Informaci¨®n y criminalizaci¨®n
La Prensa, a la que el autor de este texto reconoce una importante labor en la apertura del aparato judicial a la sociedad, cumple tambi¨¦n, seg¨²n ¨¦l, otro que complementa, a veces peligrosamente, lo que se ha llamado el proceso criminalizador. La mera aparici¨®n en Prensa de la noticia del supuesto delito es ya una forma de castigo, muchas veces irreparable e injusto y siempre sobrepenador.
Jueces y periodistas se han encontrado, y siguen haci¨¦ndolo, en este pa¨ªs con relativa frecuencia. En ocasiones, todav¨ªa muy pocas, para discurrir cordialmente sobre sus respectivos cometidos profesionales. Otras veces, siempre demasiadas, bajo la f¨¦rula a¨²n de tan oscura figura penal que lamentablemente contin¨²a arrojando informadores al banquillo.Sin embargo, y en contra de lo que pudiera parecer, no se agotan ah¨ª todas las formas efectivas de relaci¨®n. No son los ¨²nicos puntos de contacto. Jueces y periodistas comparten tambi¨¦n -los ¨²ltimos a veces sin saberlo e, incluso, quiz¨¢ a su pesar, en muchos casos un lugar bien preciso, o mejor, una ingrata tarea en el interior del propio sistema punitivo.
La Prensa, a cuya labor se debe en buena parte lo que de apertura a la sociedad puede existir en el aparato judicial, participa con ¨¦ste, y hoy cada vez en m¨¢s medida, de una evidente responsabilidad en el que se ha calificado de proceso criminalizador.
La forma ampliada de relaci¨®n social frente al acto desviado y de control sobre su autor, que conlleva la difusi¨®n de la notitia criminis, es mucho m¨¢s que un simple reflejo pasivo del drama que pretendidamente se representa s¨®lo intramuros del palacio de justicia. Tiene, por el contrario, una eficacia en cierto modo constitutiva y, desde luego, determinante para la vida del sujeto afectado (probable futura carrera criminal), pues sus expectativas -con independencia de ulteriores vicisitudes procesales: podr¨ªa resultar incluso absuelto un d¨ªa, pero el da?o ya est¨¢ hecho- se habr¨¢n visto sustancialmente modificadas a partir del flash informativo.
Es la curiosa paradoja que alberga en su interior un principio de neta estirpe liberal y desde luegoirrenunciable: el de la publicidad de las actuaciones judiciales y policiales. Vieja reivindicaci¨®n, todav¨ªa vigente como tal en m¨¢s de un aspecto, encierra en su pr¨¢ctica actual -sobre todo por la incidencia de los mass media en una distorsionada realidad org¨¢nica una lacerante contradicci¨®n o ambig¨¹edad: la que representa ser desde luego inapreciable garant¨ªa, pero tambi¨¦n eventual instrumento de penalizaci¨®n social preventiva. La notoria ca¨ªda en desuso del secreto instructorio, no derogado formalmente, al menos en su dimensi¨®n de secreto externo, ha tenido precisamente que ver mucho m¨¢s con la regular y sistem¨¢tica filtraci¨®n de los atestados policiales a la p¨¢ginas de los diarios que con cualquier efectivo prop¨®sito de erradicaci¨®n de tal reminiscencia ancien r¨¦gime.
De esta manera se cambiaba de buen grado el que se ha dicho presupuesto inexcusable del ¨¦xito de la investigaci¨®n criminal por lo que demuestra ser un nada desde?able y contundente mecanismo sancionador, extra-judicial y, por tanto, recusable; dispensador de inapelables penas-estigma que calan en la memoria colectiva mucho m¨¢s que la eventual posterior publicaci¨®n de una sentencia tal vez absolutoria.
?Ser¨¢ exagerado afirmar que tiene en muchos casos tanta o mayor contundencia represiva la simple aparici¨®n en letra impresa de alguien como (?presunto?) autor de un hecho delictivo que el posible ulterior fallo condenatorio? Ello sin valorar las consecuencias que para la convivencia civil comporta el grave deterioro de toda la concepci¨®n garantista del proceso que tal anticipaci¨®n de la sanci¨®n implica. Puesto que de aut¨¦ntica sanci¨®n se trata, en cuanto efectiva privaci¨®n de bienes jur¨ªdicos, y que se da adem¨¢s en un momento formalmente cubierto por la presunci¨®n de inocencia.
Si la calidad del proceso penal es un seguro indicador de la consistencia democr¨¢tica de un sistema pol¨ªtico, el car¨¢cter del tratamiento que recibe el imputado, mejor a¨²n, el indiciado, es sin duda el dato m¨¢s revelador acerca de la naturaleza del primero. Y ya hemos visto que una verificaci¨®n realista no permite quedarse solamente con lo que pasa en el juzgado y en la c¨¢rcel; que el juicio, y en parte la condena, comienza mucho antes. Porque el sambenito de delincuente, que es el que confiere la noticia, puede penalizar a¨²n m¨¢s que la misma pena.
De este modo, cierto tipo de informaci¨®n bastante habitual acerca de las conductas desviadas, m¨¢s que dar transparencia a las paredes de la oficina judicial las ensombrece. Porque trae a primer plano, sub specie de verdad, lo que no puede tenerse por cierto todav¨ªa , mientras transcurre en silencio el momento fundamental del juicio (p¨²blico) y la sentencia.
As¨ª, el principio cardinal de presunci¨®n de inocencia, inequ¨ªvocamente consagrado por la Constituci¨®n, tiene una vida francamente atenuada en la justicia, por obra de tantas deficiencias conocidas, y desde luego se encuentra a¨²n muy lejos de la calle. Y nadie como la Prensa est¨¢ no ya s¨®lo en el deber, sino en mejor situaci¨®n para hacerlo calar profundamente en la conciencia social, contribuyendo a fortalecer esa opini¨®n democr¨¢tica que la democracia tanto necesita. Porque no hay que olvidar que tener con rigor por inocente a quien no ha sido a¨²n formalmente declarado culpable, antes que una regla procesal es un valor esencial para la convivencia.
es magistrado. Miembro del Consejo General del Poder Judicial
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.