El palacio real de Pedralbes acoge una exposici¨®n dedicada al arte barroco
Una exposici¨®n titulada La ¨¦poca del barroco fue inaugurada ayer en el palacio de Pedralbes de Barcelona por el conseller de Cultura de la Generalitat, Max Cahner. La exposici¨®n culmina un conjunto de actos que han venido celebr¨¢ndose en Barcelona desde el pasado 1 de febrero, fundamentalmente conferencias y conciertos, cuyo buen nivel contrasta con la pobreza de la muestra, en la que el n¨²mero de piezas es corto -132 en total- y escasamente representativo de la riqueza que produjo ese per¨ªodo art¨ªstico, aunque haya algunas de indudable valor art¨ªstico e hist¨®rico.
Lo m¨¢s llamativo de la exposici¨®n sobre el barroco del Palacio de Pedralbes es la enorme distancia que existe entre el ciclo de conferencias y conciertos desarrollados al amparo del mismo tema, as¨ª como de los documentados e informativos textos que acompa?an al cat¨¢logo, y la pobreza de las obras selecionadas. Cierto que hay unas cuantas extraordinarias: un San Jer¨®nimo de Caravaggio, un San Pablo de Vel¨¢zquez, un retrato de Ramon Llull atribuido con funda mento a Francesc Ribalta, en el ¨¢mbito de la pintura; la Urna de Sant Ermengol, obispo de Urgell, en orfebrer¨ªa y algunas otras pie zas, pero el conjunto resulta pobre y, en algunos casos, forzado. Tal es el caso en la exposici¨®n de las tallas de Santa Escol¨¢stica y Santa Gertrudis, procedentes de la Iglesia Parroquial de Sant Vicen? de Sarri¨¤, frente a un fondo en el que se reproduce un retablo barroco ?en fotograf¨ªa! En la misma l¨ªnea podr¨ªa citarse la falta de un Rubens, cubierta con una copia, de Juan Bautista Mart¨ªnez del Mazo, con la que, para mayor c¨²mulo de desgracias, ha habido un error en la medidas que hizo que los primeros visitantes la vieran sin colgar, reclinada sobre los paneles que acotan la exposici¨®n. Los organizadores de la muestra son en buena medida conscientes de las ausencias y as¨ª, al margen de los benepl¨¢c¨ªtos expresados en los parlamentos inaugurales por diversos representantes de las insititucionos colabororadoras -General¨ªtat, Ayuntamiento y Caixa de Barcelona-, puede. leerse en la nota distribuida a la Prensa: "Se echar¨¢n en falta obras de conocidos autores de val¨ªa internacional".La exposici¨®n se halla dividida en ¨¢mbitos tem¨¢ticos. Tras un a modo de introducci¨®n en la que se presenta la ¨¦poca, el visitante encontrar¨¢ un espacio dedicado a instrumentos, musicales, siete exactamente, de los cuales un clavic¨¦mbalo y un arpa son la m¨¢xima atracci¨®n, y otro dedicado a la pintura de naturalezas muertas y floreros, en el que se concentran trece obras. Zurbar¨¢n, Van der Hamen, Pedro de Medina, Bartoloni¨¦ P¨¦rez, Andrea Belvedere y .Antonio de Pereda, son los principales pintores de esta serie.
El tercer ¨¢mbito ha sido titulado gen¨¦ricamente La pintura religiosa. Hay en este espacio un total de ventiseis piezas, entre las cuales cabe citar La adoraci¨®n de los pastores, de Juan Pantoja de la Cruz, San Pablo de Diego Vel¨¢zquez, dos cuadros de Zurbur¨¢n, dos m¨¢s de Vald¨¦s Leal, la Sagrada familia de Pedro Atanasio Bocanegra, Cristo en el desierto servido por los ¨¢ngeles, de Claudio Coello, el citado San Jer¨®nimo de Caravaggio, dos obras de Joaquim Juncosa y dos de Antoni Viladomat. Junto a esta secci¨®n se halla la dedicada a la escultura: Un San Miguel Arc¨¢ngel an¨®nimo del siglo XVII, una Inmaculada de la escuela andaluza, una talla de Joan Grau y otra de Josep Sunyer, junto con las dos ya mencionadas de Santa Escol¨¢stica y Santa Gertrudis y alguna otra pieza conforman una de las partes m¨¢s d¨¦biles de toda la exposici¨®n.
Siete es el n¨²mero de cuadros expuestos bajo el ep¨ªgrafe de La pintura mitol¨®gica, donde se incluye la copia de El rapto de Proserpina, de Rubens. Junto a ella, la Ofrenda a Pomona de Juan Van der Hamen, Amorcillos en un jard¨ªn, de Luis Paret, Dem¨®crito y Her¨¢clito, de Jacob Jordaens, Atenea en la fragua de Vulcano, de Gian Battista Langetti y El Tancredo y Clorinda de Luca Giordano.
Si corto es el n¨²mero de cuadros mitol¨®gicos, no m¨¢s largo, -ocho en total- es el n¨²mero de retratos, el m¨¢s sobresaliente de los cuales quiz¨¢ sea el de Ramon Llull atribuido a Francesc Ribalta. Le acompa?an los retratos de Fernando de Valenzuela, obra do Juan Carre?o de Miranda, la condesa de Befford, de Cornelius Jhonson Van Ceulen, el de Jean Lafontaine, de Jacint Rigau, Ticho Brahe, de Thomas de Keyser, el abad Saint-Non, obra de Juan Honor¨¦ Fragonard, -que seg¨²n el cat¨¢logo naci¨® en 1782, a?o este en que el pintor cumpli¨® medio siglo, como se puede deducir del hecho de que el propio cat¨¢logo le atribuya obras treinta a?os antes de su supuesto nacimiento- y dos retratos titulados La dama del guante, de Cornelius de Vos, y Retrato de una princesa, de Jean-Marc Nattier.
La ¨²ltima secci¨®n dedicada a la pintura ha sido titulada Paisaje y pintura de g¨¦nero -ocho cuadros-. Lo m¨¢s destacado de esta selecci¨®n es El charlat¨¢n, de Giambattista Tiepolo, si bien algunos estudiosos discuten la autor¨ªa y la atribuyen a su hijo Giandomenico.
La urna de Sant Ermengol
Muebles, grabados vestimentas y cer¨¢micas, completan la exposic¨ª¨®n, al margen de la gran urna de Sant Ermengol, acompa?ada de media docena de piezas m¨¢s de orfebrer¨ªa, como un Sant Jordi de manufactura germ¨¢nica, del siglo XVII. La urna de Sant Ermengol, obra del platero barcelon¨¦s Pere Lleopart, contiene los restos del que fuera obispo de Urgell y fue construida en, la segunda initad del siglo XVIII. El encargo de su elaboraci¨®n parti¨® de los can¨®nigos de la Seu y su instalaci¨®n definitiva tuvo lugar en 1755, tras haber permanecido expuesta durante quince d¨ªas en Barcelona. En la cubierta se halla esculpida la figura del obispo junto a la mitra, el b¨¢culo y los ornamentos pontificales. Cuatro angeles sostienen una leyenda relativa a la muerte de Ermengol. Figura la firma del orfebre con expresi¨®n del a?o en que fue terminada la obra.
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