde le traen a uno los libros, sino de la verdadera, de la que est¨¢ dentro-, da la impresi¨®n f¨ªsica de laberinto, y casi siempre es inaccesible. El laberinto fue, concretamente adem¨¢s, una prueba de composici¨®n. Los laberintos cl¨¢sicos est¨¢n siempre al aire libre, son abiertos. El m¨ªo era un laberinto cerrado, y como tal ten¨ªa problemas de ventilaci¨®n, de aire, fundamental para vivir y para... y para el final de la novela. La he ido construyendo con un plano de la arquitectura del reducto, a escala. Era muy importante saber cu¨¢ntos escalones hay, por ejemplo, o cu¨¢ntos pasos, cu¨¢ntas palabras caben en un paseo, cu¨¢ntas frases. Por eso Marco Ferreri, que quer¨ªa hacer una pel¨ªcula c¨®n mi libro, dice que los di¨¢logos tienen las medidas exactas.
La novela de Eco transcurre en un espacio cerrado, en un monasterio de la Italia del siglo XIV, conmovida por la discusi¨®n teol¨®gica y pol¨ªtica que divide el papado de Avi?¨®n y el Imperio, las ¨®rdenes mendicantes y las regulares, la inquisici¨®n y las rebeliones milenaristas, el oscurantismo y las ansias de libertad de pensamiento.
R. Yo no conoc¨ªa el siglo XIV tan bien como el XIII o el XII, pero si no hubieran aparecido los fratricelli, esos grupos mendicantes desgajados de los franciscanos, hubieran sido otros. Me interesaban ciertos rasgos que recorren Europa despu¨¦s del milenio. No pensaba escribir sobre la herej¨ªa, pero se fue haciendo evidente que ten¨ªa que entrar en ese tema. Era la sola referencia a la modernidad. Porque hay acontecimientos que recuerdan otros actuales -como la actividad de las Brigadas Rojas, por ejemplo- porque hay una enorme semejanza.
P. Algunos han le¨ªdo su novela como una interpretaci¨®n de la actualidad.
R. Yo no quiero que sea le¨ªda como una serie de claves para el presente, pero toda novela hist¨®rica, desde Walter Scott, ha sido una relectura del pasado para comprender el presente. Es una ley del g¨¦nero... Los italianos han entendido que hab¨ªa claves concretas. Por ejemplo, Dolcino ven¨ªa de Trento, y su mujer se llamaba Margarita: en este rebelde vieron a Cuzzo, un l¨ªder de las Brigadas Rojas, que ven¨ªa de Trento y cuya mujer se llamaba tambi¨¦n Margarita...
P. Usted ha puesto a hablar y a pensar al siglo XIV, pero el personaje central, el franciscano Guillermo de Baskerville, parece... demasiado moderno.
R. Todas las p¨¢ginas que parecen demasiado modernas -su discurso sobre la asamblea del pueblo, etc¨¦tera- son citas textuales de pensadores de la ¨¦poca.
P. Pero esta impresi¨®n viene m¨¢s que de sus palabras, de sus actitudes, de su tolerancia, de su escepticismo. ?O es que no ha cambiado nada el hombre desde el siglo XIV hasta hoy?
R. En realidad, toda visitaci¨®n de ¨¦pocas pasadas se hace desde el presente. Efectivamente, hay momentos de duda de Guillermo que son m¨¢s modernos, pero parte siempre de un elemento medieval. Guillermo es moderno en el sentido de que puede reunir, en un todo de conocimiento, elementos que exist¨ªan dispersos. Esta forma de fusi¨®n es efectivamente moderna, pero los elementos, todos, est¨¢n en los textos. En cualquier caso, yo he hecho la interpretaci¨®n de lo que nunca fue escrito. La pregunta podr¨ªa ser: ?lo imposible de escribir es tambi¨¦n imposible de pensar? He hecho mi interpretaci¨®n de datos como la resignaci¨®n m¨ªstica, esta presencia de Dios como desierto sin formas ni l¨ªmites... es decir, de la forma en que el hombre del medievo puede expresar una crisis que yo traduzco.
Tenga en cuenta que todos los problemas de la Europa contempor¨¢nea nacieron entre el siglo IX y el XIII. Democracia y parlamentarisino, capitalismo, comercio, problemas Iglesia-Estado, internacionalismo pluriling¨¹¨ªstico, tecnolog¨ªa, movimientos sociales... no son ni griegos ni romanos, son medievales. Todos los problemas que tenemos tienen su ra¨ªz en el medievo, as¨ª que es inevitable leer de manera transparente... Las nacionalidades del siglo pasado produjeron la novela hist¨®rica para asentar sus or¨ªgenes. Realidades como la existencia de Francia o Alemania, el Mercado Com¨²n o Tejero, no tienen nada que ver con Julio C¨¦sar o Espartaco: tienen que ver con el medievo, que es cuando nace Europa.
El secreto de lo c¨®mico
P. El misterio de El nombre de la rosa se resuelve en una suerte de exorcismo a la risa. ?Por qu¨¦?
R. Mi sue?o es escribir un libro sobre el secreto de lo c¨®mico. Si se llega a escribir, si alguien llega a hacerlo, se aclarar¨¢ todo: el amor, la muerte, todo. No existe una teor¨ªa completa: ni Arist¨®teles, ni Freud, ni Bergson... Pero no pienso empezar a escribirlo antes de los sesenta a?os, y ser¨¢ mejor si muero sin concluirlo, porque entonces se escribir¨¢n mil tesis sobre lo que voy dejando dicho y escrito... La manera de entrar los temas en una novela sigue caminos tal vez misteriosos y casuales. Yo sab¨ªa que tendr¨ªa que inventar un libro misterioso para el fondo de mi novela, pero el que sea de Arist¨®teles ha sido casual. Tambi¨¦n fue casual que leyera sobre la pol¨¦mica de si Jes¨²s re¨ªa o no, que leyera el texto de Bajtin sobre Rabelais, que cayera en mis manos la Caena Cipriani... el franciscanismo aparece como la m¨ªstica de la sonrisa, en fin. Se trata de la confluencia de todos estos elementos. Es una qu¨ªmica.
P. Por fin, ?cu¨¢l ser¨ªa su gu¨ªa para leer su novela?
R. La convenci¨®n de Ginebra permite a los presos de guerra no decir nada salvo su nombre, su graduaci¨®n y su n¨²mero de identificaci¨®n. Nada m¨¢s dir¨¦.
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