Aborto y vida humana
Como punto de partida de nuestra reflexi¨®n convendr¨ªa puntualizar el muy diverso alcance de las posturas antiabortistas y de aquellas que propugnan la des penalizaci¨®n del aborto. Estas ¨²ltimas s¨®lo pretenden que, en determinadas circunstancias, se conceda libertad a la mujer embarazada que desee interrumpir el proceso de gestaci¨®n, garantizando las condiciones sanitarias en que la operaci¨®n se realice. No se impone ning¨²n tipo de comportamiento, simplemente se abre un margen de posibilidades para una decisi¨®n libre. Consecuentemente, la calificaci¨®n adecuada de tal actitud es la de liberal. Ser¨ªa caricaturesco hablar de abortismo, consistir¨ªa ¨¦ste en la imposici¨®n coactiva de la interrupci¨®n del embarazo bajo ciertos supuestos aun contra la voluntad de la misma interesada. Evidentemente, nadie pretende tal intromisi¨®n del Estado. S¨ª defienden el intervencionismo estatal, aunque en sentido contrario al anterior, los antiabortistas -y esta vez la denominaci¨®n resulta adecuada-. Tratan, en efecto, de imponer sus propios puntos de vista morales a las personas de criterio opuesto, prohibiendo a la mujer que quiera abortar la puesta en pr¨¢ctica de su voluntad y castigando tanto su proceder como el de las personas que colaboren con ella, si es llevado a t¨¦rmino.Se arguye, en este sentido, que el ejerciciode la libertad encuentra sus l¨ªmites cuando supone violaci¨®n de derechos, y que en este caso, a trav¨¦s de la pr¨¢ctica del aborto, se atenta contra el derecho a la vida. Tal consideraci¨®n nos lleva al coraz¨®n del problema. ?Es la vida embrionaria en el ¨²tero de una mujer fecundada una vida humana? ?Es un embri¨®n o un feto, un hombre, un ser humano? La respuesta m¨¢s espont¨¢nea, inspirada por el mero sentido com¨²n, se inclinar¨ªa -me parece- a responder negativamente. Podr¨ªa, a lo sumo, hablarse de un hombre o de una vida humana en potencia, pero no en acto. La cuesti¨®n, sin embargo, resulta excesivamente delicada -m¨¢s a¨²n en una ¨¦poca en que el concepto de hombre se ha problematizado tan intensamente- para resolverla en meros t¨¦rminos de sentido com¨²n. Conviene repasar algunas controversias sobre el tema.
La teolog¨ªa y la filosof¨ªa escol¨¢sticas orientaron el problema a trav¨¦s del concepto de alma racional: existe un ser humano cuando un alma racional informa un cuerpo. Ahora bien, ?cu¨¢ndo se produce este proceso de animaci¨®n? Evidentemente, la pregunta no es resoluble con criterios de verificaci¨®n emp¨ªrica. Pero me parece del mayor inter¨¦s recordar la respuesta especulativa dada por la escol¨¢stica cl¨¢sica. De un modo un¨¢nime, con santo Tom¨¢s al frente y siguiendo a Arist¨®teles, afirm¨® que el alma racional s¨®lo informa el cuerpo en una fase avanzada de gestaci¨®n, cuando el embri¨®n presenta ya una conformaci¨®n pr¨®xima a la del hombre reci¨¦n nacido. Es la llamada teor¨ªa de la "animaci¨®n retardada". De aqu¨ª la pr¨¢ctica de no bautizar a los fetos, salvo en el caso de que ¨¦stos presentaran aspecto humano. Y la postura de alguno te¨®logos favorables al aborto cuando la vida de la madre se encontrare en peligro. Ciertamente, en los dos ¨²ltimos siglos los medios eclesi¨¢sticos modificaron sus posiciones.
Se impondr¨¢ la doctrina de la animaci¨®n inmediata", es decir, desde el momento de la concepci¨®n, y se proclamar¨¢ la oposici¨®n a todo tipo de aborto. En esta pugna entre tradici¨®n y modernidad, ?a qui¨¦n ha de ser atribuida la raz¨®n? ?A los venerables cl¨¢sicos o a la fr¨ªvola modernidad? Se dir¨¢ que un cat¨®lico practicante debe seguir los dictados del magisterio eclesi¨¢stico. Nadie se lo impide, pero ?es l¨ªcito que un estado laico imponga a los ciudadanos, coactivamente, unas tesis controvertibles y de hecho controvertidas en la misma tradici¨®n teol¨®gica? Sin duda resulta abusivo.
Por otra parte, todo este debate contiene tal regusto medieval que no puede por menos de chocar a muchas sensibilidades actuales. No dejar¨ªa de resultar un
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poco curiosa la imagen de un Parlamento discutiendo en nuestros d¨ªas las teor¨ªas de la animaci¨®n retardada o inmediata, dentro de los esquemas del hilemorfismo escol¨¢stico, cual si de una oposici¨®n a c¨¢tedras de filosof¨ªa en nuestro per¨ªodo de posguerra se tratase. Quiz¨¢ por ello las posiciones antiabortistas han tratado de reorientar su argumentaci¨®n, con pretensiones cient¨ªficas, esta vez. Veamos la nueva argumentaci¨®n.
En el momento de la concepci¨®n queda constituido el equipo gen¨¦tico de un nuevo ser humano, al unirse en el zigoto los cromosomas paternos y maternos. Una individualidad propia se halla programada, por tanto ya existe un nuevo hombre. Min¨²sculo, extra?¨ªsimo, pero hombre de verdad. Su desaparici¨®n es una muerte, y si alguien la provoca voluntariamente, se convierte en homicida. A mi modo de ver -y sin tratar de conferir sentido peyorativo a los t¨¦rminos-, esta argumentaci¨®n revela un mater¨ªalismo muy grosero y una visi¨®n zool¨®gica de la realidad humana. No se trata simplemente de que se reduzca la personalidad humana a la estructuraci¨®n de las cadenas de nucle¨®tidos en el ADN, es que adem¨¢s se desconoce la diferencia entre la programaci¨®n humana y la animal. Esquematizando un tanto las cosas, dir¨ªamos, en efecto, que un animal, en el modelo paradigm¨¢tico de comportamiento zool¨®gico, se encuentra programado de un modo intensamente determinista. Su individualidad se encuentra contenida en gran medida en el programa gen¨¦tico. Muy otro es el caso del hombre: se caracteriza por su programaci¨®n abierta, por una orientaci¨®n muy global de sus pulsiones, por nacer con unas estructuras inacabadas, cuyo complemento y desarrollo da lugar a la cultura. Es exactamente un animal cultural y proyectivo, m¨¢s all¨¢ de la mera biolog¨ªa. Su organizaci¨®n fisioanat¨®mica resulta complementaria de la t¨¦cnica, del aprendizaje, de la educaci¨®n moral, de todo el proceso de enculturaci¨®n. El equipo org¨¢nico representa s¨®lo aquel caudal de talentos, seg¨²n la par¨¢bola evang¨¦lica, con que debe, arrojado a la libertad, hacer su vida. Una vida que evidentemente empieza con el nacimiento, con la implantaci¨®n en el medio social, y en la cual lo m¨¢s individualizador ser¨¢ la figura que cada uno haya dado a la existencia propia desde su libre decidir.
Antes de iniciarse la aventura social e individual de la vida hmana s¨®lo se puede hablar de una vida potencial o virtual. Y confundir la potencia con el acto representar¨ªa introducir en la existencia cotidiana la m¨¢s c¨®mica ceremonia de la confusi¨®n. Yo supongo que los antiabortistas no identifican los huevos con las gallinas en el mercado o en la mesa de un restaurante. Pienso que no consideran equivalente el ser atendidos en una cl¨ªnica por un graduado en medicina, un estudiante de tal facultad o un alumno de EGB que aspira a ser m¨¦dico de mayorcito. Sin embargo, se empecinan, curiosamente, en confundir los embriones con los hombres. Y en aplicar a los primeros categor¨ªas que responden a la realidad humana.
Conducir hasta su t¨¦rmino un proceso fisiol¨®gico de gestaci¨®n supone transitar de la biolog¨ªa a la realizaci¨®n de lo humano. La responsabilidad de este proceso creador, su aceptaci¨®n y cumplimiento, corresponden en una moral personalista, no totalitaria, no estatista, a quienes van a recibir la nueva vida, a la madre potencial -o a la pareja-. Imponer a una mujer violada la generaci¨®n de un hijo gestado forzadamente supone una segunda violaci¨®n por parte de la sociedad,proseguir un acto de violencia sobre el cuerpo de la v¨ªctima y perennizarlo en la figura de un hijo engendrado monstruosamente. Yo pienso que entre los derechos humanos hay que incluir ya el de la mujer y el hombre a disponer de su cuerpo y regir sus capacidades creadoras de la vida seg¨²n su conciencia. Una cosa es tratar de ilustrar ¨¦sta en una ¨¦poca en que el hombre, en medio de una gigantesca crisis de valores, debe encontrarse a s¨ª mismo. Otra muy distinta, impedir coactivamente las decisiones libres que pueden brotar de morales diversas.
?El derecho a la vida! Decenas de millones de hombres, mujeres, ni?os, mueren de hambre a?o tras a?o; la tierra se eriza de armas mort¨ªferas capaces de acabar con nuestra historia en un irracional holocausto; se siguen ejecutando con apariencia legal seres humanos en las zonas m¨¢s diversas del planeta, desde Estados Unidos hasta los pa¨ªses del tercer mundo; se est¨¢n desarrollando verdaderos procesos de genocidio como los que ocurren en Centroam¨¦rica. Es en la lucha contra estas terribles, evidentes realidades, en la que debe desempe?arse un aut¨¦ntico humanismo.
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