John le Carr¨¦, el esp¨ªa que volvi¨® de Oriente
El novelista publica en abril en Espa?a 'La chica del tambor', sobre la guerra entre palestinos e israel¨ªes
John le Carr¨¦ ha escapado de las inmediaciones del Cambridge Circus londinense, los paisajes de la campi?a inglesa y las proximidades del muro de Berl¨ªn, para trasladarse a Oriente Pr¨®ximo. Su ¨²ltima obra aparecer¨¢ en castellano el 11 de abril, con el t¨ªtulo La chica del tambor, editada por Planeta y Seix Barral. Le Carr¨¦ abandona sus escenarios habituales para enmarcar la lucha de palestinos e israel¨ªes.
El lector fiel de John Le Carr¨¦, o incluso quienes se aficionaron a ¨¦l tras visionar la excelente serie brit¨¢nica Calderero, sastre, soldado, esp¨ªa, emitida por Televisi¨®n Espa?ola el a?o pasado, se sorprender¨¢ un poco al darse cuenta de que George Smiley, el oscuro funcionario londinense tras el que se esconde un superesp¨ªa moralista, no aparece para nada en esta novela, como tampoco lo hacen Peter Guillam, el inquieto ayudante de Smiley, ni Karla, el archienemigo sovi¨¦tico. En esta novela, el marco geogr¨¢fico de la meditaci¨®n de Le Carr¨¦ sobre los conflictos humanos es la torturada tierra palestina, y sus h¨¦roes-antih¨¦roes no son gentiles caballeros ingleses, sino agentes de los servicios secretos israel¨ªes y militantes de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina.Un autor comercial y de ¨¦xito se expone a provocar el desencanto de sus lectores cuando cambia muy radicalmente de tem¨¢tica, o cuando la traslada a un entorno desusado, pero ese no es el caso de John Le Carr¨¦. Sus novelas son siempre una reflexi¨®n sobre las ambig¨¹edades morales de la pugna entre los esp¨ªas. En La chica del tambor -que en realidad deber¨ªa llamarse La peque?a tamborilera, pues Le Carr¨¦ la titul¨® como la canci¨®n de Navidad- la exploraci¨®n de Le Carr¨¦ en los motivos de sus personajes no cambia de orientaci¨®n, sino de contexto. No nos hallamos ante un protagonista antiheroico y en perpetua contradicci¨®n entre el romanticismo y el escepticismo como Smiley, sino ante unos agentes israel¨ªes convencidos de que est¨¢n haciendo lo mejor y m¨¢s conveniente para su pa¨ªs aunque sepan que la tarea incluye multitud de acciones inmorales y desagradables. No nos hallamos tampoco ante unos malos tan definidos como son los hombres del Centro de Mosc¨² en las anteriores novelas, sino ante unos guerrilleros palestinos que a medida que avanza el libro van cobrando rostro humano, explicando sus motivos y situ¨¢ndose en un plano rom¨¢ntico y heroico que traduce una progresiva simpat¨ªa por parte del autor y consigue transmitirla a los lectores. Por vez primera en su obra, Le Carr¨¦ sugiere que los malos de la novela pueden estar defendiendo una causa justa, y para completar el cuadro de las ambig¨¹edades aleccionadoras, pone ese argumento en boca de un agente israel¨ª
El juego de espejos
Como en todas sus novelas anteriores, Le Carr¨¦ gana la fascinaci¨®n del lector mediante un calculado juego de espejos, adelantamientos y retrocesos. La trama suele estar clara desde el principio: Smiley intenta siempre desmontar las maquinaciones del Centro de Mosc¨² con su poderosa deducci¨®n y su obstinada b¨²squeda de las piezas del rompecabezas. En La chica del tambor, el juego se concreta en un plan de los servicios secretos israel¨ªes para deshacerse de un l¨ªder palestino por medio de una joven inglesa a la que reclutan como cebo.
Las novelas de John Le Carr¨¦ cobran su verdadera dimensi¨®n literaria y art¨ªstica cuando el autor abandona moment¨¢neamente la lucha de los esp¨ªas y entra en el terreno de las dudas y las angustias individuales de quienes componen el mundo secreto. Los personajes de John Le Carr¨¦ no suelen ser triunfadores en el sentido estricto del t¨¦rmino: en las tareas de espionaje, cada victoria profesional lleva impl¨ªcita una derrota humana. Las verdaderas victorias y derrotas est¨¢n generalmente fuera del libro y corresponden a los bur¨®cratas que controlan a los esp¨ªas. Otro tema moral altamente sugestivo que Le Carr¨¦ gusta de desarrollar es la angustia interior que genera en los personajes una profesi¨®n clandestina. Los hombres y mujeres de Le Carr¨¦ suelen ser marginados del cari?o de los dem¨¢s, solitarios que aprenden a dominar sus emociones de manera tan intensa que luego, en su vida personal, les resulta imposible expresarse. La chica del tambor es un libro poblado por esa clase de seres emocionalmente incompletos, comenzando por Charlie, la protagonista, una joven de 26 a?os que ejemplifica en s¨ª misma las ambig¨¹edades de toda una generaci¨®n de europeos. La manera en que los israel¨ªes captan a Charlie para sus planes y la peligrosa forma en que la joven acaba confundiendo la misi¨®n con los sentimientos -como les suced¨ªa a los protagonistas de El esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo y El honorable colegial- son dos puntos culminantes de esta novela.
El m¨¦todo que John Le Carr¨¦ utiliza para construir sus novelas es en s¨ª mismo una recreaci¨®n de las t¨¦cnicas del espionaje. Le Carr¨¦ es -como el propio Smiley- un observador penetrante y minucioso, un esp¨ªa de sensaciones que luego manipula y recombina hasta acertar a reproducir el clima moral adecuado. La idea de La chica del tambor naci¨® en 1977, cuando Le Carr¨¦ recorri¨® el L¨ªbano, Siria, Israel y Egipto para elegir escenarios con vistas a una nueva aventura de George Smiley y sus colegas del Circus -esa m¨ªtica instituci¨®n londinense que toma su nombre de un edificio del Ministerio de Defensa brit¨¢nico ubicado en Cambridge Circus- que deb¨ªa tener lugar en Oriente Medio. Una vez en ambiente, Le Carr¨¦ se dio cuenta de que los solitarios paseos de George Smiley por el paisaje brit¨¢nico se hubiesen adaptado mal Palestina y decidi¨® congelar temporalmente a su h¨¦roe. Durante su viaje, Le Carr¨¦ pudo conversar con altos funcionarios de los servicios secretos israel¨ªes, pas¨® una temporada en Beirut, que por entonces se hallaba bajo el control de sirios y palestinos, e incluso sostuvo largas entrevistas con Yasser Arafat y otros dirigentes palestinos, uno de los cuales inspir¨® al jefe guerrillero de La chica del tambor.
El contacto con la realidad, sin embargo, no resta fuerza literaria a la obra de John Le Carr¨¦. Realidad y ficci¨®n se entrecruzan constantemente en este caballero brit¨¢nico que en realidad se llama David Cornwell y que comenz¨® a escribir oculto tras un seud¨®nimo para evitar las iras de sus superiores. Porque Le Carr¨¦ ha sido diplom¨¢tico y quiz¨¢s tambi¨¦n esp¨ªa. Si su servicio militar en unidades de inteligencia tras la segunda guerra mundial y su cargo de diplom¨¢tico ingl¨¦s destinado en Alemania en los a?os cincuenta fueron las fuentes de donde se nutri¨® para sus primeras novelas, sus recientes periplos por Oriente Medio le han servido para producir un libro que no es s¨®lo una novela de espionaje, sino tambi¨¦n un relato pol¨ªtico y una historia de amor. Al fin y al cabo, dentro de la peculiar visi¨®n del mundo de John Le Carr¨¦, el amor y los intereses e ideales que defienden o traicionan los esp¨ªas tienen bastante que ver. En una de las primeras novelas de John Le Carr¨¦, El espejo de los esp¨ªas, uno de los personajes dice que "el amor es aquello que a¨²n nos queda por traicionar".
Babelia
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